En el fondo de su conciencia no acababa de fiarse. Eran años de fracasos. Le habían hablado fantásticamente de ella, pero claro, ya se sabe que la gente habla de los productos emocionalmente. Cuando se han gastado su dinero, decir que el producto es magnífico es decir que ellos también lo son por comprarlo. También se interpreta al revés.
El asunto es que aquello parecía que colmaba sus deseos. La última Aplicación para su biochip implantado triple cuántico. Había adquirido muchas otras aplicaciones, que le aburrían cada vez en menos tiempo, pero esa era realmente la que buscaba. Las tenía para pilotar aviones acrobáticos, para hacer cálculos matemáticos, para convertir en música las melodías que imaginaba, por supuesto para comunicarse con cualquier persona que estuviera al otro lado del planeta, para viajar a cualquier paraje, incluso algunas intentaban adivinar el futuro con un tanto por ciento de probabilidad.
Su entretenimiento había tocado techo. Digamos que ya había satisfecho todas sus fantasías en cuanto a ocio estándard se refiere. Sus padres habían pertenecido al movimiento ADAN, ahora ya desfasado, y prescindieron de la manipulación genética durante su concepción. Mientras en el colegio todos sus amigos eran altos, musculosos y bronceados; él medía apenas uno cincuenta y era medio albino. Y qué decir de las chicas, su belleza era insoportable a la vista. Para más inri, y como consecuencia de prescindir de la ingeniería genética, él había crecido con la tara de la sensibilidad. Mientras todos sus amigos eran prácticos y eficaces, meditaban poco y actuaban mucho; él siempre iba más despacio, tenía una ética personal y le interesaban todos los temas por el mero placer de investigarlos.
Pese a sus limitaciones, se había procurado un buen lugar en la pirámide social. Esa sensibilidad, rara en la actualidad, le hacía estar valorado por las empresas, que requerían de sus opiniones para lanzar sus productos. A pesar de la manipulación genética, de la efectividad, y de la presunta racionalidad de los seres humanos de su tiempo, todavía quedaba esa cosa extraña que los expertos en marketing, a su vez también competitivos y eficaces, no conseguían desentrañar. Se estudiaban los mercados de manera rigurosa, se analizaban millones de estadísticas, se escrutaba individualmente al público objetivo, se empleaban psicólogos, psiquiatras, físicos y matemáticos, pero con todo y con eso, muchos de los productos que salían al mercado fracasaban estrepitosamente. Había motivaciones extrañas que llevaban a que tal o cual producto tuviera éxito. A veces eran cualidades estéticas, otras veces no tenían en cuenta aspectos como la vanidad, las fantasías, las proyecciones emocionales. De todo eso se suponía que ya se había librado la humanidad, pero él sabía que no era cierto. Tenía sensibilidad para ver aspectos que otros no veían, y eso le había proporcionado cierto éxito económico, no tanto social.
Entre sus semejantes, no dejaba de ser un raro, un "outsider", una especie de minusválido. No es que no le trataran con respeto, por lo menos aparente. Lo que realmente le sacaba de quicio era la condescencia. "Esa panda de cabezas huecas ..." pensaba él. Los despreciaba, pero cuando era sincero consigo mismo, se daba cuenta que también los envidiaba. Eso le irritaba más todavía, porque no entendía como esos seres extraños podían relacionarse y disfrutar con cosas tan simples. Sabía que en su fondo albergaban insatisfacción continua y miedo, pero ese fondo estaba a mucha más profundidad que el suyo. El era consciente y lo tenía presente todo el tiempo, los demás parecía que no. O sólo a veces, cuando entraban en lo que se conocía como la enfermedad de la "infinitud". Entonces dejaban de producir e incluso de interesarse por la vida. Como si se les hubiese acabado la batería. Los genetistas investigaban arduamente para evitar tal fallo en el desarrollo del hombre.
Pero él también tenía un fallo en su desarrollo. Le costaba horrores relacionarse con las mujeres. Alguna vez ocurría: se interesaban por su supuesta sensibilidad, tenían curiosidad por la razón de su éxito económico, incluso por probar el tener sexo con un cuerpo tan poco "estándar". Pero eran excepciones. Lo normal es que no supiera qué hablar ante una mujer, y esto era peor cuanto más le atraía la fémina en cuestión. Ahora, con su flamante nueva aplicación -pensaba él- iba a cambiar. La aplicación se llamaba "Target man", y aunque todavía era una versión Beta, tenía los mejores informes de los ingenieros de su empresa.
Habían estudiado el comportamiento de cientos de mujeres de todo tipo, sometido a largas encuestas, a situaciones teatralizadas que parecían reales, examinado sus relaciones pasadas, sus filias y fobias. Le contaba uno de los del equipo de trabajo de su empresa, que al principio iban por muy mal camino. Las primeras pruebas reales habían sido un absoluto fracaso. Todos estaban dándole vueltas al asunto, ya que tenían mucha presión de la dirección de la empresa. Se había invertido mucho dinero, los directivos tenían claro que si ese producto funcionaba, sería un éxito rotundo que cambiaría el mundo de las aplicaciones. Hasta que se dieron cuenta que el problema era ese, que le estaban dando demasiadas vueltas a las respuestas que una mujer requería de un hombre para emparejarse con él. El enfoque era que la aplicación debería convertir a los hombres en seductores, en parte activa, hasta que se dieron cuenta que lo que las mujeres requerían era que el hombre no intentara seducirlas, sobre todo al principio. Lo que era oportuno eran las respuestas simples, mantener el hilo de la conversación, que la mujer no atisbara en ningún momento intención alguna de seducción. Ser simpático, hacer algún chiste, o incluso vanagloriarse un poco, era bien recibido. Después se pasaba a frases tópicas pero con aura de profundidad, había que demostrar que uno más que sensible, era sensiblero, que también le importaban los demás. A partir de ahí, mostrar cierto empuje, dinamismo, mostrar que uno no se arredra ante la vida.
Seguir todos estos pasos no es fácil en tiempo real, y era imposible para él. Pero su nueva aplicación lo facilitaría todo. En realidad, a partir de cierta fase, el desarrollo del producto fue muy sencillo. Que la aplicación sirviera respuestas automáticas y oportunas a cada interpelación femenina, fue mucho más fácil de lo que pensaban. Incluso se les abrió un mundo por explotar para el desarrollo de nuevas aplicaciones en el mundo de los negocios, la política, la gestión de grupos, etc.
Llegó a casa emocionado, abrió la caja de diseño que portaba el software en una pequeña pastilla, y la colocó inmediatamente encima de su procesador de triple núcleo implantado en su piel hasta que se cargó el programa. Cuando estuvo listo, le aparecieron en sus lentillas implantadas las instrucciones para activar y desactivar la aplicación: simplemente debía frotarse las manos. Salió corriendo de casa y se metió en el primer bar que encontró.
La diosa en cuestión estaba en una esquina. Se frotó las manos -ironía pura, pensó-. En seguida le salió una frase en sus lentillas: "Esto es un trabajo: concéntrate y hazlo bien aunque no te apetezca. Yo sostendré la conversación, tú sólo debes ser un declamador, un actor veraz. Tu papel es el de alguien que no necesita chicas porque eso ya lo tiene cubierto." Le temblaron las piernas. Primera orden: "Acércate a ella y dile: Perdona, ¿eres de la antigua Holanda?"
Intentó concentrarse en que no tenía ninguna necesidad de féminas, y con una mezcla de pavor y fe en la tecnología, se acercó y le hizo la pregunta lo mejor que pudo -a él le sonó ridícula-. Para su sorpresa, a ella se le entrevió una media sonrisa. Le contestó:
- Yo no, pero mis abuelos sí. ¿por qué me lo preguntas?¿eres de allí?
Por un segundo se le vino el mundo encima. Le parecía ridículo inventarse que era holandés, seguido de una retahíla de conocimientos que tenía de los Países Bajos. Sabía por experiencia que ni el conocimiento ni la cultura servían para ligar. Lo que sí servía era aparentar que se tenía cultura. Apariencia, apariencia, siempre apariencia ... En estas llegó la aplicación a salvarle:
- "Siempre me han interesado mucho los antiguos países bajos, desde pequeño. Te parecerá que es una tontería pero, ¿sabes por qué?
- ¿Por qué?
- "Porque las mujeres de allí, a principio del siglo XX, llevaban un peinado precioso que siempre me ha fascinado, un peinado muy parecido al tuyo"
Ella sonrió ampliamente y abrió mucho unos tremendos ojos azules.
- ¿De verdad? No tenía ni idea. Pues este peinado me lo he hecho esta mañana por casualidad en ...... bla, bla, bla, ....
- "Claro, claro, bla, bla, bla...."
Y así siguió la aplicación con cosas como:
- "Seguro que tú eres capaz de eso y más, no hay más que ......"
El diálogo fluyó como un río taoísta dibujando meandro tras meandro hasta el final de la tarde. Cuando se despidieron, ella se fue muy contenta, él, tremendamente confuso. La aplicación dibujó una bonita figura psicodélica al apagarse.
Al día siguiente volvieron a quedar. Se acostaron. Apagó la aplicación al hacerlo, y el asunto salió más bien vulgar pero aceptable -está claro que deben inventar una aplicación para ésto-, pensó. Cuando se fue, tuvo una doble sensación de triunfo y de alivio: la primera porque había conseguido hacer un proceso de un "ligue" normal, de esos que todo el mundo hablaba y que él no tenía ni idea como se desarrollaba. La segunda porque ella se había ido por fin: había sido un poco duro escuchar tantas tonterías y además, una vez satisfecho su instinto, ahora podía dedicarse un buen rato a deleitarse con las artes, con la lectura, con ese problema matemático que no conseguía entender,.... Se sentía plenamente satisfecho en ese preciso momento y fue consciente de ello.
Dos días más tarde volvió a repetir el proceso con el mismo resultado. Cuando fue cogiendo confianza en el desarrollo de los acontecimientos, se atrevía a saltarse la aplicación y meter algunas ironías de su cosecha. Producía cierta confusión en sus parejas, pero no la suficiente para estropear la velada y cambiar su inevitable final.
Con el paso de los meses cada vez iba espaciando más sus escarceos sexuales. Le resultaban algo pesados, pero reconocía que le sentaban excelentemente bien a su ego. Ese sentido de inferioridad que siempre había llevado en sus entrañas había desaparecido, aunque el precio que pagaba por ello era una mayor desazón cuando había conseguido su objetivo. Incluso un par de veces había sentido rechazo y un punto de asco durante el acto sexual.
Un día llegó confiado a una discoteca:
-"Hola, ¿puedo hablar un segundo contigo?
- Dime.
-"Verás, no te engaño, llevo un mes sólo en esta ciudad y no conozco a nadie. Simplemente necesito una conversación inteligente con alguien. Tú seguro que lo eres. Perdona, soy un maleducado, he olvidado lo primero, ¿cómo te llamas?"
- No soporto a los mierdecillas que venís con la dichosa aplicación para ligar. Es patético.
-"......"
- Vale, vale, que ya no sabes qué decir. Vete a cascártela y déjame en paz.
Salió de allí aturdido y asustado. El corazón le latía a toda velocidad. Se sentía un gusano, un enano. Su ego, regado durante tantos meses, se había marchitado con la primera helada. Al día siguiente fue a trabajar deprimido. No acababa de entender su poco ánimo, ya que consideraba que las relaciones con las mujeres ya no eran importantes para él. Definitivamente no se conocía a sí mismo.
En la hora de descanso, corrió a ver a su amigo el ingeniero, el que trabajaba en el laboratorio de Desarrollo de Aplicaciones. Le contó lo que le había pasado. Su amigo no pudo evitar soltar una carcajada.
- Lo que te ha pasado, hermano mío, es que ella estaba usando una aplicación de la competencia, la llamada "Honest man". Una asociación feminista, que juzgaba que nuestro software se aprovechaba de cierta candidez innata en el género femenino en su relación con los hombres, subvencionó su desarrollo. Reconoce inmediatamente nuestro producto, y da a la mujer la opción de seguir la relación hasta el final si le interesa, juguetear para humillarte al final, o mandarte al cuerno directamente. Me río porque contigo está claro que opción eligió. Pero no te preocupes, ya estamos trabajando en la contraréplica. Tú serás de los primeros en probarla.
Volvió a casa algo aliviado, con la esperanza de que todo volvería a ser como hasta hace poco. Aunque se dio cuenta que enseguida darían respuesta a la contraréplica y volvería a ocurrir lo mismo. Fue consciente de lo que necesitaba la dichosa aplicación.
Meses más tarde acudió a una reunión de trabajo. Dos miembros del consejo directivo mantenían una acalorada discusión. El nunca hablaba en esas reuniones, como mucho al final a modo de reflexión. Su pensamiento se elaboraba despacio, intentaba que la pasión no le dirigiera, trataba elevarse sobre las circunstancias. En este caso, lo que había principalmente era una lucha por imponer criterios diferentes sobre la dirección de la empresa. Pero le llamó la atención el nivel de ingenio, ironía y velocidad de respuesta de los contricantes. Su amigo el ingeniero, que también estaba, le dirigió una sonrisa. Al salir le preguntó:
- ¿Qué te parece?
- ¿El qué?
- Sé que te has dado cuenta, te lo he visto en la mirada. No me digas que te ha parecido normal la discusión entre estos dos tiburones.
- Me ha parecido que deberían dedicarse a la política o algo así. Un sitio en el que la oratoria surja un gran efecto.
- Exacto, los dos estaban utilizando la nueva aplicación "Sofista". Uno la versión 1.1, el otro la 1.2. Veremos como funciona contra las de la competencia.
- ¿También tiene eso la competencia?
- Claro, ¿es que no ves los debates en televisión? Algunas son mejores que las nuestras, aunque duela decirlo. El gobierno de nuestro país nos ha encargado que le mejoremos una que le vendimos hace tres meses.
- Pero, entonces la política pierde el sentido ...
- ¿Lo ha tenido alguna vez? Te aseguro que no. Lo he investigado. Y también tenemos aplicaciones para vendedores, para que se comporten de forma campechana o sofisticada según la ocasión, para jefes de pequeñas empresas, para secretarias, ...
- Increíble.
- Y ahora estoy trabajando en una para artistas. La imaginación no existe, ¿sabes? Crear es un proceso basado en la combinación de eventos fijados en la memoria. No hay nada que admirar en ello.
- De todas formas, a los artistas ya nadie les hace caso.
- Eso lo dirás tú. Hemos creado una aplicación para entender y disfrutar todas las artes de todos los tiempos. Causa furor entre el público "snob". No puedes imaginar la cara de "trascendencia" que ponen.
-¿Es que ya nadie sabe ser nada por sí mismo? Yo no uso ya aplicaciones.
- Y acabarás marginado por tus semejantes. Yo mismo estoy usando ahora una aplicación.Se llama "Asertividad". Todo lo que digo resulta sensato y contundente. Es muy cómodo.
Se largó a casa corriendo a disfrutar de las artes sin ninguna aplicación. A él nunca le hizo falta. Un taxista le impuso una odiosa y correctísima conversación por el camino. Su tosco portero le saludó amablemente y una vecina no paró de hablarle vacuidades en el ascensor hasta el piso 51. Cuando llegó, eligió a Bach en su reproductor. Al rato llamó su vecino y le dijo que si podía pasar. Escucharían música juntos y hablarían sobre Bach. El también lo admiraba desde hacía 20 días.... Extrañamente le convenció.
Cuando su vecino se marchó, sufrió un ataque de ansiedad y cayó en estado de "infinitud". Ya nunca se recuperó.
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