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LA VERDAD PATAFÍSICA (por J.V.)

“Tu inclinación hacia lo objetivo, amigo, hacia la llamada verdad, y a considerar lo subjetivo, la pura aventura interna, como algo sin valor, es aburguesada y debieras superarla.”

Thomas Mann “Doctor Faustus”


¿Qué buscas en la 'Patafísica? ¿Humor absurdo? ¿Surrealismo? Te equivocas, entonces, de sitio. Adiós.

La Metafísica ha declarado su impotencia para acercarse al Ser. La propuesta patafísica será cambiar el objetivo y comenzar a estudiar no el Ser sino el Estar.

¿Por qué? A continuación exponemos una colección de excusas. Muchos dirían razones, pero es que es lo mismo.

Toda aprehensión de la realidad comienza con una certeza: las apariencias pueden engañarnos siempre. A partir de ahí tenemos una conclusión clara y evidente:

Todo conocimiento y todo querer es religioso, procedente de una MISTERIOSA e INEFABLE REVELACIÓN MÍXTICA que ORIENTA (DU.ES.B.B.) y que nunca DEMUESTRA ni VERIFICA, por impotencia.

Una revelación involuntaria, inconsciente, que podría ser como la voluntad de Schopenhauer o como el amor de los cristianos.

Míxtica, como un juego de palabras que unifica el misticismo de cualquier revelación, con el mix, con la mezcla,  que ha sido generada a través de una sopa cuyos ingredientes son la razón, la intuición, el sentimiento... 

Decía Heidegger que la filosofía no comienza con el pensamiento sino con el estado de ánimo, con el "estar" de cada uno. El que se siente arrojado al mundo, echando de menos el Edén, no pensará igual que el que toma el mundo como un regalo, grande y jugoso, comparado con la nada.

La epistemología, la ontología, la metafísica, la ética, la axiología son juegos, simples pasatiempos que se topan con misterios insondables. Berkeley destapó la hipótesis más sencilla, que no tiene por qué ser la correcta: el “mátrix” divino. El resto de interpretaciones lúdicas no hacen sino complicar la cuestión con supuestas cosas en sí, materialidad, átomos y realidades objetivas. Mejor callarse y pertenecer al club de los filósofos mudos, o jugar con los conceptos, los mitos y los dilemas éticos, que dan por supuestas muchas cosas a partir de lo único que nos queda: la CREENCIA.

Este es un método SOSPECHOSO-CREYENTE, destructor y constructor, procedente de la Voluntad involuntaria que forma nuestra voluble visión del mundo. Que esta visión sea voluble no quiere decir que sea controlable. Que sea subjetiva, no quiere decir que sea voluntaria.

Cada estado de conciencia marca una realidad. No es lo mismo nuestro estado de conciencia en la soledad de nuestra casa, que cuando estamos rodeados de gente, en el trabajo o leyendo a Kant. Cada realidad marca el laberinto simbólico, que configura el sueño en el que estamos despiertos aparentemente o dormidos en nuestra propia vigilia. En cada estado de conciencia fluyen unos símbolos y otros no, se organizan las palabras y todo aparentemente tiene un sentido. Si se juntan conocimiento y deseo, conocimiento y amor, ya tenemos una mezcla que es capaz de construir una realidad vivible. Lo Real, en cambio, es lo que oculta esta realidad a todo intento de pensamiento. Lo Real es una ausencia rodeada de presencias, sospechosas presencias, un agujero en medio de un laberinto, sin hilo de Ariadna que nos guíe, palabras huecas que ninguna construcción conceptual o ejercicio de pensamiento logra nunca aprehender. Como mucho, tocamos sus bordes para asegurar la sospecha, la localización de ese vacío. Cuando uno cree aprehender lo Real, la conciencia se disloca, y es cuando aparece la locura, el desequilibrio, lo onírico. Los filósofos, los hombres de razón que, por querer aprehender lo real con su propio razonamiento, quedan siempre rozando la locura. Una locura que no es ajena a la razón, sino que es una locura de la razón, es el pensamiento enloqueciendo desde sí mismo.

Todo conocimiento es gnosis, un estado de conciencia, introspectivo, una creencia confiada e involuntaria, mecida por la realidad de la Voluntad, el Amor, el Querer; una mezcla dinámica, compuesta por múltiples elementos: razonamientos, intuiciones, instintos inconscientes, sentimientos, pasiones… Una mezcla misteriosa, en definitiva.

La mezcla puede variar en función del peso de cada uno de los ingredientes. De ahí nacen diversos estados de conciencia: Sentido común, Ciencia, Filosofía o Religión nos dan distintas formas de aprehender la verdad:

El sentido común es un estado de conciencia especial

El sentido común es una unidad de aprehensión de la realidad por parte de un grupo social. Es un consenso inestable sobre la realidad ontológica, ética y estética, que forma un discurso de valores dominante, un sucedáneo de la verdad, que aúna consenso y costumbre. Lo posee la mayoría de las personas, excepto los llamados locos, para operar de acuerdo a un marco simbólico que les permite interpretar la realidad de un modo parecido, asignando un sentido a sus actos dinámicamente con el medio. Distingue los objetos reales de los que no lo son, creando un sentimiento compartido de lo que es real, de lo bello y lo feo y de las normas de comportamiento. Lo único que importa es que la mayoría lo crea así. 

La moda es la verdad

El ingrediente estrella es la creencia en las opiniones de la mayoría. El conocimiento es la moda. Esto alejará a los heterodoxos y atraerá a los seres simples y sin personalidad, muy parecidos a los  agrupamientos en rebaño de borregos, caprinos o cabrones y boBinos (con B de bobo).

Nuestra vida cotidiana es un continuo acto de fe, actuamos en base a creencias, intuiciones, y decisiones, la mayoría inconscientes. La consciencia, función que parece dirigir toda nuestra vida, es un foco estrecho y lento que no puede funcionar sola. Si solo apelamos a la conciencia, dejamos atrás todo el mundo inconsciente, profundo y rico.

El sentido común no se discute en presencia de otros congéneres ante el riesgo evidente de ser tomado por raro, loco o extravagante.

Aun cuando alguien en filosofía quiera negar alguna de esas certezas o el conjunto de todas ellas, que es la postura del escéptico, del nihilista, se descubre en el lenguaje del que la habla la existencia previa de estas mismas certezas o creencias que dan soporte lógico de todo discurso.

En conclusión, seamos conscientes o no, seamos locos o cuerdos, todos somos borregos en mayor o menor medida y todos compartimos un mundo construido a base de creencias y prejuicios. 

El agnosticismo no es vivible

El agnosticismo es una postura que solo se puede mantener teóricamente, pues la vida es un continuo acto de fe. El escéptico es quien no se deja engañar por la verdad. Hay escépticos racionales pero no existe ninguno sentimental ni intuitivo. En la acción, normalmente, no hay escepticismo: quien camina confía ciegamente en que en el siguiente paso siga habiendo terreno firme.

La razón es un análisis y síntesis de lo que se cree. Un gran engaño teñido de una falsa lucidez. Aparentemente atenúa o anula los misterios para acabar desembocando en el puro misterio. Justifica, proporciona excusas pero no dirige. Es útil para responder a penúltimas preguntas. La razón flota en un mar de creencias. Terapéuticamente puede ser útil pues puede anular opiniones y creencias que hacen sufrir. No obstante, es incapaz de motivar y dar razones para vivir. Los fundamentos de la razón no son racionales.

¿Qué queda si quitamos las creencias -religiosas o no-, los prejuicios, las intuiciones, las apariencias? Posiblemente poco más que nada. Polvo, eso nos viene a decir el Eclesiastés.

El pragmatismo

Una cuestión muy interesante es el pragmatismo. Doctrina que popularizó William James y que defiende que solo es verdadero lo que es útil, lo que funciona. "Ninguna hipótesis es más verdadera que otra en el sentido de ser una copia más literal de la realidad, (...) no son más que formas de hablar, (...) comparables desde el punto de vista de su uso". Las ideas solo son verdaderas en la medida en que guían y animan la acción. Yo creo que son las creencias las que guían la acción, y con ello no quiero decir que sean verdaderas. Un espejismo, una alucinación serían consideradas verdades por esta curiosa doctrina, en la que está implícita mi teoría de "Mixticismo": dudo porque pienso y actúo porque creo. En realidad lo que hace el pragmatismo es hablar de verdades y no de Verdad, y tiene muy en consideración que la verdad también es algo emocional y no solo lógica. Nuestra confianza es una confianza basada también en la confianza de otros. Según James, "las ideas se hacen verdaderas en la medida en que nos ayudan a establecer una relación satisfactoria con otras partes de nuestra experiencia" (o nuestras otras ideas o creencias, añado yo). "Si las ideas teológicas demuestran tener un valor para la vida, para el pragmatismo serán consideradas verdaderas". Para esta doctrina, todo puede ser verdadero, todo puede ser útil desde el punto de vista práctico, ético o estético. Un placebo, por ejemplo, sería verdadero. Se trata de una teoría muy interesante con muchos matices muy evocadores y sutiles, por lo que si la simplificamos podemos caer en la tentación de caricaturizarla, cuando es absolutamente profunda: La Verdad no es la verdad.

Las fuentes

El conocimiento científico, o más bien, las opiniones y creencias de los científicos, están convirtiéndose en una fuente cada vez mayor de sentido común. La mayoría de la gente anota las “evidencias” científicas sin someterlas a crítica alguna, y se aceptan como verdades, al igual que antes se aceptaban las verdades religiosas reveladas a través de cada una de las escrituras sagradas.

Los científicos, muy especializados cada uno en su terreno concreto, han dejado de ser aquellos sabios de antaño, hombres humanistas del Renacimiento que sabían de todo. Ahora, son unos incultos que saben mucho de una parcela, pero desconocen lo general, el arte, los sistemas filosóficos: son gentes sin cultura. Como son muy hábiles en su especialización y consiguen utilidad práctica tienen un alto reconocimiento de la masa. Por eso la ciencia es ahora la fuente principal de verdades.

El conocimiento filosófico es un estado de conciencia especial

Sentido común especulativo o de sillón

Generalmente se trata de sentido común especulativo. La filosofía pura es idealista. Aquí el ingrediente estrella es la razón especulativa, la razón de sillón. Cuando uno se sienta en su sillón y se pone a escribir y a pensar pasa lo siguiente: se abusa de la razón y se descartan las demás facultades que sí utilizamos en nuestra vida cotidiana. Aparece  el eterno escepticismo que suele manifestarse en la filosofía contemporánea: sólo cabe conocer fenómenos (Kant), sólo la mera esencia de los conceptos, sólo la angustiosa y precaria existencia subjetiva (ángel caído que echa de menos el Edén), sólo las estructuras formales del lenguaje. Todos tienen en común la idea de la relatividad del conocimiento.

Parte del supremo cogito y, a partir de ahí, poco puede añadir que no sea contaminando la pura intuición inicial por axiomas y creencias indemostrables. Aún así, es capaz de continuar su incoherencia, construyendo castillos en el aire complicadísimos. Si añadimos a la razón especulativa algo de sentido común, estaríamos hablando de la filosofía que se hace habitualmente, una especie de sentido común especulativo.

Distinción entre ciencia y filosofía

Algunos fanáticos consideran erróneamente que la aparición de la ciencia hace innecesaria la Filosofía. Pero esto es un error pues hay:

. Diferencias de método.
. La ciencia no estudia ni la ética ni la estética.
. La ciencia estudia lo supuestamente objetivo, no lo cuestiona.
. La filosofía enfoca sobre el lugar del ser humano en el universo, su papel y finalidad.
. El conocimiento científico no se halla en condiciones de proporcionar ninguna directriz para la vida, no proporciona valores, no puede guiar la vida.
. La filosofía estudia las causas últimas, mientras que la ciencia estudia solo las causas penúltimas.
. La ciencia toma y estudia los fenómenos, mientras que la filosofía trata de indagar el misterio mismo del Ser que se manifiesta en los fenómenos.
. La filosofía problematiza todo, incluso aquellas realidades de la experiencia común que las ciencias aceptan ingenuamente, sin preguntarse si constituyen realidades indudables, como por ejemplo, la existencia del mundo fuera de la conciencia.
. La filosofía es la única disciplina que observa al mundo como totalidad.
. La ciencia se apoya y se sostiene en la filosofía que es la actividad que la engloba. La ciencia es una forma de filosofar limitada por la utilización de un método muy restrictivo.

En conclusión, el estado de conciencia filosófico sirve para jugar y desordenar el sentido común,  facilitando el nacimiento de una nueva conciencia que tiende al escepticismo por la impotencia clara de su método.

El conocimiento científico es un estado de conciencia especial

Un método muy restrictivo

Como hemos dicho antes se trata de aplicar un método más restrictivo. El ingrediente estrella sigue siendo la razón, aplicada a los fenómenos y verificadas experimentalmente (aquí hay muchos supuestos, muchas creencias implícitas no verificadas, me parece: fe en la inducción, en los axiomas, en la regularidad de la naturaleza, en el tiempo lineal, en la causalidad, en el principio de no contradicción, en la explicación última…). Se habla de experiencia y de observación. A ellas añadamos (aunque en menor nivel de importancia) la percepción, la intuición y la imaginación.

Fuente actual de sentido común

El conocimiento científico está convirtiéndose en una fuente cada vez mayor de sentido común. La mayoría anotamos las “evidencias” científicas sin someterlas a crítica alguna, y se aceptan como verdades, al igual que antes se aceptaban las verdades religiosas reveladas a través de cada una de las escrituras sagradas.

Desde la irrupción de la física cuántica, los físicos han caído en la cuenta de que cuando se acercan a la realidad para observarla y medirla de alguna forma, ¡no hay manera de dar un explicación objetiva!, a lo sumo un conjunto de relaciones, un fluir de información. ¿Qué acaba de ocurrir? Hemos destruido la materia, nos hemos salido del sentido común, jugando, pensando.
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La imposibilidad de la verificación y la demostración

¿Qué quiere decir que algo está “demostrado científicamente”? El conocimiento científico no es ni más ni menos que una de las tantas formas de conocimiento, ni mejor ni peor que las otras pero con ciertas particularidades. Para ser más precisos, digamos que la diferencia con otras formas de conocimiento está estrictamente en el método, en los pasos que hay que seguir para obtenerlo. La ciencia no solamente es una forma de conocimiento sino también un lenguaje común y unos protocolos comunes.
​El mayor o menor énfasis que se ponga en estas condiciones hará que se generen saberes de distinta “calidad”.

Supuestos implícitos

El conocimiento científico y su metodología parte de una serie de supuestos o postulados sobre la realidad. Hay algunos problemas:

a)    La causalidad como simple correlación,
b)    el origen de los axiomas,
c)    la inducción como una simple generalización probable,
d)    la deducción como mera tautología,
e)    de verdad podemos conocer la naturaleza,
f)     la actitud escéptica y crítica,
g)    método teórico porque siempre, explícita o implícitamente partimos de una teoría,
h)    circular porque siempre al final de una investigación “volvemos” para interpelar a esa teoría original que planteamos ya sea refutándola total o parcialmente, ya sea confirmándola (¿?) o falsándola,
i)      método hipotético porque formula problemas y cuestiones pero adelanta soluciones (que luego se verá si son falsas),
j)     frágil e inestable pues el conocimiento que genera no es nunca definitivo
k)    esta característica será mucho más notable en el caso de las “ciencias” sociales
l)      analítico y selectivo pues separa elementos para analizarlos y focaliza lo más relevante de un fenómeno
m)  las posibilidades de experimentación son muy limitadas por la cantidad infinita de variables que deben ser controladas (efecto mariposa)
n)    en cada fenómeno analizado existen infinitos intervinientes.

Aquí la verdad se corresponde con unos criterios de verificación, pero estos no son siempre los mismos, sino que varían según las diferentes épocas y culturas. Las ciencias experimentales han descubierto que hay muchas premisas convencionales en su propia actividad de verificación o falsación, es decir, los a priori de Kant. La contradicción de Kant era que él pensaba que los a priori son iguales en todo el mundo, en todos los hombres. Entre Kant y la posmodernidad se encuentra la antropología cultural, cuando nos dice que las diferencias culturales implican diferentes formas de acercarse a la realidad. Y eso no implica tener que ser idealista. Las cosas podrían existir por sí mismas, pero las conocemos solamente desde el interior de algunos paradigmas, que son históricamente múltiples. Kant era un eurocéntrico; para él la razón occidental es la razón humana.

Las creencias, valores o intereses del  investigador no pueden desaparecer durante la investigación si bien pueden ser controlados suficientemente. Es imposible la ciencia objetiva pura.

En definitiva, la ciencia es el arte de llegar a conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes, un edificio deductivo cuya base se asienta en la nada, es decir, en axiomas, una generalización probable. La ciencia lo único que hace es desplazar la interrogación.

Los paradigmas de Khun

El maestro KUHN nos dijo que el desarrollo de la ciencia, aparentemente acumulativo, no es sino un proceso discontinuo, marcado por revoluciones periódicas. Cada revolución cambia el paradigma, el modo común de considerar los problemas. No hay una meta a la que la ciencia se vaya acercando. No estamos ahora más cerca del mundo "real" y si lo estuviéramos, no tendríamos forma de comprobarlo. El desarrollo científico se basa en "ideas fundamentales" a priori. Las comunidades científicas dependen de vagas apuestas e intuiciones negociadas y "validadas" socialmente por el grupo. La ciencia misma se somete a todo un proceso de convenciones, compromisos y consenso, sobre todo en sus postulados y métodos, no es una herramienta absolutamente lógica. Las teorías incorporan sistemas y relaciones que son refritos a priori. Las revoluciones son cambios en la visión del mundo. La imposibilidad de la verificación total y la sola existencia de la falsación explican que a lo sumo solo puedan encontrarse las diferencias entre las distintas teorías y la experiencia (Popper), por lo que para convencer a un científico no solo es necesaria la lógica sino también la persuasión, utilizar otros argumentos no racionales. El científico no trabaja para el público en general sino para su grupo de entendidos colegas, por lo que asumirá todos los prejuicios del grupo. El paradigma es un conjunto de creencias, valores, técnicas, compartidos por una comunidad. Por lo tanto, la ciencia tiene un gran componente subjetivo e irracional. Hay paradigmas científicos, pero también políticos, éticos, estéticos, metafísicos, sociológicos, creencias en modelos y visiones del mundo, en grupos o sociedades que comparten educación, lenguaje, experiencia y cultura.

Contra el positivismo fanático

Heisenberg dio en el clavo cuando dijo: “La solución de los positivistas es muy simple: debemos dividir el mundo en dos partes, aquello que podemos decir de él con toda claridad, y el resto, con respecto a lo cual no podemos decir nada. Pero, ¿puede acaso alguien concebir una filosofía más inútil, cuando vemos que lo que podemos afirmar con toda claridad es poco menos que nada? Si tuviéramos que dejar de lado todo lo que no está claro, muy probablemente nos veríamos reducidos a una serie de tautologías triviales desprovistas completamente de interés”.

Y Giorgio Nardone comenta que “aunque pueda parecer una afirmación rotunda, hoy podemos observar cómo el hombre moderno, ante decisiones difíciles, oscila entre dos posiciones extremas: por una parte el uso de la duda y del sentido crítico para alcanzar conclusiones evidentes, por otra la fe en verdades reveladas —científicas, ideológicas o religiosas—. Sin embargo, con una mirada más atenta se observa que, en realidad, ambas posturas son dos caras de la misma moneda o, si se quiere, dos extremos que acaban tocándose. Del mismo modo que quien delega sus elecciones en una fe protectora y tranquilizadora deberá ajustar cuentas con su propia responsabilidad, quien quiere tomar decisiones libres, fruto únicamente de la elaboración racional, deberá ajustarlas con situaciones críticas que la lógica no podrá resolver, confiándose así a soluciones en absoluto razonables." Giorgio Nardone.

Las ideas se tienen, en las creencias estamos, dijo Ortega. La razón flota en un mar de creencias. ¿Qué supone el conocimiento científico para un moribundo, para un eremita?

El sueño de la ciencia, casi religioso, es que algún día llegue a explicarlo todo: Fe en el progreso.

El conocimiento religioso es un estado de conciencia especial

La teología y la Iglesia

Cuando el ingrediente esencial de esta curiosa toma de conciencia es la fe en las escrituras reveladas, y el contagio que produce el contacto con otros fieles, estamos hablando del punto de vista de la Teología, que buscará la coherencia entre razón y la doctrina de la escritura revelada. Para ellos, la fe, lejos de oponerse a la razón, aumenta su capacidad de comprender. Si la razón es luz, la Fe es una luz mucho más potente, que permite conocer cosas que sólo a Dios compete conocer por naturaleza. La teología aplica el dinamismo de la razón al estudio de las verdades que Dios supuestamente les ha revelado, para comprenderlas cada vez más y mejor, en armonía con todos los demás conocimientos ciertos que tenemos a nuestra disposición. Sería conjugar fe y razón o, al menos, sentido común. Dado que la gran parte de las escrituras se han demostrado falsas en su literalidad, la única opción es la interpretación alegórica de las mismas.

Una derivación contaminada del estado de conciencia religioso lo encontramos en la superstición, es decir, cuando la fe está en contradicción claramente con el sentido común. Aquí, cualquier afirmación es susceptible de ser demostrada falsa por el método empírico. No ocurre lo mismo en las verdades de la religión, debido a que no son falsables, son trascendentes, y el método empírico no las alcanza.

La gnosis

De lo que sí me gustaría hablar es del estado de conciencia religioso cuando el ingrediente principal son las razones del corazón, por ejemplo, en el gnosticismo.

De la palabra Dios, tan llena de significados, se ha abusado demasiado. Tiene tantas significaciones que utilizar el concepto Dios equivale a una conversación llena de malentendidos. Los ateos nos lo presentan como un paquete cerrado de ser personal barbudo caricaturizado. Aprovechan la literalidad ridícula de las escrituras para realizar una crítica infantil que es evidente.

Cioran, un lúcido, un cínico, un ángel caído, consciente de su caída, nos dejó una frase grandiosa: "El conocimiento es un acto religioso." No se puede ser más breve y más preciso. También nos dijo que "Diógenes se dedicaba a falsificar moneda. Todo hombre que no crea en la verdad absoluta tiene derecho a falsificar cualquier cosa (…) Podemos considerarnos fracasados sólo si la vida tiene sentido. Porque solamente en ese caso todo lo que no hemos llevado a la práctica constituye una caída o un pecado (...) Hasta el hecho de beber agua es un acto religioso. Lo absoluto se deleita en la última brizna (…) Una vida llena, con un aura de absoluto, sería aquella en la cual toda percepción equivaliera a una revelación (…) Dicen: «Fulano conoce a Spinoza, a Kant», etcétera. Sin embargo, no he oído que se diga de nadie: «Ese conoce a Dios». Que es lo único que importaría."La única base del hombre es un fondo insondable de Dios."

Si hay cuestiones a las que la razón no puede llegar y a esa realidad inefable le llamamos Dios, y además, condicionan e influyen en nuestra vida, en nuestra toma de conciencia, entonces hay que reconocer que todos somos personas religiosas. Si la razón es incapaz de llegar a las cuestiones últimas (llamémosle divinas), ¿por qué no recurrir a las otras funciones del entendimiento, tales como el corazón, la intuición o el sentimiento?

Es atrayente contemplar el MYSTERIUM TREMENDUM, los reflejos del Edén que se manifiestan en el arte o en la liturgia de determinadas religiones. El fundamento más propiamente religioso está en la esperanza, en nuestros deseos edénicos, teñidos de una nostalgia del absoluto: no lo buscaríamos si no lo echáramos de menos, lo esencial es invisible a los ojos.

¿Por qué en el sufrimiento o ante la inmediatez de la muerte nos abrimos al misterio, nos abandonamos finalmente al destino, y nos volvemos más religiosos? Porque nuestro mundo ya no es de este mundo. Nuestro estado de conciencia debe variar para adaptarse al nuevo, lleno de interrogantes, de miedos, incertidumbres y esperanzas. Lo que antes era cotidiano, ya no lo es. Nos estamos preparando para el salto mayor que la conciencia pueda dar: la muerte. Muchas veces el sufrimiento es el síntoma inevitable de la transición de un estado de conciencia a otro.

El argumento de los racionalistas empiristas de que las creencias religiosas son empíricamente vacías y su veredicto de que, por ello, son carentes de sentido, depende de que exista un criterio trascendentalmente válido de lo que es tener sentido que haga coincidir sentido y mundo empírico. Aquí aparece implícitamente Gödel o el argumento ontológico de San Anselmo.

El conocimiento místico es una gnosis especial. Hablemos, por ejemplo, del gnosticismo, como conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas, con una fuerte influencia en el cristianismo, y, posteriormente herético. Proviene del griego Γνωστικισμóς (gnostikismós); de Γνωσις (gnosis): ‘conocimiento’. Tiene un carácter iniciático, elitista, que brinda un acceso directo al conocimiento de lo divino a través de la gnosis o experimentación introspectiva. También hay una gnosis social, basada en la confianza en las verdades sociales, y fundamentada en el espejo del sentido común, que no sospecha de la materia y reconoce a los demás como similares a mí. El mismo conocimiento de las verdades trascendentes es la salvación. Es dualista, está la materia y el espíritu. El ser humano sólo puede acceder a la salvación a través de la pequeña chispa de divinidad que está en el espíritu. El platonismo es un antecedente claro del gnosticismo, tanto en su dualismo materia-espíritu, como en su forma introspectiva de acceder al conocimiento superior. En general propugnan un modo de vida ascético. La gnosis depende únicamente del alma, por lo que el comportamiento del cuerpo es irrelevante. Su interpretación alegórica del cristianismo y de las escrituras, obtiene ricos significados filosóficos. Hay una jerarquía humana: en la cima están los iniciados, en los que es predominante el espíritu. En la parte más baja están aquéllos en que predomina el cuerpo y que, por tanto, no alcanzarán la salvación. Los iniciados no se salvan por la fe, sino por la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, una mística secreta de la salvación, mezcla de creencias orientalistas y de la filosofía griega, principalmente platónica.

Los argumentos de los ateos

Infantilismo intelectual:

a)    Dicen que no se puede demostrar la existencia de Dios. ¿Y la de los fenómenos?
b)    Buena parte de la verdad se construye con la parte inconsciente, intuitiva, sentimental del ser humano.
c)    Los ateos no tienen la sensación de estar rodeados por lo invisible.
d)    La cultura científica dirige nuestra atención al mundo físico y material, con un abuso de fines utilitarios.
e)    Hacen una crítica literal de las escrituras, obviando su profundo significado simbólico.
f)     Critican a los curas y a la discutible trayectoria histórica de la Iglesia, obviando que los curas no son ángeles, sino hombres sujetos a la ambición de poder.
g)    Consideran que la fe es dogmática, pero su creencia en la materia no.
h)    Acusan a la religión de falta de base empírica y de tergiversar los hechos científicos, es decir, creen fanáticamente en la Realidad y en su supuesta verificación.
i)      Hablan de evidencias científicas y no se ponen rojos, cuando la ciencia lo único que podrá responder es a las penúltimas preguntas, nunca a las últimas.
j)     Tachan al pensamiento religioso como mágico y arcaico, olvidando que ese mismo pensamiento está presente en ellos en forma de arquetipos del sentido común.
k)    La identifican erróneamente con la superstición. La religión es un sentimiento de duda esperanzada, siempre hay una duda, una nostalgia del Paraíso. Pero también es un instrumento de la voluntad de poder.

Todos somos religiosos, aunque no todos seamos conscientes de ello

Todos somos religiosos, porque toda comprensión de lo parcial está condicionada por nuestra concepción de la Totalidad y de esta no tenemos certeza alguna.

Para Feuerbach religión es igual a antropología, es decir, el punto de referencia es el Hombre y no algo/alguien externo a él. ¿Qué es el hombre? ¿Su cuerpo? ¿Su alma? ¿Su cerebro?

Schopenhauer a los veinte años ya soltó una grandiosa perla: “En lo más profundo del hombre arraiga la confianza de que algo semejante a la propia conciencia tiene conciencia también de uno, aunque esté fuera de uno mismo; resulta estremecedor imaginarse vivamente el pensamiento contrario asociándolo a la infinitud”. El hombre no quiere estar solo con su conciencia, ser un Dios Subjetivo.

¿Cuál es la sed religiosa del ser humano, su nostalgia palpable? Non sufficit orbis, el mundo no es suficiente: la sed de absoluto.

Nicolás Gómez Dávila contestó a los ateos, seguros de sí mismos: “El que menos comprende es el que se obstina en comprender más de lo que se puede comprender”.

Y Chesterton añadió: “No creo en Dios pero lo echo de menos”.

Wittgenstein dejó claro que aquello de lo que no podemos hablar quizás sea lo único que de verdad importa.

Javier Gomá comenta que “La identidad del hombre consiste en crearse una narración creíble sobre el mundo que otorgue a su vida un papel digno”.

Tertuliano, lúcidamente, dijo “Creo porque es absurdo”. Y Arrabal matizó: Creo porque es confuso.

El maestro Jung

Recogiendo las ideas que Jung desarrolló en “Los Complejos y el Inconsciente”, podríamos decir que bajo la influencia del materialismo científico, todo lo que no pueda verse con los ojos ni aprehenderse con las manos se pone en duda y hasta sospechoso de metafísico. Los sabios consideraron el espíritu como resultado de procesos emergentes de la materia y de las causas materiales. Pero, tanto el espíritu como la materia no son sino símbolos de factores desconocidos. Simbólicas y quizás arbitrarias, estas dos concepciones no pueden ponerse la una por encima de la otra. Creer que el cerebro es el origen de todo, y que él es el que construye la realidad que, paradójicamente, también le incluye a él mismo, es una soberana incoherencia, por no decir estupidez. El espíritu escapa a las categorías de la razón humana. Pero exactamente igual ocurre con la materia. No alcanzaremos nunca a contemplar el noúmeno. Todo lo más que podemos es creer en él, es decir, tomarlo "como si" de verdad existiera. Nuestra conciencia contemporánea no ha descubierto todavía que es igualmente presuntuoso y fantástico admitir que la materia es, de un modo natural, generadora de alma. Sobreestimamos las causas materiales, mecidos como estamos por la ilusión de conocer mejor la materia que el "metafísico" espíritu. La materia es tan desconocida como el espíritu. Nada sabemos de las cosas últimas, debemos conformarnos con las penúltimas. Solo esta confesión nos devuelve al equilibrio. No hay apoyos sólidos, pero necesitamos una realidad, un fundamento explicativo real, un punto de referencia sobre el que apoyarnos, llamémosle Dios. Siempre que el entendimiento humano quiere aprehender algo que, en último análisis, no comprende ni puede comprender, debe someterse, si es sincero, a una contradicción y escindir el objeto en apariencias opuestas. El mundo occidental ha salvado la Naturaleza, en la que cree por temperamento, por fe. El mundo oriental ha elegido el espíritu, decretando que la materia no es sino Maya. Las fuerzas del corazón son a menudo los factores que en última instancia llevan a la decisión, una mezcla entre lo consciente, lo inconsciente, la razón, la intuición, el sentimiento, la emoción... La investigación psicológica no ha logrado librar al rostro del alma de sus múltiples velos, pues ésta es lejana, inabordable y oscura como todos los secretos profundos de la vida, una vida misteriosa en esencia, que deja todo en manos de la fe, de la creencia, del "como si". Luego entra en juego lo social, en cómo nos afecta en nuestra seguridad, la discrepancia o coincidencia entre nuestras opiniones. La verdad es algo social, pero, claro, el otro sigue siendo una construcción mental. ¿O no? No sé si estáis o no, pero yo actúo "como si" de verdad existierais. Dudo porque pienso, actúo porque creo.  Con qué facilidad nos ofendemos si no se comparte nuestra convicción. Experimentamos incluso un miedo abominable ante la idea de quedarnos solos frente a nuestra convicción. La conciencia individual está rodeada por los abismos del inconsciente. Basta simplemente un poderoso afecto para perturbar: "la cólera me ha puesto fuera de mí". La conquista de la conciencia fue el fruto más precioso del Árbol de la Vida. Conciencia significa ruptura y hostilidad. Dios es una teoría, una concepción, una imagen que el espíritu humano crea, en su insuficiencia, para expresar la experiencia íntima de algo impensable e indecible. Dios es la imagen del misterio, misterio que en algunas religiones ejerce una fascinante atracción esperanzada. Nuestra conciencia es como un actor que hubiera olvidado que está interpretando un personaje. La conciencia es un foco estrecho y efímero, prepotente e incapaz, pero generadora de ilusiones profundas y consistentes. El cuerpo es para el hombre un aliado dudoso, pues a menudo produce lo que no nos gusta, nos esclaviza y nos sirve de soporte. Para un intuitivo lo real es precisamente lo que no es, sino lo que debería ser. La intuición es la elección inconsciente (¿un razonamiento sin lenguaje?). Lo emocional es reacio a seguir las órdenes del yo, por eso el hombre hace siempre lo que quiere, pero no puede querer lo que quiera. El arquetipo designa a una imagen originaria que existe en el inconsciente, un complejo, que no es fruto de la experiencia personal, es innato, un centro cargado de energía. El mundo cristiano es el mundo del sujeto que sueña el mundo superior, mientras que el mundo del pagano es un mundo subterráneo que ha sido superado. Nosotros solo concedemos crédito a la conciencia, Jung y Gebser nos intentan mostrar cuánto estamos dejando de lado bajo esta simplista concepción.

El arte como religión

Tarkovski escribe en “Esculpir en el tiempo” que "se presentan como una revelación, como un deseo del artista, un deseo apasionado que refulge repentinamente, un deseo de acogida intuitiva de todas las leyes del mundo, de su belleza y su fealdad, de su humanidad y su crueldad, de su ser ilimitado y de sus límites. Todo esto, el artista lo reproduce en la creación de una imagen que de forma independiente recoge lo absoluto. Con ayuda de esta imagen se fija la vivencia de lo interminable y se expresa por medio de la limitación: lo espiritual, por lo material; lo infinito, por lo finito". Está hablando de religión o de misticismo, del destello divino, la esperanza en la unidad infinita. El arte, así concebido, se ha convertido en la única manera de hablar de religión sin que los progres del pensamiento dominante te apedreen.

Los museos son los templos de hoy en día, llenos de fieles que no entienden nada, pero, como antes en las iglesias, se ven y son vistos, y calman sus conciencias llenas de recuerdos de tiempo malgastado.

La ‘Patafisica como conciencia de un estado de conciencia especial

Una poesía filosófica, o filosofía poética, como diría Zambrano, musical, míxtica, donde lo verdadero es la alucinación, la hermenéutica cínica, lúdica y excéntrica, que sabe reconocer que la visión no está en los filósofos, sino en los artistas.

Definición

La palabra «patafísica» es una contracción de ἐπὶ τὰ μετὰ τὰ φυσικά («epí ta metá ta physiká»), que se refiere a 'aquello que se encuentra «alrededor» de lo que está «después» de la Física'. La Metafísica se topó con sus propios límites. Más allá solo nos queda jugar con las interpretaciones, con las posibilidades, con la locura, con las alucinaciones.

Un saber inútil. Sería útil si supiéramos lo que de verdad es útil. Todo empezó como una broma de un excéntrico payaso. Pero derivó a un peculiar método contemplativo y literario, un especial movimiento en pro del reposo contemplativo, que se extasía con los destellos edénicos que surgen del misterio profundo. “Un gran poeta francés de comienzos de este siglo, Alfred Jarry, el autor de tantas novelas y poemas muy hermosos, dijo una vez, que lo que a él le interesaba verdaderamente no eran las leyes, sino las excepciones de las leyes; cuando había una excepción, para él había una realidad misteriosa y fantástica que valía la pena explorar, y toda su obra, toda su poesía, todo su trabajo interior, estuvo siempre encaminado a buscar, no las tres cosas legisladas por la lógica aristotélica, sino las excepciones por las cuales podía pasar, podía colarse lo misterioso”, nos dice Cortázar.

Destellos que significan lo que una voluntad (en términos schopenhauerianos) real decida. La realidad no está en conocer el ser, sino en el querer, siendo el conocimiento una forma sutil de querer.

Sabemos que un epifenómeno es lo que se agrega a un fenómeno. Estamos más allá de la metafísica, al igual que la metafísica lo está de la física. Por qué sino Cortázar dice que “El hombre de nuestro tiempo cree fácilmente que su información filosófica e histórica lo salva del realismo ingenuo. En conferencias universitarias y en charlas de café llega a admitir que la realidad no es lo que parece, y está siempre dispuesto a reconocer que sus sentidos lo engañan y que su inteligencia le fabrica una visión tolerable pero incompleta del mundo. Cada vez que piensa metafísicamente se siente «más triste y más sabio», pero su admisión es momentánea y excepcional mientras que el continuo de la vida lo instala de lleno en la apariencia, la concreta en torno de él, la viste de definiciones, funciones y valores (...) Si se lo interroga, dirá que no cree del todo en la realidad cotidiana y que sólo la acepta pragmáticamente. Pero vaya si cree, es en lo único que cree” ¿Qué es lo verdadero? ¿Qué es lo real? En el fondo nada es evidente. El hecho de que hoy nos parezcan evidentes tantas cosas, casi todas, es uno de los errores de nuestra actitud anímica. La realidad está compuesta de creencias, pero hay que saber que son creencias, y no por serlo son débiles, qué va, son creencias fuertes, potentes, generadoras de una sólida realidad.

Lo excepcional

Estudiamos las leyes que rigen las excepciones, explicando un universo suplementario al común, como "solución imaginaria que atribuye simbólicamente a los lineamientos las propiedades de los objetos descritos por su virtualidad", los síntomas no observados por todos aquellos que buscan la semejanza, lo general, la síntesis, la analogía, el Uno, místico o racional, el Logos, la ley del todo.

Huímos de la gran explicación unificadora que propugna la ciencia y el místico. Ser es encontrar regularidades al estar. Por ello, dada nuestra aversión por lo normal, por lo regular, nosotros nos dedicamos a estudiar los “estares” no los seres.

Analizamos fenómenos puros, no nos fijamos en las sombras proyectadas platónicas: analizamos fenómenos sin broncear. Y cuando detrás del fenómeno ya no se percibe la alargada sombra nouménica, el fenómeno se convierte en noúmeno.

Queremos ser una crítica al sentido común, a los dictados de la moda. Nuestros héroes son los cínicos, los extravagantes, los heterodoxos. La verdad huele a moda. Preferimos la verdad de los raros. Así, Cortázar comenta que “mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, puesto que entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia; si viviendo alcanzo a disimular una participación parcial en mi circunstancia, en cambio no puedo negarla en lo que escribo puesto que precisamente escribo por no estar o por estar a medias (...) Escribo por falencia, por “descolocacion". “También el filósofo se extraña y se descoloca deliberadamente para descubrir las fisuras de lo aparencial (…) Su actitud se vuelve defensiva, egoísta si se quiere puesto que se trata de preservar por sobre todo la lucidez, resistir a la solapada deformación que la cotidianidad codificada va montando en la conciencia con la activa participación de la inteligencia razonante”.

La música

No podemos olvidar referirnos al arte puro, a la música. La espiral es el símbolo que nos acompaña, como muestra de torbellino, sol, luz, fuerza cósmica arbitraria, respiración del misterio, peregrinaje del alma. No hay un sistema cerrado, circular. No cree en el eterno retorno nietzscheano. Avanza o retrocede, en función del sentido que imagine. La música está implícita, cómo no, en la espiral de la clave de sol, que traza una curiosa rúbrica y reafirma la presencia de un mundo sonoro, un silencio roto por estallidos de vibraciones armónicas que cambia el estado nunca ecuánime de los hombres y que nos alimenta de nuevas voluntades. Dentro de nuestro método patafísico de contemplación del mundo la música, en especial la clásica, tiene una importancia fundamental. Schopenhauer ya dijo que en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad, música como una revelación más alta que ninguna filosofía, que empieza donde se acaba el lenguaje y, quizás, me permite comunicarme con el más allá. La pintura, la escultura, son artes menores. Donde esté la música, el arte misterioso por excelencia, el lenguaje inefable que habla de lo inefable, y que para ser accesible a la masa se ha prostituido y ha acabado muriendo  rebajado a la melodía hueca y al ritmo. Un arte que se recuerda, se anticipa y se extingue en meros compases superficiales y machacones. La repetición solo es válida cuando se busca en la música la conciencia de un estado hipnótico. La música, como arte puro, debe ser armonía y atonalidad, representación de la voluntad misteriosa. La armonía no se canturrea, te agarra el corazón, te lo expande o te lo estruja, te da la vida o te la quita. La atonalidad, su disonancia, se vive como tensión pero se disfruta, al mismo tiempo, en la tensión, en la esperanza en la Unidad, en la Tonalidad Suprema, en el Tao, en el fin de la tensión, en el fin de la resistencia, en el fin de la conciencia. La atonalidad te promete algo. Lo único que dice la tonalidad son simplezas. De lo que no se puede hablar, mejor callar, y si se habla, mejor que no se entienda. ¿Para qué entender una película de Tarkovski? Es mucho mejor quedarse asombrado, expectante y jodido.

El triunfo del Estar sobre el Ser

Si en lenguaje Patafísico un agujero es una ausencia rodeada de presencias y esto es interpretado como un pensamiento absurdo para la masa, quiere decirse que la ‘Patafísica es solo para iniciados, para una élite. Lo absurdo no es lo ilógico sino lo excepcionalmente lógico.

Homenajeemos a nuestros patacesores, aquéllos patafísicos que vivieron antes del nacimiento de le ‘Patafísica, pero que ya eran patafísicos por naturaleza: Sócrates, Platón, Lao-Tse, Diógenes, Pascal, Berkeley y tantos otros plenamente conscientes de la Caída.

Julio Verne quería conseguir que lo fantástico pareciera científico. Cortázar, sin embargo, quería lo contrario, que el orden anodino y calmo de lo real desvelara los abismos de asombro que lo sostienen. Leyendo a Hawking, a Dawking o a cualquier otro científico inculto, se recobra vivamente el sentimiento del absurdo: la teoría de las cuerdas, el Big Bang, los multiversos… Ya no hay que creer porque es absurdo, sino que es absurdo porque es imprescindible creer…  para poder vivir, para poder moverse, ante una realidad inconcebible.

Quizás Vila-Matas sea un nuevo sátrapa patafísico, de momento oculto. Él conoce que nuestra verdad proviene de la alucinación, de la dictadura del instante, del estar, del presente preciso. La dictadura del ESTAR que ha destronado la del SER. Seamos conscientes, a partir de ahora, de que nuestra certeza solo tendrá cinco minutos de vigencia.