domingo

DIARIO DESPISTADO (por A.P.)





Lunes, 3 de febrero de 2003
.

Empiezo a escribir este diario en un día en el que me escasean las ideas, en el que me siento con capacidad de reflexionar sobre pocas cosas, pero en el que soy capaz de hacer el esfuerzo de sentarme aquí a escribir por la sencilla razón de que he gozado de una suave jornada de trabajo. A los partidarios de la peregrina teoría que dice que el trabajar fomenta la actividad mental, estabiliza, y además entretiene, les diría que en efecto, que fomenta la actividad mental, pero la convierte en sectorial y selectiva. Que estabiliza, es cierto, guiándote por un solo camino e impidiéndote conocer otros; y desgraciadamente entretiene, entretiene hasta el punto que te pasas la vida entretenido y entretenidamente te mueres.

Se supone que empiezo a escribir este diario para clarificar mis ideas. Al parecer, según se dice por ahí,  el verbalizarlas por medio de la escritura ayuda a asentarlas en tu cabecita y que dejen de revolotear como pájaros en una jaula, que se posen, se aferren con sus garras  y sirvan para hacer de ti una persona más sólida, más centrada, más convincente (contigo mismo se entiende.) Pues bien, tengo serias dudas que ese estado sea el óptimo. Puede ser que sea bueno para tu llamada “estabilidad emocional”, pero corres el riesgo de convertirte en un ser seguro de ti mismo, y eso, con perdón, da mucha risa. Los seguros de sí mismos sólo se sienten seguros de si mismos cuando “juegan en casa”, en territorio conocido, trillado y recorrido cientos de veces, donde no cabe la sorpresa. Cuando “juegan fuera”, valga el símil futbolero, solo mantienen la postura de seguros de sí mismos, y eso normalmente es suficiente para los que los contemplan y para contemplarse ellos mismos. Además, esas situaciones suelen ser de corta duración en el tiempo, ya que en seguida corren a refugiarse en su universo reconocible y protector.

Hay otros tipos de “seguros de si mismos”. Por ejemplo, los que no tienen nada que perder: ¿conocen Ustedes a algún mendigo al que no se le vea seguridad en su actitud?
Otro es el de los de pensamiento limitado o fronterizo, y digo fronterizo por las murallas que rodean en cuatro dimensiones su visión y por su cercanía a la frontera que separa un cerebro capaz de otro que no lo es. Ni que decir tiene que esta última especie es muy abundante (puede parecer soberbia, pero no lo es, que más quisiera yo que fuera de otra forma) y con tres ideas bien plantadas, pueden llegar lejos en la pirámide social (el “triunfo” es de los especialistas.)
Sinceramente pienso que la seguridad, es mayormente postura, que quien esté seguro de algo es seguro un idiota, que las seguridades sólo sirven para ir a comprar el pan, que “cogito ergo sum” y que solo sé que no sé nada.

Hasta mañana.



Miércoles, 5 de febrero de 2003


  La actualidad viene marcada por la futura guerra USA-Irak. El gobierno español está a favor de la guerra, mejor dicho, a favor de EEUU, que desea agredir  a Irak. Digo a favor de EEUU y no de la guerra, porque al gobierno español la guerra en sí y sus supuestos beneficios, como el desmantelamiento de presunto armamento de destrucción masiva poseído por Irak y el evitar su apoyo a grupos terroristas, importa y afecta muy poco a España. Es simplemente una inversión de futuro con rendimiento a medio y largo plazo. La oportunidad es magnífica: muchos países de occidente, entre los que se encuentran los pesos pesados (por economía, historia e influencia) Francia y Alemania, no están a favor de un ataque inmediato; lo que permite a España por una vez no parecer un país anodino en el concierto mundial. Por otra parte, el tener un “amigo” tan poderoso le da fuerza en infinidad de asuntos próximos como la lucha contra el terrorismo nacional, las relaciones con Marruecos, su peso político en organismos como la ONU, la OTAN o la CE, u otros asuntos  que se plantearán en el futuro.

Reconozco que los motivos del ataque de EEUU me son ajenos y no encuentro ninguna explicación convincente. La prensa habla de sus intereses petrolíferos en la zona (el gobierno Bush está formado por magnates petroleros,) la versión oficial de destruir sus armas químicas para prevenir así un ataque terrorista en EEUU (deberían entonces atacar a medio mundo) y otros del gusto de EEUU por guerrear. Quizás el asunto es mucho más sencillo y realmente el gobierno de EEUU se ha creído su propia historia del llamado “eje del mal” contra el que luchan desde que sufrieron los atentados del 11 de Septiembre.

Todo esto de buscar explicaciones pragmáticas está muy bien, pero lo que va a ocurrir no se juega sobre un tablero del “RISK”. Quienes allí van y sufrirán situaciones horribles  son personas de carne y hueso, muchos con sensibilidad, ambiciones, inteligencia, ganas de vivir, por no hablar de los niños.... Muchas van a morir, otras quedarán física o moralmente destrozadas para siempre. Se ha creado el concepto de “guerra preventiva”, ¿se trata de evitar una futura guerra desencadenándola ya en el presente? Moralmente esta guerra es impresentable. Se dice que Irak no ha cumplido con las resoluciones de la ONU referentes a su desarme ¿cuántas no ha cumplido Israel, un peligro real y constante para la paz mundial?. Se acusa a Sadam Hussein de ser un tirano, un dictador ¿vamos a invadir todos los países gobernados por un dictador? No venero las dictaduras, pero le estamos otorgando a la democracia el carácter de legado divino, de forma de gobierno perfecta que debemos imponer a los demás. También al parecer vamos a mejorar las condiciones de vida del pueblo iraquí (son pésimas gracias al embargo impuesto por occidente.)
En fin, como siempre y en todos los niveles, lucha por el poder. Y el poder ¿para qué?  Siempre he creído que para fornicar, pero me resulta difícil creer que los motivos de Bush vayan por ese camino. O sea, que tanto sufrimiento y escándalo ya ni si quiera para satisfacer los impulsos sexuales del presidente de EEUU, si no por algo peor:  su vanidad.


Lunes, 3 de Marzo de 2003

Un mes hace ya que no me siento a escribir nada, pero ya se sabe: PEREZA + TRABAJO + RUTINA + VIDA ACELERADA + RESOLUCIÓN DE NIMIEDADES + RELACIONES SOCIALES (salvo honrosas excepciones)   =   A NADA,  a pasar por encima de la vida sin enterarte, a ser una hormiga que se mueve en la misma dinámica que las demás, a la misma velocidad, con el mismo sin sentido.

 He adquirido un libro que compara religiones orientales y occidentales, y que ayuda a entender de una forma más o menos clara la filosofía de las primeras. Llama la atención la complejidad de sus ideas  en comparación con el judeocristianismo occidental. Este viene a decir: ¿qué tiene Usted angustia por su muerte?, no se preocupe hombre, hay un dios todopoderoso, todosabiduría,  que conoce las respuestas a todas las grandes preguntas, que le premiará con la felicidad (el cielo) si usted cumple tales ritos, si es “bueno”, si sigue el “cristiano way of life”, si tiene fe.
  Hay que reconocer que lo de la fe es muy ingenioso. Es un chantaje casi mafioso: cree en esto, auque no tengas razones para ello, porque si no la ira de Dios caerá sobre ti; es decir, señor comerciante, pague Usted su protección de nosotros mismos o le destrozaremos la tienda.
 Asusta oír a personas-referencia de todos los ámbitos hablar de su fe sin sonrojarse, y sorprende escuchar a gente que valoran defender el cristianismo, el catolicismo y los menos incluso se atreven con la Iglesia, ¿es que esa gente no ha estudiado historia?

Pero en fin, lo más interesante del libro es que por fin me empiezo a enterar del universo hinduista. Metido entre todo ese entramado de dioses, historias mitológicas, castas y exóticos ritos, resulta que hay una curiosísima concepción del mundo.  Es algo así como que todos somos un pedacito (un atman) de un dios que esta viviendo un sueño (el maya, el universo); que baila una especie de frenética danza en la que todos participamos, una danza en la que nada es ensayado sino improvisado, y que por tanto su movimiento casual provoca reacciones causales (esto último es mío). Habría mucho que hablar sobre esto. En lo antropológico  uno empieza a entender algo de la estética de las danzas balinesas hindúes, de como se representa figuradamente a Shiva . Hay que reconocer que es una sugerencia mas imaginativa y compleja que el simplismo cristiano. He estado en la India y estoy seguro que a pesar de ser el pueblo más religioso del mundo, la inmensa mayoría viven pendientes de ritos, actos de fe (otra vez) y demás superficialidades. Parece que el mensaje fundamental de la religión a todo el mundo le importa un carajo y lo que quiere es no angustiarse con su muerte pagando lo que sea, y de la forma que sea. Mal negocio:  inversión  muy costosa (tu propia vida), para recogida de beneficios engañosos en el presente (tu tranquilidad también engañosa) y grandes beneficios en el “futuro” (otro karma, el cielo.) El gran imponderable está en las comillas de “futuro”. 




Jueves, 13 de Marzo de 2003

 He de hablar de una de las experiencias más desconcertantes que he vivido.

Cena el sábado con A. y RG en un restaurante japonés. Bajo la formula siempre efectiva del vino y la comida, la conversación, que empieza formal y plana, se va animando y se dirige hacia caminos poco habituales. Sale el tema del sexo, y uno de los aspectos que se trata es el de la entrada de terceras personas en las relaciones con nuestras parejas. A. y DE nos confiesan (a mí DE no me confiesa nada, yo ya lo sabía) que tienen la fantasía de hacer sexo con otra mujer. Esto es muy común en las mujeres normalmente heterosexuales, y es difícil de explicar porque no se produce en los hombres. Lastima que Freud no esté vivo, es una pregunta para él.

De forma natural, y como consecuencia lógica de la conversación, RG propone ir a un lugar de intercambio de parejas. Este chico tiene la cualidad de decir cualquier cosa de una forma tan sana e inocente, que aleja cualquier mal pensamiento hacia él. Podría proponerte violar y cortarle la yugular a dos ancianitas de una manera tan sutil, que tú correctamente le dirías que no apoyándote en cualquier excusa, y te irías a dormir. El caso es que su proposición desencadenó una tremenda agitación en los que estábamos en la mesa. Era pasar de la fantasía, y sabemos que el sexo es casi todo fantasía, a actuar en la realidad.

Así que una vez terminada la cena, nos dirigimos al pub, bar o cualquiera que sea su nombre oficial. Entramos, previo sablazo económico, y nos encontramos una especie de pub “retro años 80”, es decir, sillones de terciopelo rojo enfrentados, música pretendidamente caliente ... (baladas y rock comercial americano). Una señora de unos 45 años nos ve al vuelo la cara de cohibidos  y se presenta como relaciones públicas. Nos ofrece enseñarnos el local. Como una guía turística con sus 4 japonesitos nos va paseando por los diferentes departamentos: “aquí el “jacuzzi” en el que podéis bañaros o “hacer los deberes” (qué horrible expresión), si queréis toalla os prestamos una dejándonos un pequeño depósito; aquí la mazmorra donde se puede jugar a ... (explica un juego de niños con el final que todos imaginamos); aquí los reservados donde si no queréis que os inoportunen debéis pasar la cortina, si queréis lo contrario la dejáis abierta;  aquí la pirámide, muy cómoda para practicar sexo oral sin dañarse los riñones ... A cada explicación todos respondíamos con un “Si” “Qué bien” o “Claro, claro”.

  Terminadas las explicaciones para el uso y disfrute del local, nos tomamos una copa en la zona de “introducción” del pub. Las chicas, que pese a su retraimiento inicial, se muestran ahora muy audaces, nos proponen a los alucinados machos separarnos e ir a contactar con alguna pareja, para conocer el sistema de relaciones sociales que allí rige. Ya había pasado algo de tiempo, y DE y yo nos dirigimos a las zonas calientes que anteriormente nos había mostrado la “relaciones púbicas”. Lo que allí vimos nos hacia que nos tuviéramos que cerrar la boca el uno al otro. No es lo mismo contarlo que pasearse entre parejas, tríos, dobles parejas y repokeres de brazos, piernas, pollas, cabezas y coños. En la mazmorra, y bajo el pretexto de bailar agarrado, a parejas que ya estaban tocándose se les unía otra pareja u otro individuo. Hay que decir que había una especie de rutina en el semblante de los participantes, no expresaban una especial emoción; ni comparable a la que yo albergaba.

Una vez visto esto, regresamos junto a A. y RG que también habían asistido al espectáculo:

-         Sé que este no es mi sitio –dice A..
-         Me parece un poco precipitada esa conclusión –respondí- . No somos más que meros parvulitos que acaban de entrar en el colegio.
-         Nosotros hemos decidido que vamos a probar, pero con alguien conocido. –dice RG-Así que si os animáis alguna vez, nos llamáis ...
-         Lo tendremos en cuenta -respondo perplejo y no seguro de haber entendido lo que he entendido.

  Ya dije que este hombre puede decir cualquier cosa sin que se enrarezca el ambiente, así que como un tema más expuesto sobre la mesa, todos empezamos a dar nuestra opinión. Quizás yo fui el más reticente por razones que otro día explicaré, pero el caso es que esa noche, definitivamente, no nos acostamos con nuestros amigos. Una vez se marcharon, DE y yo pasamos bastante rato en el local tomando alguna copa. Cuando ya estábamos cansados y habituados al ambiente, una persona de aproximadamente nuestra edad empezó a entablar  una conversación trivial con nosotros. Maldije el haberle dado campo para que se pegara a nosotros, ya que las experiencias de la noche me habían parecido más que suficientes y estaba mentalizado para irme a casa. DE le siguió la conversación, lo que hizo que nos presentara a su mujer y sus amigos. Contamos que éramos novatos en el ambiente, que nos había sorprendido mucho, ellos nos contestaban que fortalecía la relación de pareja, que era sólo sexo, etc. (hay que decir que principalmente se dirigían a DE, ya que a mí me traslucía la cara de perro de cuando no me apetece nada hablar con alguien.)  El chico le preguntó a DE lo que al parecer es moneda corriente en todas las conversaciones sobre sexo:

-         ¿Te gustan las mujeres?

DE afirmó tímidamente con la cabeza. Hay que decir que a ella le gustan las fantasías con mujeres, que le gusten las mujeres está por ver.
.
-         Mari, - dijo, refiriéndose a su mujer,- ¿Por qué no te la llevas?
-         Claro, ahora vamos a ir todas al jacuzzi.
-         No se ... no se qué hacer – dijo DE completamente atribulada (cuando está en ese estado es adorable, quizá porque veo indefensa a una mujer que normalmente muestra lo contrario.)
-         Anímate, es sólo sexo. Si no lo pruebas, no vas a saber si te gusta. Nosotros prometemos mantenernos al margen.
-         Habla por ti, gilipollas – pensé  para mí.

Tras muchas dudas y tiras y afloja, nos dirigimos los cuatro al dichoso jacuzzi, con la idea de decidir allí según viéramos el ambiente. Mari, que por cierto estaba bastante apetecible, se desnudó entera nada más entrar, privándonos de una buena dosis de morbo. En el jacuzzi ya había cuatro o cinco personas, entre ellas un gordo bastante desagradable tirado en una colchoneta, como esperando a ver que caía por allí.  Como nos quedábamos bajo el dintel de la puerta, y no nos atrevíamos a pasar, uno de los que había dentro chilló: “Cerrad la puerta, joder”. Salimos otra vez fuera, cuando llegaron, procedentes de la barra, los amigos de nuestros “introductores”. Hubo saludos y muecas de colegueo entre ellos. Pasaron dentro. Uno de los amigos, educado y sereno, se quedó hablando con nosotros. Nos recomendó, que si no nos atrevíamos a entrar ahí, nos fuéramos a un reservado del local y lo hiciéramos los dos solos. Apareció la mujer de un amigo suyo y le dio como saludo un tremendo beso con lengua hasta el gaznate. Le digo a DE que yo ahí no entro, que necesito algo más íntimo; DE se muestra de acuerdo conmigo De repente se abre la puerta y vemos a la mujer del educado y sensato, junto con otra, comiéndose la polla de otro de sus amigos, un tal Iñigo. Este nos mira con sorna (no está ni empalmado) y nos anima a entrar. Por detrás se oye: “¡A ver, los novatos, que pasen! ”. Comento con nuestro primer anfitrión, no recuerdo su nombre, que necesitamos algo más privado, que no podemos entrar ahí la primera vez. Que si nos dejara a su mujer, sí que nos iríamos a un privado con ella, solos los tres. Se muestra solícito, y corre a buscarla. Yo alucino por decimoquinta vez en la noche y me tambaleo. Pero ha sido demasiado tarde y Mari ya está metida en harina. Lástima, la próxima vez será. Nos vamos. Una de las chicas del ropero nos habla largo rato sobre el jersey que llevo..., es igual que el de su novio. Por fin salimos y nos dirigimos a casa.

Una vez allí hacemos el amor excitadísimos, una de esas veces para enmarcarlas. El calentón nos dura todo el día siguiente. Nunca jamás he tenido la libido tan por las nubes, hasta tenía una parte de sufrimiento, como si deseara que se me acabara tal ataque. No pegué ojo en toda la noche.

Después de esto no sé que pensar, la experiencia es de tal peso que de momento aplasta cualquier reflexión. Es fascinante que en el mundo haya tantos submundos por sentir.

Viva la biodiversidad.


Viernes, 25 de Abril  de 2003


Últimamente me rondan algunos pensamientos sobre el comportamiento humano. Para mi amigo RG, psicólogo de profesión, somos una mezcla de dos variables principales: por un lado la capacidad intelectual, y por otro la personalidad. Ésta a su vez se divide en tres ejes medibles: estabilidad emocional, introversión – extroversión y nivel de psicopatía. Estos a su vez ramifican en otras características que van afinando la personalidad, así hasta obtener un retrato lo más ajustado posible de cada individuo.

Capacidad intelectual, ¿qué es eso? Dice la teoría más ortodoxa que es la capacidad de resolver situaciones nuevas. ¿Y cómo se puede medir la capacidad intelectual aisladamente sin tener en cuenta la personalidad? Demos como cierto que los test de inteligencia miden realmente esa capacidad. Bien, pues los resultados de un niño enfrentado a un test variarán según su estado de ánimo, su motivación, sus circunstancias sociales, culturales, económicas, lo que va a hacer después del test, según quién vaya a leer el test y a quién le cuenten los resultados. Resumiendo, según su personalidad (o genética), su experiencia y su entorno. ¿Se es más inteligente cuánto más experiencia se posee? Rotundamente sí. Aunque por su puesto hay que decir que esa experiencia no marca igual en todas las personalidades (o genéticas.)

Dice José Antonio Marina que la gran diferencia entre una inteligencia humana y otra animal o computacional, es la capacidad de crear, de inventar. Aunque estoy en contra de considerar al ser humano una “clase” diferente de vida, sí estoy de acuerdo en lo que respecta a la comparación con los animales. La evolución animal es una selección natural pura y dura. La cantidad de grasa y la tupida piel que visten las focas son posibles porque durante milenios han sobrevivido más años las focas que nacían con estas características, y cuánto más años viven, más tiempo para procrear focas parecidas a ellas. Sin embargo, el físico de un hombre de hace cincuenta mil años no era muy diferente de uno de hoy en día. La diferencia está en que su supervivencia no ha venido marcada principalmente por su fortaleza física, si no por la capacidad de crear. ¿De crear qué? Pues en mi opinión el mayor y más útil invento de la humanidad ha sido el lenguaje. Con él ha podido transmitir a las generaciones venideras toda su experiencia acumulada para adaptarse a los cambios, a las “situaciones nuevas”. Ha podido moldearse a voluntad para vivir el polo norte y en el ecuador, y su capacidad de inventar le ha permitido pasar de recolectar y cazar, a cultivar y criar ganado. Es decir, ha podido permitirse el lujo de dejar de jugar a la ruleta de la genética hereditaria. Gracias a eso hoy podemos vivir, como uno más entre nuestros semejantes, los que somos miopes, los que no somos especialmente fuertes o habilidosos, y los que no nos enfrentaríamos a los otros machos por procrear. Desde aquí te doy las gracias,  primer ser humano que balbuceaste palabras.

El baremo que yo uso para medir la inteligencia ajena (la mía no la puedo medir: una inteligencia no se puede valorar a sí misma) es la cercanía o lejanía de lo que yo llamo  “lucidez”. ¿Qué es para mí la lucidez? La capacidad de asomarse por encima de lo que arriba llamaba entorno, incluido uno mismo. La abstracción de la circunstancia, obviar el estado físico, el anímico, la cultura que te rodea, quitar de delante de tus ojos todos la maleza que te impide “ver”. En una estadía superior, sería incluso el liberarse de prejuicios propios, educación, ideas preconcebidas, y contradiciéndome con lo dicho anteriormente, de la experiencia. Esto estaría cercano al concepto budista de “vaciarse interiormente”.


Sábado, 31 de Mayo  de 2003


Recapitulación personal, puesta al día, resumen de lo que soy (junto con mis circunstancias, que diría Ortega).

 Tengo 32 años, edad en la que se goza de una buena combinación de físico e intelecto. Tengo un pequeño negocio, que hasta hoy cumple sobradamente mis necesidades económicas. Tengo una compañera atractiva con una inteligencia muy femenina, lo cual provoca por momentos cierta desarmonía. Tengo diversos bienes materiales: casa y coche de segmento medio, y todas las    pequeñas cosas /caprichos que yo pueda desear. Tengo buena salud. Los que me rodean, padres, hermana y sobrinos, también la tienen (mi madre, operada de cáncer hace 4 años cree que no, pero eso es otro cantar, hablo de salud física.)    Podría decirse que eso son circunstancias externas a mí, pero no es cierto, forman parte de mí mismo. Hagamos la prueba de cambiar el verbo tener por el verbo ser:  “Soy 32 años ..., soy un pequeño negocio ...,  soy una compañera atractiva ...., soy diversos bienes materiales ...”. Pues bien, pese a que aparentemente todo está bien en mí (y en mi circunstancia) me invade cierta desazón y ansiedad. ¿La razón? Intuyo que estoy en la flor de la vida, que tengo el océano abierto delante de mí y un velero decente con el que navegar por el mar de la experiencia, de la agradable y la desagradable, del placer y del dolor, de la felicidad y la frustración. Ese velero actualmente está varado en la farragosa vida burguesa.

Hace tiempo pensaba que el objetivo de la vida era ser feliz la mayor cantidad de tiempo posible. Era un iluso. El sentimiento de felicidad prolongado estupidiza y pierde el sentido cuando no tiene la referencia de la insatisfacción. Tengo vivos en mi memoria momentos de felicidad, y cuando estoy siendo consciente que soy feliz me digo “¿bueno, y qué? ¿esto es todo? ¿se acabó el camino? ¿no hay nada más que ver?”

 Hoy soy mucho menos ambicioso. Me conformo con sentirme vivo, pero eso no es tan fácil. Existe un test infalible para saber si uno ha estado vivo o no. Consiste en elegir un día del calendario ya pasado y buscarse en la memoria qué fue de su vida ese día. Si se recuerda con nitidez lo acontecido ese día, su ubicación y los sentimientos que nos provocó, significa que se ha estado vivo. Algunos dicen, y yo estoy en gran parte de acuerdo, que el truco consiste en vivir continuamente el presente. El problema es el tipo de presente que tiene uno delante, si merece ser vivido. Si no merece ser vivido, habrá que intentar cambiarlo, cambiar la circunstancia para que cambie “yo”, para que “yo” se encuentre más a gusto en sus pantalones. Ojo, no espero encontrar una panacea en lo que me acarree la nueva circunstancia, simplemente poner en marcha un mecanismo de cambios que vaya más a acorde con la manera de funcionar del mundo y por lo tanto de mi “yo” que forma parte de él. Todo está en continuo cambio, e intentar bajarse del autobús  en la estación que nos gusta para quedarse allí es causa segura de “no vida”. No nos queda más remedio que seguir en el autobús, o parar y subirse al siguiente. Sé que los que se quedan en la estación, al final también se ven obligados a dejarla, pero de mala gana y con sufrimiento. Es mucho mejor asumir tu poco control sobre la vida y enfrentarla con alegría y expectación . Y cuando el conductor del autobús se salga de la carretera y se estrelle, será un alivio saber que yo no soy el responsable.

Por el momento, no hay más.


Martes, 24 de Junio  de 2003


Tengo billetes de avión para Ibiza. Bien. Vamos a ver si puedo olvidarme del pasteleo reinante y saborear el espíritu que alguna vez tuvo ese lugar. Dicen que es una isla africana, africana del norte se entiende, de tierra roja, aroma de pino y Mediterráneo azul. Son aduladas sus puestas de sol, veremos si superan en lentitud y en naranja a las de la griega Santorini. El turismo de masas ha recalado allí, ha escogido ese lugar, o más bien lo han escogido por él,  y ahora es apoteosis de la frivolidad. Gente que se fuerza a pasárselo bien de la forma que uno debe pasárselo bien en esa isla. De momento las impresiones recibidas desde allí son negativas: precios abusivos y pago por adelantado

. En fin, confiemos en la mística propia, en poder mantener la inocencia aunque sea por momentos; en que el bagaje adquirido con lecturas que se desarrollaban en tiempos más graciosos me permita vivir Ibizas distintas. Si el presente está muerto, viviremos presentemente el pasado. En cualquier caso, bienvenidos sean el sol, los colores intensos, el ocio y la buena sintonía que me une a DE en atmósferas no gastadas por la rutina.


Domingo, 29  de Junio  de 2003


Sí, como se lee arriba, domingo. Día con en el que me encuentro todavía con la mente embotada como consecuencia de la salida nocturna del viernes. Viernes en el conseguí recuperar el estado adecuado para la diversión frívola. Éste se forma en la combinación de audacia, actitud experimentadora, y cierto sentimiento de irrealidad. En esto también juega su papel la vanidad, sensación que surge cuando uno se siente guapo, joven, triunfador y superior a los demás. Es un estado estúpido en el que la opinión favorable de los demás (cuando eres tan cretino de darle credibilidad ) te hace crear una opinión favorable sobre ti mismo Como consecuencia irradias seguridad y encanto, que sigue alentando la buena disposición ajena. La pena es que esta alimentación mutua llega a su fin por varias razones:
Porque tu vanidad se muestra a todas luces demasiado evidente, con lo cual se te ve el plumero y te produce vergüenza (algunos increíblemente mantienen el tipo.)
Porque la vanidad tiene como reacción la envidia, con lo cual el antes admirador pasa a convertirse en detractor, causando grave daño a la imagen que tú tienes de ti mismo, dado que tu imagen no es más que la que los demás tienen de ti.
Porque el suceso o sustancia estimulante que provoca las ganas de lucimiento ante normalmente una pobre audiencia, posee la cualidad inherente de la caducidad.

Aún así, es un buen proceder el sacarle partido a estos momentos. Uno se confirma en la creencia de que no es brillante en las relaciones sociales, porque no tiene interés alguno en ello. Esto ayuda a fomentar la propia autoestima, o lo que es lo mismo, tu “autovanidad”.


Martes, 29  de Julio  de 2003

Semana de vivencia solitaria, DE se ha ido una semana de vacaciones. He cenado y escucho a Thelonious Monk:. las notas al borde del desafine, su agresividad, el deliberado retraso en la ejecución. Su música duele. Es la misma sensación que cuando me clavo una uña en el borde de la encía, me daña y me gusta.

El fin de semana pasado he visitado Marbella, lugar único en la geografía española.  ¿Qué qué es lo que se ve? Pues se ve riqueza, coches de lujo, yates, imponentes mujeres que corren al olor del dinero, pijos con pinta de millonarios que corren al olor de las mujeres, conversaciones frívolas, gente estirada, policías con pinta de matones, actitud de superioridad, risas ostentosas del tipo “mirad como me río, que dentadura tengo y que irónico soy”, cientos de personas recibiendo y emitiendo miradas. En resumen, una “berrea” bajo el manto del lujo.

Los dos días dormimos en Mijas, un bonito pueblo andaluz encaramado a una sierra encima del mar. En la noche del viernes, la grúa municipal retiró mi coche en un lugar donde nadie podría esperar tal cosa. Al día siguiente perdemos media mañana en ir a recogerlo. Está a unos 12 km.. Primero hay que pasar por la comisaría y el taxista me aconseja que sea amable con los agentes porque sino podrían tramitar mi denuncia por Tráfico. Esperamos un rato hasta que me hacen un permiso de recogida y nos dirigimos al depósito municipal. Es un descampado y las oficinas se ubican en una cochambrosa caseta de obra en la que hay un sofá, probablemente recogido de la basura, y una televisión encendida. En una mesa acorde con el resto del mobiliario me hacen un justificante por ordenador conforme me llevo mi coche. Nos sorprende ver desparramados por el descampado una gran cantidad de coches de lujo: un Ferrari con pinta de haber envejecido ahí, BMWs, Mercedes descapotables y un impoluto Audi TT . Nos cuenta el encargado del depósito que avisan a los dueños, pero que no vienen a recogerlos porque son narcotraficantes o bien porque los coches son robados con matrículas cambiadas. Dice que el depósito de Málaga es el más grande de Europa, que está lleno de coches , yates e incluso hay un helicóptero. Me pregunto si estoy en España o en algún viaje astral he cruzado el estrecho. Roña al lado del lujo.







Domingo, 28  de Septiembre  de 2003

Gozo de cierta calma mental, de un tranquilizador bienestar. A ello contribuye sin duda la lectura de un libro de Krishnamurti. Estos filósofos-gurús indios te atacan por el sentimiento, proponen un cambio radical de tu percepción de lo exterior y de lo interior, más bien hacen una sola cosa de ambas: todo eres tú (solipsismo) o tú eres lo mismo que todo. Al fin y al cabo no hay ninguna diferencia, combaten la dualidad en la que estamos educados, rompen el ego.

Anteriormente no entendía esa obsesión de algunos filósofos por trascender el ego, por sentirse parte de un todo. Ahora empiezo a comprender lo molesto que es estar siempre pendiente de tu pensamiento, de tu diálogo interno. Sólo cuando consigues “no pensar” empiezas a despertar. He sido siempre un firme defensor de la experiencia. Pensaba que somos lo que hemos vivido, lo que hemos aprendido, lo que hemos sentido (procesado por nuestra genética.) Todo esto formaba nuestro conocimiento y nosotros éramos nuestro conocimiento. Este conocimiento era siempre ampliable y nos conducía por un camino en el que cada vez iba haber más sabiduría, que a su vez nos iba ampliar la mirada sobre el mundo de forma que cada vez menos cosas te sorprenderían porque ya las has aprendido Sabes lo que son y como se desarrollarán. Esto tendría un resultado muy apetecible: la disminución de la angustia. Este es el concepto de sabio, “el que todo lo sabe”, y lo ideal era acercarse a ese personaje  lo más posible.

Esta teoría en sus fundamentos es la que se da por absolutamente verdadera en el mundo occidental. Obsérvese el sistema educativo (acumulación de conocimientos) y el mundo laboral (mejor cuánto mayor experiencia .)

Sin embargo sí hay algo cierto que te dice la experiencia: que nunca hay dos hechos iguales y que nada tiene porque desarrollarse de la misma manera.. La misma experiencia te dice que la experiencia falla. No digo que el conocimiento no sirva para nada. Sin él no hubiera jamás contactado con el pensamiento oriental y no estaría escribiendo esto, pero muchas veces creo que es mejor no leer periódicos, no almacenar conocimientos que ocupen y guíen nuestro pensamiento, no saber tantas cosas sobre diversos temas  que convertimos en importantes y que nos desplazan de lo que verdaderamente vivimos: nuestra intimidad, nuestro sentimiento. Inventamos mil distracciones para no mirarnos ni mirar con profundidad. Buscamos aventuras, amores, sexo, aficiones más o menos forzadas e ilusiones que nos convertirán en seres más felices. En fin, la cadena ficción-deseo-“¿satisfacción?”, tema para otro día. A lo que iba: el libro de Krishnamurti, partiendo de la base solipsista-holística (palabreja que el diccionario no nombra y que significa algo así como “totalidad”), se atreve a ofrecer soluciones aplicables, característica ignota en los libros de filosofía, para vencer a la angustia-miedo.

Este hombre tiene clara la receta: la percepción pura. Reniega de conocimientos, de sistemas, cualquier intelectualización o teoría no tiene ningún valor, el pensamiento es un estorbo: sólo se puede hablar de hechos. Y ¿qué es un hecho?. Pues algo que ocurre en nosotros realmente, es decir, un sentimiento. Y dice que la sola percepción clara y profunda del miedo, anula ese miedo. Para ello tenemos que evitar que surja el pensamiento, el análisis. Nosotros no somos observadores que contemplamos el miedo: no hay dos partes, nosotros somos el miedo. Si somos capaces de entender eso se acaba el conflicto con el sentimiento de miedo.

Estoy de acuerdo con que simplemente puede ser un truco psicológico (una parte de la filosofía es eso, como lo es el juego del lenguaje), pero me parece que está más cerca de la raíz de la angustia innata al hombre. La razón convence a tu lógica, a tu pensamiento. Forma una teoría muy coherente; pero no te convence profundamente, sólo te engaña a corto plazo. La angustia es un sentimiento, y como tal, sólo puede ser cambiado por algo que juegue en su mismo plano. Y eso no puede ser otra cosa que otro sentimiento.

Lunes, 8  de Diciembre de 2003

Fin de semana casi infantil. He tenido oportunidad de perder el tiempo, sensación que apenas recordaba. He salido del carril que me lleva a  recorrer mi ocio a toda velocidad para detenerme primero a descansar y luego a pensar. No voy a insistir en que la velocidad no deja lugar para la reflexión, la reflexión por sí sola también se marchita. Una vez más la manía humana de encontrar una fórmula perdurable e infalible se demuestra equivocada..

Aunque no se muestre claramente, esta es una de las principales ficciones de los individuos. Todos buscan una fórmula a aplicar para que todo funcione sólo y ellos se puedan echar a dormir. Y muchos la encuentran, pero el problema es que sólo les sirve para su reconfortarles en su vida exterior, pues en cuanto se dan de bruces con su vida íntima (y no se enteran que todo es vida íntima), la fórmula se muestra del todo ineficaz.

¡ Qué afán por medirse comparándose con los demás ! Si todo el esfuerzo que empleamos en competir y subir en el escalafón social, lo gastáramos en aprender a vivir con nosotros mismos, la coherencia y el sentido común harían esta sociedad mucho más habitable.

Lunes, 2  de Marzo  de 2004

 Sucesos notables ocurridos desde que no visito este diario: tres semanas en Marruecos, susto con la enfermedad de mi madre, sexo en pareja con otra pareja. Mirándolo bien, y en comparación con otras vidas que conozco, no me puedo quejar. Lo positivo es que los hechos me zarandean, me mantienen despierto. Cierto es que siempre tengo la lectura para sentir, sumergirme en otras atmósferas, hacerme recapacitar, abrir mi mente, conversar. Pero no es menos cierto que hay una frontera entre la realidad leída y la realidad “vivida”.

La gente se extraña de que Don Quijote confundiera lo leído con lo vivido. A mí me extraña que eso no nos ocurra a todos. ¿Me quiere alguien decir cuál es la diferencia entre leer una buena narración de un naufragio y el haber sido náufrago alguna vez? El poso que cada una de las dos experiencias deja en nosotros debería ser parecida, y sin embargo reconozco que no lo es. La primera puede destilar casi tanta intensidad como la segunda, pero será una sensación de corta duración, caducará a los pocos días. La segunda quedará fijada de manera completa en nosotros durante meses, quizá años, aunque al final también se acabará diluyendo.

Entonces estamos diciendo que la única diferencia entre el lector, oyente o receptor; frente al vividor de experiencias, es la profundidad de la huella que éstas dejan en su memoria, relacionada ésta con el tiempo que tarda en desaparecer (total o parcialmente). Damos por hecho que la profundidad del calado depende de la dureza del material con el que se encuentre. Por lo tanto nos atrevemos a decir que el mismo suceso leído por una personalidad sensible, puede ser igual de importante para ésta que el vivido por alguien de carácter poco impresionable.
(Seguirá)





Martes, 24  de Agosto  de 2004


  Me considero una persona racional, y por qué no decirlo, inteligente en ciertos campos, más allá de la media, dotado de cierta visión global. También creo que tengo algo asumida la idea de la muerte (unos días más que otros), y pienso que como en tantas otras cosas, no es tan fiero el toro como lo pintan. Al fin y al cabo, la vida no ofrece tantas variantes. Si has experimentado y curioseado por variopintas gentes, paisajes y pensamientos, todo te termina sonando. Hace tiempo ya que no consigo que nada me sorprenda profunda, originalmente, Todo tiene un padre, un hermano o un primo más o menos lejano, algo con que relacionarlo, una atmósfera que ya has respirado. La alternativa a esto es la rutina, solo salvada por la infantil e inagotable virtud de la curiosidad. Llama la atención esto de la curiosidad, por definición es una continua necesidad insatisfecha que se satisface  al no ser satisfecha. Espero no curarme nunca de ella, me imagino entonces como una especie de ser vegetal que únicamente sobrevive.

Bueno, volviendo al principio del párrafo, a lo de la resignación ante la muerte. Creo que la muerte forma parte de vida, o es que acaso, ¿cabe peor tortura que ser inmortal?.  Sería el estar condenado a cadena perpetua en una celda de grandes dimensiones, seguro deseando salir. Por lo tanto la muerte es ante todo una forma de libertad, un escape de las limitaciones de la vida. Por otra parte si decimos que da miedo, ¿miedo a qué?. Es un cambio, desde luego, cambio hacia otra cosa o hacia otra no cosa, pero no hay ninguna razón para pensar que el cambio sea a un estado doloroso o sufriente. Puede ser perfectamente placentero y tranquilo. O lo contrario. O nada. O a algo no sentido nunca. En fin, nada diferente a cualquier cosa que nos puede pasar en vida. Sinceramente, no veo la causa por la que hay que estar más angustiado ante la perspectiva de la muerte que ante la de levantarse al día siguiente de la cama. De aquí parece deducirse que el miedo no es a la muerte, sino a la pérdida de las posesiones, y no me refiero a las materiales, de lo que llamamos vida. Los budistas, excelentes psicólogos, ya lo tratan en el “desapego”. Por otra parte, también está la experiencia, en este caso la ajena. Contemplo a la gente que por razones biológicas ya se encuentra muy cerca de la muerte (por ejemplo, mi padre), y no atisbo el menor rasgo de angustia en él.

Una vez desarrollados todos estos implacables argumentos, y sin aportar alguno más que me he dejado en el tintero, paso a narrar escuetamente un reciente suceso y el torrente de sensaciones que me produjo. Me dirijo por imperativo desideriano a tomarme la tensión arterial: valores preocupadamente altos. En los días posteriores mi estado es cíclicamente de ansiedad, hipocondría pura: sensación de preinfarto con síntomas previos como hormigueo en el brazo izquierdo, dolor en el pecho, todo ello acompañado de la desazón que me producía el medirme de nuevo la presión arterial. Reacciono con la razón y me digo: “Alberto, en toda tu vida jamás te ha dolido el pecho, ni se te ha dormido el brazo izquierdo. Es evidente que esto sólo te ocurre desde que te has enterado de tus valores anormales de TA (la abreviatura de TA es consecuencia del contagio del aluvión de información sobre la enfermedad que he consultado)”. Entre esto y el paso de los días, se atenúa la sensación de principio del fin de mi vida o de cambio radical de su forma. Tomo medidas para solucionar el problema y la tensión baja poco a poco. A día de hoy, mis mediciones médicas de presión son absolutamente normales. Con todo esto concluyo: la especie humana está muy mal nombrada con la expresión “animal racional”, más oportuna sería  la de “animal pretencioso”. Segunda: en la próxima batalla entre mi inteligencia y mi animalidad, no dudaré en apuntarme al seguro caballo ganador. Y reírme si me es posible montado en su grupa.


Domingo, 21  de Noviembre  de 2004

A vueltas con la religión, con los valores. Lo que tenemos hoy en día en el punto de mira social es el becerro de oro, el culto al cuerpo, la ostentación, la dichosa vanidad. Bien, esto no es ninguna novedad, ha existido siempre. La diferencia es que antes todo ello estaba envuelto en el manto de la religión, que se encargaba de ponernos delante de los ojos otras referencias: miedo de dios, sacrificio, resignación, modestia, respeto a las autoridades, tanto a la familiar como a la externa, freno sexual, y sobre todo, una línea clara que separaba la “buena conducta” de la “mala conducta”.

Esto, con sus desvaríos, y pagando como precio el desperdicio de miles de personalidades que hubieran desarrollado su creatividad en otro entorno, y el de otros cientos de miles que simplemente pasaron su vida amargados por el encorsetamiento moral, ha ido funcionando durante muchos siglos.

A partir de mediados del siglo XX, se fue implantando un curioso fenómeno, la “socialización” del espíritu crítico. Es cierto que en multitud de ocasiones a largo de la historia se han producido revoluciones sociales contra el poder establecido, pero no contra la “totalidad” de  los valores morales, sino como reacción ante circunstancias determinadas: un abuso de poder, una situación de excesiva pobreza o esclavitud, exaltación de nacionalismo, etc. Pues bien, como decía, el espíritu crítico, más un pueblo con mayor formación cultural, más avances científicos que tiraban por tierra argumentos religiosos, más la todavía cicatrizante herida de la mayor guerra de la historia de la humanidad, más la aparición de métodos anticonceptivos, más el “autodesprestigio” de las autoridades religiosas, más una incipiente globalización, más, más y más ... hicieron que temblaran los valores que habían cohesionado la sociedad hasta la fecha.

Al final, los valores, no son más que barreras, fronteras entre las que moverse cómodamente, sin tener que estar planteándose cada minuto a donde dirigir tu vida; y socialmente, hacen la función de reglas de convivencia útiles para la armonía social y la supervivencia del hombre como especie.

Martes, 9  de Agosto  de 2005.

Escritura medicinal. Intento reposar, aferrarme a una idea para no divagar. Ver una realidad, mi realidad, más o menos convincente, pero que yo me crea, que toque las teclas sentimentales oportunas para seguir sereno.

¿Qué ocurrió? Esto es mi verdad. Voy a intentar ser ecuánime, seguro que a conveniencia, pero no quiero que el tiempo desfigure la historia, o mejor dicho la “story” sentimental.

Los entrantes.

Nosotros: ímpetu por experimentar una relación sexual con externos.
Él: Sabe eso. Quiere relación sexual. Pero con ella. Adora la seducción. Tiene experiencia, presencia. Es un gran producto para la necesidad a satisfacer. Comienza su juego.
Ella: Si quieres una victoria sobre alguien, elógialo. La vanidad nunca falla. Sobre todo si el loador está considerado. Disfruta con el halago.
Yo: La receptividad de ella raya a veces con lo irrespetuoso. Callo mental (¡¡mentira!!) y oralmente. El ansia de experiencia puede más. Propongo pasar al segundo plato: curiosidad, generosidad, ponerme a prueba, no recular.

La carne.

Ella: Me respeta. Me cuida aunque con distracciones. Disfruta la novedad. Aguanta casi estoicamente mi lastre.
Él: Le peso. Lo tengo con una mano atada. Intenta luchar pero no puede zafarse.
Yo: Celos, despiste, desubicación. Aprecio exceso por parte de él. No le gusta compartir los platos y los quiere con su salsa. Pasado cierto tiempo, paro todo. Ensueño, vacío en el estómago, ¿qué hago?.

Los postres.

Él: Se ha quedado con ganas de carne. Le apetecería tomarla a solas. Insiste. No quiere los postres.
Ella: Seguiría con las carnes, pero valora su estómago. Aún así, probablemente sucumbiría a un solomillo bien presentado. Ronda sin ningún cuidado la cocina, no sabemos con que nivel de consciencia.
Yo: Situación molesta. Depresión, irritación. Una vez recuperado el estómago del mal estado del plato principal, las circunstancias empiezan a ayudar. Hay entretenimientos después de la cena que propician la distensión. De aquí, y hasta la salida final del restaurante, se produce un aumento progresivo del apetito del comensal conocido como “Él”, que no se quiere ir sin terminarse el filete.






Jueves, 26  de Diciembre  de 2013.

Metadiario: He leído lo que llevaba escrito del diario. Han pasado 8 años. Comienza tosco pero va cogiendo ritmo, estilo y color. No está mal. Y el capítulo final me ha parecido brillante. Releerlo me ha producido a veces una sonrisa, y algo de vergüenza, y ternura de mi mismo. Resulta que parezco buena persona. Cobarde, perezoso, con cierta candidez natural, pero un espíritu compasivo.

Cambio de tema. La relectura me ha recordado la fórmula de Khrishnamurti para aplacar la ansiedad. Se trata de la observación. “El miedo no está fuera, el miedo soy yo, si te observas a ti mismo miedoso, tu angustia remitirá”. La orientalista posición de “testigo”. Está relacionado con la meditación. Y sorprendentemente con la física cuántica: la mera observación cambia lo observado. En una pequeña novela de Andrés Ibáñez, el “maestro” proponía el ejercicio de recordarse a sí mismo cada vez que pasáramos bajo el dintel de una puerta, el verse desde fuera.

Todo esto es una terapia, la mejor que conozco sin duda, aunque eso no es mucho decir. Siempre he sido un enemigo acérrimo de los ejercicios psicológicos. Parto de la premisa que no se puede cambiar, que la gente busca cosas que no existen, que ni si quiera saben lo que son  ni se han parado a pensarlo, que además creen que se pueden “adquirir” como quien desarrolla sus músculos en el gimnasio. Como se puede ser tan cretino de pensar que vas a vivir en el parnaso siguiendo un sistema. Yo soy más modesto. Me conformo con estar un poco más atento de mi mismo y no del agresivo exterior, que no para de atacarme para llamar mi atención. Yo, mí, me, conmigo. ¿Qué importa el resto? Esto no es nada oriental a priori, pero sí lo es. Como siempre, la verdad en la paradoja, lo que equivale a decir que no hay verdad. O que la verdad es blanca y negra a la vez, también muy cuántico, olvidándonos de los manidos grises.

 Esto, insisto, es sólo terapia. Faltaría entender como interactúan todas las diferentes observaciones de individuos a la vez: “yo observo que me observas, tú me observas y a la vez somos observados…”  Un rompecabezas observante imposible de encajar.

 Sí que hay algo raro en esto. Esto es un ejemplo real: escucho música en casa o en el coche. La disfruto. Es  una música difícil de entender por la mayoría de mis semejantes. En cuanto entra alguien y me observa, esa misma música empieza a molestarme. No es que quiera emprender una conversación, no es que tema que me tomen por un “snob”: es que realmente empieza a sonarme mal, empiezo a escucharla con los oídos del nuevo observador.

 Otro muy evidente: estar rodeado de tontos, te atonta, estar rodeado de lúcidos, te estimula. Entonces, ¿quién soy yo? ¿Me gusta esa música o no? ¿soy tonto o no? Me temo que soy todo a la vez. Pero, si observo mi yo atontado, según Krishnamurti, debería de espabilarme. Mi propia observación cambiaría la observación de los otros. Todo muy simpático.




Miércoles, 8  de Enero  de 2.014.

Días en Lanzarote. Un desierto con cubos blancos sobre un cristal azul. Algo parecido dijo alguien de Cádiz. Un lugar con encanto, una geografía que se da a lo místico, principalmente Timanfaya, los acantilados de Famara y el irrepetible paisaje de La Geria. Siempre con la idea de cambiar de geografías, como si hubiera algo diferente en alguna parte. Diferente sí, pero “esencialmente” diferente no. Arrecife-Móstoles-Valdepeñas o Teguise-La Vera-Cazorla, si estos tríos estuvieran unidos, podrías pasar de una calle a otra teniendo que hacer un esfuerzo por reconocer donde estás. Y ya no digamos si intentas diferenciar a la gente, todos iguales, todos en su arquetipo correspondiente, no muy numerosos, siempre con la sensación a cuestas de que nadie tiene nada nuevo que contarte. Se dirigen a ti, te hablan, y automáticamente van al cajón de “extravertidos superficiales que no escuchan”, o al de “vanidosos simplones sin sentido del ridículo”, o al de “charlatanes de feria”, o al de “hay qué ver qué buena estoy y puedo ser imbécil sin que me desprecies”, o al de “aparento ser  culto y por lo tanto interesante y misterioso”, en fin. A mí me meterán en el de “personas agradables que dejan que les hables, te siguen el hilo y parece que te hacen caso”. Nada más lejos. Esta manía de ordenarlo todo me convierte en un “daimon” que lucha contra la entropía reinante, y que en su permanente ordenar provoca desorden a su alrededor. Pero ahora no me apetece hablar de eso, es un tema extenso y lleno de matices.



Domingo, 19  de Enero  de 2.014.

Disfruto de la lectura del libro de Pablo D´Ors sobre la vida del místico Charles de Foucauld. Por poner "peros", y aunque el libro está narrado en primera persona, no acabo de ver una continuidad en la evolución del personaje. Pasa de libertino a ultrarreligioso sin pausa en medio, sin explicación. Otro tema por lo que no me llena es que su camino hacia la nada, hacia el vacío, hacia la comunicación con lo extraño, es a través del ejercicio de la religión cristiana. Lo siento, no me entra por ningún lado el Dios Padre pastoreador de hombres, juez de bien y mal, ejecutor de castigos y premios, al que hay que orar para tener contento y con el que existe una deuda sólo por nacer. El dios por encima, tan antropológico, me parece infantil. Un señor a veces compasivo y a veces cruel con poderes del mago Merlín. De verdad, teniendo claro que no hay respuesta al asunto del misterio, se me ocurren respuestas más acordes a lo que siento. Desde luego la construcción hinduista es mucho más imaginativa y compleja, formando un entramado que ayuda a tomar conciencia de donde puedes estar.

Hay días en los que mi desconexión con el resto de mis semejantes es brutal. Ayer fue uno de ellos. No vienen de ninguna deducción ni de ninguna circunstancia, simplemente ocurren. Yo, que he disfrutado a veces, mediante alcohol o drogas por supuesto, de la empatía universal, de considerar a todos parte de mí mismo. La desintonía fue tremenda. Creo que si alguien me hubiera hablado, se me hubiera deformado la cara por aburrimiento a los dos segundos. Almuerzo en un restaurante del centro de Madrid y observo a los demás. Los de al lado hablan de comida durante una hora (qué plaga, por dios), la mesa de enfrente formada por 4 veinte-treintañeras resaltan el estilazo que tiene una tal Marta, ausente en el evento. Una madre primeriza babea detrás de una niña pequeña con nombre hippie-chic. Me refugio en la casa del libro, planta tercera. Me llama la atención como ha crecido la sección autoayuda. Ojeo algunos libros de ese tipo. Me escandalizo por la ramplonería, los lugares comunes y la superficialidad más absoluta. Sin embargo, la sección de filosofía la han cambiado de sitio y la han llevado a un lugar tranquilo, amplio y despejado, y con un ventanal insonorizado que da a la Gran Vía. Delante de ese ventanal han puesto numerosas sillas a las que te puedes llevar los libros. El tiempo pasa volando. He hallado uno de mis lugares favoritos de la ciudad, espero que no se abarrote, ayer sábado estaba casi vacío. Bajo a unos sofás que hay en la planta baja a esperar a mi pareja. Me reencuentro a un anciano pobre (no pobre anciano), pero relativamente aseado, que ya he visto más veces allí. Me alegra que le permitan seguir entrando. Me sonríe. Exuda ternura por todo su ser y me reconcilia con la humanidad. Aparecen dos chicas, una alta de piernas largas, otra gordita, y se sientan a nuestro lado toscamente sin mirarnos siquiera. A los dos minutos llega otra:

- Jolín, me he perdido en la planta tercera (tiene acento de provincias.) He encontrado mi lugar, tienen una sección enorme de libros de autoayuda.
- Ah, pero tú ... es que necesitas ayuda- dice la guapa de las piernas largas, sin vocalizar muy bien.
- Tienen el libro "El monje que vendió su Ferrari"
- ¿Qué?,  Fe-rra-ri - ¿Qué es eso?
- Un libro buenísimo de autoayuda.
-Ah, pero es que tú necesitas ....- vuelve a repetir piernas largas. Esta vez ya no lo dice con la boca pequeña, y suena a una crueldad evidente. La otra no contesta. La tercera amiga calla.
- Estoy muerta- retoma piernas largas. Vamos al H&M y ya se acabó. Después podemos tomar algo.

Ganas de correr a casa. "Los inútiles", de Fellini, me calman un poco.


Domingo, 26  de Enero  de 2.014.

Sigo con mi místico, Charles de Foucauld. Busca, rebusca y no halla. Tiene claro que la ruta está siguiendo la pobreza, la soledad y el silencio. Cualquier necesidad, hasta la de Dios, debe ser despreciada. ¿Y la soledad? Le conduce a temporadas de total locura. Esto último es algo duro de asumir. En una primera fase es lógico renunciar al borregismo, en una segunda prescindir de las compañías lúcidas, ya que ni siquiera éstas tienen nada que aportar ya, porque ya todo te lo han dicho, y su mensaje no deja de ser autoría suya, a su medida, y que apenas tapan sus propias fugas de agua. ¿Qué queda entonces? la absoluta soledad. Pero esta soledad acaba siendo insoportable también, lo tengo claro. El peor viaje del mundo es encontrarse aislado, sin referencias humanas, con tus pensamientos chillándote, limitando cada vez más tus parámetros mentales, sin estímulos. Resulta que llegará un momento en que no tendrás nada que decirte, porque si antes pensabas en porqué tener que decir algo a los demás, ¿por qué decirte algo a ti mismo? ¿qué quieres? ¿qué buscas? Peliagudo camino sin salida. Veremos como acaba mi místico, espero que no mienta y que no me cuente que ha encontrado algo donde estable donde estar.

Este fin de semana murió el padre de mi cuñado. Un ser que, prejubilado a los 55, no pisaba la calle. Se levantaba, se sentaba en una silla, resolvía pasatiempos durante todo el día (en los últimos tiempos con un ordenador) y se volvía a acostar. Así durante casi 20 años. Su deterioro físico era acusado, apenas podía moverse ya. Una infección se lo llevó. Me gustaría preguntarle a Schopenhauer si en su concepto de "voluntad" también hay grados. Lo del velatorio y entierro, lamentable. Lo primero es que mis habilidades sociales en esos eventos son nulas. Ironías de la vida, su familia tiene relación con la farándula, y había cierto famoseo en el evento, lo que me causaba más incomodidad todavía. Y no se trata del manido "es que la sociedad da la espalda a la muerte". Se trata de que eso es un acto íntimo, coño.

Me encuentro en una fase de mi vida asocial que no sé como va a acabar, pero no le veo muchas salidas, ¿acabaré haciendo crucigramas un días tras otro?


Domingo, 23  de Enero  de 2.014.

Bueno, pues al final mi místico parece que encontró su "statu quo". Caminos cristianos para fines orientales, está claro que todo está enraizado. Primero la más radical compasión, segundo la trascendencia del ego, la unión con el todo. Deja claro que esto último solo le sucede a veces, pero su comunión con la "totalidad" es clara. ¿Mereció la pena el camino? Si lo miramos desde el punto de vista economicista, con el coste-beneficio, es evidente que no; pero no había opción para él. La vida burguesa le parecía vacía y obtusa, también para ser un limitado burgués hay que valer.

Reviso de nuevo "El ángel exterminador". Qué alegría el arte sin cálculos, sin marketing, sin tener en cuenta la recaudación. Buñuel tenía una idea, un sueño, una manía, una obsesión, una intuición ... lo plasma todo en una historia filmada y ya está, sin más. También veo el "El rayo verde" de Rohmer. Una mujer aquejada de soledad, que no encaja en los grupos convencionales, bastante irritante ella también como buen personaje de Rohmer, y a la que pone en situaciones mil veces vividas por este el que escribe. Anormalidad, falta de conexión con tus semejantes. Yo, un perfecto mediocre, creo que sí destacaría en el campeonato de perplejos ante el mundo. Quizá no fuera de la élite, un Kafka, un Niezstche, ni siquiera un Vila Matas, pero desde luego sería un competente inadaptado, alguien en quien confiar cuando se trate de sentirse un marciano ante los demás. Y eso que uno a base de mucho esfuerzo y mucha lucha ha aprendido a actuar, pero en cuanto me dejan sólo y bajo la guardia, ya está, otra vez hablando con mis semejantes como si fueran extraterrestres (o lo fuera yo.) 

Viernes, 12 de Septiembre  de 2.014

Uno intenta armarse hasta los dientes. Se envaina el escepticismo, viste la coraza del cinismo, se pone por casco el nihilismo y mira el campo de batalla con una sonrisa de superioridad e ironía, por lo menos en su intimidad. Pero esa coraza que resiste los embates rutinarios  se desmorona con facilidad según qué ataques. Decía Federico Luppi en la gran "Martín Hache" que podías aguantarlo todo porque la vida no tenía importancia, pero que si tenías un hijo date por jodido. Yo no tengo un hijo, tengo un sobrino, un sobrino que por circunstancias de la vida pasó su infancia conmigo, y al que quiero como un hijo.

Este sobrino-hijo de 24 años era visto desde fuera como el hijo ideal: excelente estudiante, conversador sensato, educado, y hasta alto y guapo. Algo chirriaba, pero casi todos, yo el primero, lo achacaba al borreguismo propio de la edad. Tenía ciertas obsesiones sobre su aspecto, que su madre calificaba claramente de enfermizas. Yo no le daba importancia. Me molestaba más su falta de afición por leer, el no tener interés profundo por algún tema (parecía aficionado a la pintura o al diseño gráfico, pero sólo se quedaba en la superficie), y, en fin, que se dedicara solamente a estudiar y salir de copas. Pero qué voy a decir yo, a su edad yo no cumplía con lo primero y era excesivo en lo segundo. Básicamente, su rendimiento académico le daba bula para todo. Simplemente había que esperar a que madurara y ya veríamos por donde salía.

Tenía un amigo psicólogo que me hablaba a veces de su "proyecto de vida", asunto que me hacía mucha gracia, ya que sabía por experiencia que el proyecto se desmorona con un soplido. Pero lo que ha ocurrido es un regate de la vida difícil de asumir así como así. A partir de aquí, se ha instalado en mí la sensación de que todo es posible ya. En el fluir taoísta hay cataratas, ríos subterráneos y tormentas fluviales inesperadas. Mi sobrino-hijo se ha cortado la yugular con un cuchillo. Ha sido todo doloroso y aterrador, no quiero recordar aquí los detalles del suceso. Se ha salvado de milagro, en el límite, y después de dos semanas en el hospital, no le van a quedar secuelas físicas graves. Otra cosa es lo que ha salido a la luz. Tiene un problema, eso está claro, pero los psiquiatras no saben todavía cual, y tengo serias dudas que lo lleguen a saber. Ver trabajar a un psiquiatra sobre el comportamiento de un individuo da para otra crónica de este diario. Con respecto a él, ha pasado por varias fases. Los dos primeros días parecía que estaba en el hospital por haberse roto una pierna. Después preocupación, depresión, tristeza. Ahora también miedo, fobias concretas, obsesiones. Bueno, yo destaco esto, pero en realidad su conversación sigue perfectamente lúcida y coherente salvo en puntos concretos. Y sobre todo vulnerabilidad, supongo que producto del miedo. Todo extraño, onírico, irreal, sensación de que todo esto está pasando en otra frecuencia del dial. Volcados D. y yo en ayudarle, pero no es fácil. Y me hace estar inquieto, y con un punto de ansiedad que no se acaba de quitar, pese a que después del fatídico día todo ha ido relativamente a mejor. Y esto pinta que va para largo, y que paso a paso, y que empezamos un "proyecto" ... 



Viernes, 15 de Mayo de 2015

El miércoles pasado me llama mi amigo R. diciéndome que está en Madrid. Se le ha estropeado el coche cuando venía a una reunión y va a pasar la noche aquí. Quedamos para cenar. Veo a un señor con el pelo blanco que se acerca a mí, me cuesta reconocerlo al principio, hace dos años que no lo veía. Es exactamente de mi edad. 

Nos dirigimos a una terraza a tomar algo. Enseguida se anima la conversación. Es un tipo inteligente y curioso, y digamos que con cierto sentido filosófico, aunque sin exagerar. El entorno te puede y subyace cierto provincianismo en él. Forma parte de las pocas personas con las que consigo hablar sin tener que medir mis palabras para que me entienda. Responde y le respondo, todo un logro.

Temas: me habla del cambio de paradigma promocionado por la tecnología, del hombre con "prótesis" (teléfono móvil). Yo me pongo radicalmente "retro" y critico con furia tanto avance al alcance de cualquiera, el uso frívolo de tantas posibilidades que hacen los nuevos ricos en información, el que lo usen como haría un chimpancé con un lápiz y un cuaderno, el no enterarse de nada, el pasar de puntillas sobre todo, en definitiva, el no ser consciente. Tomo esa postura sin estar del todo convencido y teniendo claro que lo anterior tampoco era mejor.

Estoy de acuerdo con que el cambio de ecosistema existe, sus ventajas y sus funestas consecuencias (paro, exceso de competitividad, autoflagelación, terror al fracaso, polarización económica, proselitismo del especialista ignorante).

Pero si escribo esta anotación en el diario no es por tratar el tema de conversación. Es que cuando estoy con este hombre me queda cierto regusto amargo en la despedida. Me divierto, sé que él se divierte, pero siempre con freno, como si tuviera atada una pierna a una cuerda y ésta a un palo que no dejara pasar  cierto límite, no vaya a caerse. Un exceso de prudencia, un pensar "sí, muy bien, pero yo a casa, al trabajo, a la familia, que eso es lo serio". Sensación de que no podría esperar ni un mínimo de lealtad. Yo la tuve en su momento con él, no pido reciprocidad, simplemente constato.

Nos despedimos en el metro con un "a ver si nos vemos este verano" que suena algo falso.

Miro mi flamante nuevo Iphone 6 y veo que es más de medianoche. Mañana me espera un agitado día laboral y estoy medio borracho. No me puedo permitir la guardia baja.



Sábado, 6 junio de 2015

Herminio es un trabajador que tengo contratado.  Tiene 52 años y desconoce lo que es el uso de la maldad. Sitio donde lo envías, sitio que te devuelve una retahíla de parabienes sobre su persona. Es capaz de amansar a Atila. Perdió casi toda la vista de un ojo hace unos años, los médicos no supieron darle ninguna explicación. Se le inflamó el nervio óptico sin razón aparente y ya está, el proceso fue rápido. Esta semana ha vuelto la pesadilla en el ojo sano que le quedaba. Está ingresado en el hospital, y el pronóstico no es bueno. Realmente no es bueno ni malo, es inexistente, los médicos no tienen ni pajorera idea. He hablado con él y tiene miedo, se puso a llorar en el teléfono. Me siento mal y me siento sin derecho a sentirme mal. 

Jesús, mi ex-socio de Barcelona, ha perdido la audición de un oído. Lo peor no es eso, lo peor es que le ha quedado un pitido permanente difícil de soportar: "acúfeno", se llama el fenómeno. Algo subjetivo, no físico, un sonido imaginado. Solución a lo primero, ninguna, solución a lo segundo, ninguna. Las causas, el mismo cantar. Me contesta por whatsapp: " la vida es así, yo ya lo sabía". 

Mientras, en Silicon Valley, admiran y remuneran adecuadamente a un joven peruano que ha inventado una aplicación para llamar la atención de las amigas de su hermana.


Lunes, 8 de junio de 2015

Herminio me dice: "esto es muy fuerte Alberto". Paseo desasosegado por un parque después de la conversación. Una cuarentañera lleva una bolsa enorme llena de comida para patos. Se pelean entre ellos a pesar de que hay comida de sobra para todos. "Es como la vida" me dice, "los fuertes expulsan a los débiles". "Yo vengo a traer comida a esa pobre pata, que está coja". Ella lleva el pelo teñido de rojo e intuyo a quien vota. Lanza comida con furia contra los patos mas fuertes para que se alejen. No comparto su compasión selectiva ni su forma de administrar justicia patil, desigual y vengativa. Es un delirio.

Martes, 9 de junio de 2015

Gente que nace, hace, muere. Los admirados, los eficientes, los que son como dios manda, los que vienen sin consciencia. Claramente es una tara que desaparecerá con el paso de las generaciones. ¿Y entonces qué? Pues entonces nada: virus, bacterias, medusas.

Viernes, 12 de Junio de 2015

Acabo de ver "La regla del juego" de Renoir. Ni fu ni fa, un vodevil con ínfulas. En general no me cala la cultura francesa. Ni sus filósofos (Sartre, Voltaire, Descartes, Pascal, Montaigne, ...), ni sus literatos (Flaubert, Victor Hugo, Proust,..), ni sus cineastas (Rohmer, Tavernier, Godard, Truffaut, Resnais). Algunos me entretienen, como Chabrol, pero siempre de forma superficial, sin conmover. Es claramente una cultura cuyo objeto es la estética, parecen incapacitados para lo trascendental, al contrario que alemanes y eslavos.

Por cierto, la película era del año 39, poco antes de la hecatombe que asolaría Europa. En ella se veía lo felices que vivían en esa época las clases altas. Uno piensa que en el mismo año en que empezó la guerra la gente estaba muy preocupada y preparada para lo que podía pasar, pero no era así. Reinaba la más absoluta normalidad. Como ahora. El otro día, a propósito de la situación política que se está creando en nuestro país, un personaje público dijo que esto se empezaba a parecer a los años 30. Equiparaba los felices 2000 con los años 20, el crack del 2008 con el del 29 y los radicalismos de los años 30 con los actuales. Se apoyó además en un libro de Zweig que hablaba sobre la sociedad alemana en los albores del nazismo. Demasiado sofisticado para la sociedad actual, simplona hasta lo increíble. La reacción de políticos, medios y contertulios varios fue decir que esta buena señora se había vuelto loca. Tan tranquilos, como imagino Renoir cuando filmó esa película en el 39. 

Me temo que volveré a hablar muchas veces de este tema en el diario. Y de momento quiero pensar que la sangre no llegará al río, pero todo parece preparado para que sí lo haga.

Sábado, 13 de junio de 2015.

Hace tiempo que no sé que leer y ahora solo releo. Sublimes los "Cuadernos" de Cioran. Son apuntes sin correcciones estilísticas, al contrario que sus otros libros. Sus tripas vomitadas en un papel. Profundo, desesperado, paradójico, despistado. Y ante su propia ignorancia, sentido del humor.

Los pesimistas no tienen razón: vista desde lejos, la vida no tiene nada de trágica, solo lo es de cerca, observada en detalle. La vista de conjunto la vuelve inútil y cómica.

Sus libros se mueven entre esos parámetros, moviendo el zoom arriba y abajo, a capricho.

Toma de posesión del gobierno de mi ciudad por unos comunistas que se han cambiado el nombre para no parecerlo. Este regate tan simple ha servido para engañar a nuestros pánfilos vecinos.

 El acto me recuerda la imagen de la cena de Viridiana, de Buñuel.

Jueves, 18 de Junio de 2015

La frase del día, como no, de Cioran: "Para hacer algo, tengo que renunciar a imponerme tipo alguno de sabiduría". En esas andamos. El exceso de acción me va carcomiendo poco a poco, como un cancer.

Según me hago mayor me voy reconociendo cada vez más en mi padre. Esta noche la migraña me ha  despertado. He andado en la oscuridad por la casa en busca de la pastilla salvadora y realmente no sabía si era mi padre o yo el que buscaba el remedio. Extensión del ego filial al ego paterno. Mi forma de caminar era la suya y mi pensamiento no podía ser otro que el suyo. Pero, qué más da que sea yo, que sea él, o que sea la totalidad (o la idea de hombre, siendo más exactos). Eso de transcender el ego al final no es más que turismo espiritual. Puede que te crees la ilusión que entiendes algo más, pero, profundamente, sigues sin entender nada. En eso nos quedamos, en sensaciones e intuiciones, ¡qué cosa más boba, por dios!


Martes, 25 de Agosto de 2015

Leo con gusto los diarios de Victor Klemperer. Una enciclopédica obra cuyo volumen no debe bajar de las 3.000 páginas en papel, y que narra las vicisitudes de un catedrático judío durante la Alemania nazi. Comienzan en el año 33, cuando este señor llevaba la vida de un burgués medio, y finalizan en el año 45. Entre ambas fechas, un deterioro casi continuado de su entorno y situación personal, narrado con detalle, crítica y lucidez. Te haces consciente de lo difícil que puede ser mantener la perspectiva cuando cambia el acuerdo plural de cómo deben ser las cosas. Hasta muchos judíos dudan a lo largo de los años sobre el verdadero fondo del III Reich. El alemán medio perdió la cordura, una amplísima parte de la sociedad guardó silencio o se aquietó, al resto lo callaron por la fuerza. El delirio hecho gobierno. Todo es posible si se cambia el ecosistema. Y eso no es relativismo, según Luis Cencillo, el autor de mi otra lectura, es la Realidad.

Miércoles, 2 de Septiembre de 2015

Desmotivado, sin horizonte, casi diría sin deseos, ¿no es esto la ataraxia? No veo ahora zanahoria a la que perseguir.

 Ocupa el cajón de las preocupaciones la enfermedad de mi amigo. Llevo dándole vueltas unos días a lo oportuno de llamarle o no, después de habernos comunicado solo por escrito. No me perdonaría que interpretará mi silencio como indiferencia. Simplemente no quiero incomodarle con una conversación que inevitablemente tendrá un punto de artificio. Esta tarde he decidido dejarme de melindres y le he llamado, pese a saber que no era la hora más oportuna. Como era de esperar, no me ha cogido el teléfono. Mañana lo intentaré de nuevo.

 Cada vez más convencido de la filosofía "Marisol": la vida (mi visión y la circunstancia) son una tómbola. 


Lunes, 21 de septiembre de 2015.

Leo en un par de tirones el último libro de Houellebec. Mucho ruido, mucha entrevista, mucho intentar buscarle carácter profético y mucha pobreza creativa. Su personaje de siempre y el desarrollo de un posible panorama político, que se da gracias a que una opción ofrece a dios frente al laicismo occidental. Todo esto relacionado con la narración de la vida de un escritor francés clásico, que también desemboca en la búsqueda de la comunión con la divinidad. Poco para un libro con tanta publicidad. Cría fama y échate a dormir, posición que ya quisiera para mí.

La situación política sigue tendiendo a inquietante. Posiciones antagónicas, odio, agresividad, de momento solo verbal. Y todo gratis, nada diferente de ayer que lo justifique,  por eso me preocupa. La estupidez general es incomprensible. En Grecia han reelegido con mayoría a un gobernante que ha hecho el ridículo, y la tercera fuerza son los neonazis. En España nacionalismos instalados en la irracionalidad, donde el pueblo se traga al cuentista sin ver lo que es. En Francia disputa la segunda fuerza en voto el Frente Nacional. En Alemania les ha entrado un ataque de buenismo inconsciente con los refugiados de una determinada guerra,  al que no tengo duda que seguirá la reacción en no mucho tiempo. Siempre he pensado que debería estar avispado para huir de un posible conflicto bélico. Cuando leo o veo algo sobre la Segunda Guerra Mundial o la guerra civil española, me viene a la cabeza lo que se ahorraron los que huyeron a Méjico o Estados Unidos. No es que tuvieran un camino de rosas, pero no hay comparación. Espero que mi pusilanimidad me permita actuar si llegara el caso.


Miércoles, 30 de Septiembre de 2015

Día desagradable en el trabajo. Aunque la situación mejora, sensación de hámster en la rueda, de pedalear sin ir, de día de la marmota. Y eso que en realidad no me interesa tener mucho dinero, pero he de reconocer que me inquieta su falta. Montaigne, con el que me voy reconciliando poco a poco, dice que le atormenta más el miedo a la carencia que la carencia en sí. Claro, que él nunca la padeció, yo tampoco. Excelente su ensayo "De la presunción", el más íntimo de los que le he leído hasta ahora.

Retomado el placer de la lectura: el ya nombrado Montaigne, Savater, Julián Marías, el Conde de Keyserling. Todo a la vez. Entre todos esos libros siento algo que atribuía el otro día Savater a las multitudes nacionalistas: "calor de establo".

Mañana a organizar, saltar escollos y aparentar entusiasmo. Me vienen a la cabeza esos recreos de mi infancia donde todos corríamos impetuosamente detrás de una bola de "papel de plata", con el único objetivo de regatear a algún compañero hasta que te la quitaban.

Nada espero ya de ningún humano. En el mejor de los casos, complicidad en nuestra soledad. Sí quedan todavía por apurar algunos tragos de arte o de naturaleza. Renuncio a descubrir, a comprender, a sorprenderme. Este capítulo del Eclesiastés lo expresa de excelsa forma: 



"Vanidad de todas las cosas


Discurso de Qohelet, hijo de David, rey de Jerusalén:
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol?
Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: «Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
Yo, Qohelet, fui rey de Israel en Jerusalén. Me dediqué a investigar y a explorar con método todo lo que se hace bajo el cielo. Una triste tarea ha dado Dios a los hombres para que se atareen con ella. Examiné todas las acciones que se hacen bajo el sol: todo es vanidad y caza de viento, torcedura imposible de enderezar, pérdida imposible de calcular.
Y pensé para mí: «Aquí estoy yo, que he acumulado tanta sabiduría, más que mis predecesores en Jerusalén; mi mente alcanzó sabiduría y mucho saber. Y a fuerza de trabajo comprendí que la sabiduría y el saber son locura y necedad». Y comprendí que también eso es caza de viento, pues a más sabiduría, más pesadumbre, y aumentando el saber se aumenta el sufrir."

Sin duda debo prestar más atención a la Biblia. No se puede decir algo tan importante de forma más clara. 


Jueves, 12 de Noviembre de 2015


Estoy dándole vueltas a que debería escribir una novela de ficción. Esta, como yo entiendo una buena novela, tiene una ventaja sobre el ensayo: encamina al lector a que llegue él solo a lo que quieres expresar, pero sin mostrarlo explícitamente (me viene a a la cabeza que lo que denominan seducción funciona así.) Pero en esta etapa de mi vida no tengo muy claro qué escribir, por lo que voy a usar este diario (¡horror! he caído en un propósito que no cumpliré) para sugerir posibles ingredientes que figurarán en mi futura ficcionada ficción.

 Uno debería ser la burguesía. Sobre esto hay verdaderos maestros en el género: el mejor, sin duda, Buñuel. Versión simplona, Chabrol. En literatura, Hermann  Hesse.

Hoy, por motivos laborales, he estado en un pueblo residencial de clase media-alta, en la puerta de un colegio concertado. Era la salida y había, no exagero, cientos de padres esperando a sus uniformados retoños. Aunque a mí se me podría considerar objetivamente un miembro de tal manada (sin hijos, como si fuera el cojo o el manco del grupo, pero aceptado), siempre he mirado con extrañeza a sus militantes. Se les ve seguros y conformes, gozan del calor de grupo, juegan todos a lo mismo con reglas claras, actúan con disciplina militar, gozan de las mieles de su victoria y se culpan de su fracaso. En resumen, creen, tienen fe en que el mundo es de determinada manera. Cierto que a veces cojean y se asoman al abismo, algunos se hacen preguntas, pero no se convencen del todo y en general vuelven a la fe verdadera en cuanto tienen ocasión. No sé, creo que hay que criarse con tan inmutables principios, yo no crecí así.

Otro ingrediente que no puede faltar es la soledad. Pero no la del urbanita de la sociedad moderna, si no la idea de soledad absoluta, la que lleva a la locura, a la consciencia de la comicidad o tragedia de la vida. La que te desconecta por completo.

No voy a proponer nada más, esto parece la preparación de un trabajo. Si me obligo a ciertos temas en el libro, nunca sugerirá nada sutilmente, será una vulgaridad. En realidad debe sugerir cosas incluso para mí, debe sorprenderme o interesarme a mí mismo, yo debo ser el más emocionado lector/escritor y por supuesto no saber como continuará cada capítulo hasta que lo escriba, ni que querré decir. Debo seducirme, y por tanto, engañarme a mí mismo.


Sábado, 21 de Noviembre de 2015

Seguimos caminando por los nuevos años treinta. Atentados terroristas, sobre-reacción, nacionalismos, principios de xenofobia, enroque de los países en sus fronteras y culturas, exaltación en los medios, ... vamos volviendo de la aldea global a la aldea a secas. Al tiempo.

A los que me rodean les siguen acechando problemas de salud. Lo de mi padre es normal, casi noventa y dos años le contemplan. Dicen que la vida es corta, pero mi padre podría haber sido soldado en la segunda guerra mundial. En una exposición que he visitado sobre los avances tecnológicos y las exploraciones geográficas de la segunda década del XIX (la llaman de Julio Verne, pero no es tal), enternece la visión que tenían sobre nuestro presente. Parece evidente que la nuestra sobre el futuro es igual de cándida.

 Otro asunto es el de mi pareja. Le han descubierto un bulto sospechoso en un pecho, la semana que viene toca biopsia. El tema va pasando fases, "cumpliendo el protocolo", que dicen los médicos. Este tema me ha hecho reflexionar (más) sobre mi vida con ella. Lo puedo resumir así: cualitativamente, difícilmente superable. He tenido diversión,  intimidad, compromiso, complicidad, apoyo, ha colmado mi vanidad y he vivido experiencias que jamás habría tenido sin ella. Cuantitativamente ha sido excesiva, como lo sería cualquier vida de pareja en mi caso. Si me faltara pareja me volvería más inestable, nihilista, arriesgado, sería, desde luego, más "literario". Pero si me faltara ella, no tendría su visión lúcida, a veces mágica, sobre las relaciones humanas, y, sobre todo, se perdería una parte que ella que ya forma parte de mí. Perdería parte de mi personalidad actual, sería yo - n.

 Esperar y ser taoísta, no forzar.


Lunes, 7 de Diciembre de 2015

Al final el bulto sospechoso de D. no era maligno. El azar es así, te lleva a extremos o a una relativa calma chicha sin que tú influyas gran cosa. Mi pareja siempre ha tenido una buena relación con la fortuna. Que dure.

Fin de semana en Málaga, ya que nos veíamos en la obligación de acudir al 40 cumpleaños de una amiga. En este Estado a los que a todos se les cae la baba llamando plurinacional,  Andalucía es lo más distanciado culturalmente al resto de regiones españolas. En la fiesta, imposible mantener una conversación fuera de los lugares comunes. Trabajo, dinero, niños y ¡aarg!.. gastronomía. Y además a nivel de mesón de pueblo. Particularmente desagradable un personaje que era un arquetipo de maltratador de género, cumpliendo punto por punto cualquier  descripción institucional al respecto. A mí eso no me perjudicaba, no soy su mujer, pero pude comprobar su falta de compasión cuando taladraba mi cerebro con una verborrea simplona y agresiva. Fue impasible ante mi cara deformada por el aburrimiento y he tardado días en olvidar su voz : "¡yo no soy rasista, yo soy ordenao ...!"

Nuestra amiga es una versión femenina de un personaje de Houellebecq. Vive con una niña de tres años fruto de una relación muy corta. Decenas de hombres han pasado y pasan por su cama, pero ella es una permanente insatisfecha y busca de forma continua una pareja estable y un padre para su hija. Es una mujer extremadamente susceptible y con una distorsionada visión de como funcionan las cosas. D. dice que odia a los hombres, los dos pensamos que quiere un imposible para su carácter. Es como si yo me empeñara en ser campeón de culturismo.

Releo la genial última parte de un libro que relaciona la información con la física cuántica. El autor es Vlatko Vedral, un profesor que imparte en la Universidad de Oxford la extraña asignatura de Ciencia de la Información Cuántica. Hay partes del libro que parecen destinadas a niños, o frivolidades como las que dedica a la especulación financiera, mundo que conozco bien. Pero la última parte del libro es osada y realmente propone una cosmovisión original. Muy resumido, sería esta: el universo es solo la información que se produce por la relación entre unidades creadas a su vez artificialmente por el observador. Si no existe la relación, no existe la información, y por lo tanto no existe nada. Adaptado a nosotros, podríamos decir que somos conscientes de nosotros mismos porque existen otros. ¿Si yo hubiera nacido privado de los sentidos en el vacío, tendría yo conciencia de mi ser individual? Parece que no.
La información se crea y se fija a través de las interrelaciones, a partir de ahí, empiezan las etiquetas y las convenciones en las que nos manejamos. Y aún más, esa creación de información, al surgir de relaciones sobre unidades inventadas por el observador, es aleatoria, cualquier cosa puede ocurrir. Y ese nuevo evento que se produce empieza a formar parte del pasado vamos a decir que empírico, pero el abanico de posibilidades de futuro sigue totalmente abierto. Así, dice, se va conformando la realidad, digamos que a partir de una aceptación y clasificación de eventos aleatorios.

Que no me digan que esto no está relacionado con el concepto de maya hindú (la realidad es un sueño) o con el del inefable Tao que todo lo rige.



Martes, 8 de Diciembre de 2015


Ayer, espectáculo político al que llaman debate, y que todo el mundo, principalmente los medios de información (siguiendo la teoría de Vedral, privilegiados creadores de realidad) consideran clave en la elección de nuestro próximo gobierno.

Llegan los candidatos entre aplausos de sus seguidores y silbidos de los de los rivales. Alipori es una palabra que aprendí ayer y que describe perfectamente lo que siento en ese momento. Del debate en sí no se sacó nada en claro. Cada uno lleva aprendido su papel e intenta meter sus superficiales mensajes en el poco tiempo que tienen para hablar. Lo demás son puyas al adversario y teatralidad. Las televisiones saben lo que le gusta a la audiencia y fomentan esto último, situándolos de pie en frente de las cámaras sin ningún tipo de atril o apoyo por el medio. Propongo que la próxima vez les hagan debatir a una pierna y girando un plato encima de un palito, el más capaz demostrará ser el mejor gestor de nuestros destinos.

  Me sorprende el nerviosismo del candidato Rivera, en mi opinión, el único que tiene alguna idea para intentar mejorar algunas cosas que funcionan mal en el país desde que yo tengo uso de razón. Es un brillante polemista, pero últimamente le veo algo superado por la presión. No le culpo, aguantar la estupidez, y sobre todo la beata moralidad que hay en España impuesta por la progresía, acaba desquiciando a cualquiera. Quien le iba a decir a Franco que, como reacción, dejaría ese inamovible legado ético en la opinión pública española.  Rivera quiere ganar las elecciones a toda costa, y para eso entiende que debe ponerse al nivel intelectual y moral de lo que cree que es el votante medio, además de evitar que  los poderosos apoyos mediáticos de su oposición hagan sangre con él. En mi opinión es un error, su gran virtud ha sido mostrarse claro y sin complejos. Creo que con la actitud anterior su mensaje sería más sólido y no iba a obtener peores resultados, además de que se sentiría más cómodo. Me dan ganas de decírselo.

Olvidando la política , he pasado la tarde viendo una película de Yasujiro Ozu. Ya había contemplado  (sí, estas películas se contemplan) "Cuentos de Tokio". Para muchos críticos es, exageradamente, la mejor película de la historia del cine.

Ozu era un señor que se dedicaba a poner una cámara a medio metro del suelo y a encuadrar pasillos siempre con la misma óptica. Lo de la altura de la cámara se supone que imita el punto de vista de una persona sentada en un tatami, y lo de la óptica fija de 50 mm al ojo humano. El argumento de la película "Primavera tardía" es exactamente este: una joven no quiere dejar de vivir junto a su padre. Con esta idea, durante más de hora y media, Ozu logra tenerte permanentemente atento a la pantalla. Para ello no usa la acción, sino la contemplación. Todavía no entiendo muy bien como lo hace. Es una historia extremadamente simple y cotidiana en la que no ocurre casi nada, pero acabas con la sensación de haber disfrutado de un melodrama existencial en un universo Zen. Bien por Ozu y los que son capaces de crear su propio universo.


Sábado, 19 de Diciembre de 2015
Filias:
- la lectura: ensayo, filosofía, historia, diarios, viajes, novelas, ciencia, economía…, en lenguaje escrito, casi cualquier tema tratado con un mínimo de sensibilidad y conocimiento.
-La música: jazz, clásica, “contemporánea”, en menor medida blues, funky, house.
- El cine, bueno, un 1% del cine, pero lo disfruto mucho. Llámeme escapista.
-Viajar, aunque ese deseo se atenúa poco a poco con la edad y por la masificación del turismo. Y por la repetición de clichés. Me gusta la geografía más que la antropología.
-Sexo: la misma atenuación que lo anterior y por la misma razón.
- Naturaleza: paisajes de alta montaña, de desierto. Lo relaciono con la soledad. Me gusta la geografía más que la antropología.
- Soledad: qué a gusto se está liberado del ruido exterior. Uno sólo es real cuando está solo. Contemplar, pensar, sentirse fuera. Su exceso, como pasa con los psicotrópicos, es destructivo.
- Alcohol y drogas: una experiencia necesaria. En mí está extinguida.
- Andar en bicicleta, solo.

Fobias:
-         La masa. Aquí lo único que se ha globalizado es la estupidez. Los medios de comunicación que la fomentan.
-         La campechanía, la superficialidad, los lugares comunes, la repetición. Si no hay nada que decir, mejor callarse.
-         El consumo por capricho, el afán por el estatus, el clasismo, la burguesía como ideal.
Como compendio de todas mis fobias, el día de la lotería de Navidad. Esas aperturas de los telediarios, las omnipresentes preguntas durante la mañana: “¿te ha tocado algo?”, pero aún mejores que las respuestas: “pues a seguir trabajando, qué remedio”, “al primo de mi primo no le ha tocado el gordo por un número, fíjate tú”. Me fijo, me fijo…, y me asombro.

Pues todo esto hay que se me ocurra a vuela pluma, y yo que pensaba que a mí me daba lo mismo ocho que ochenta.


Lunes, 21 de Diciembre de 2015

Le decía un día a mi amigo P. que nuestro problema es que éramos demasiado trascendentes. Esa era causa de nuestra falta de empatía con el entorno. A mí pocas veces me sale una frivolidad natural, siempre la fuerzo para poder comunicarme, entenderme. Pániker la define acertadamente: "frivolidad por cortesía".


Viernes, 25 de Diciembre de 2015

Entre la lista de fobias del otro día, podría haber incluido también las frases de autoayuda que la gente escribe en Facebook, o luce en el perfil de whatssapp. Suelen ser del tipo "mira el lado brillante de la vida", "un objetivo cumplido es el lugar para empezar el siguiente", o "la cercanía da distancia, la lejanía perspectiva". 

Ch., amigo de mi socio, una persona alocada y con intelecto nimio, ostenta el siguiente desde hace dos años: "the best is yet to come". La frase subraya una foto en la que se le ve en un puente sobre un canal, probablemente en Ámsterdam. Este hombre, disc jockey  de noche y vendedor de móviles de día, que en su  momento, creo que para lucirse él, nos abría con su influencia las puertas de las discotecas de Ibiza, se cayó a la calle desde un cuarto piso. Ocurrió hace un año y medio. Se olvidó las llaves dentro de la vivienda, y tuvo la idea de salir por el hueco de la escalera a la fachada para entrar por la ventana. Estuvo en coma varios días, a punto de morir, con traumatismo cerebral, varios huesos rotos y daños en órganos internos.

Después de tres meses en el hospital, lo enviaron a una carísima clínica de rehabilitación (pagada por la seguridad social.) Sus heridas físicas se iban curando poco a poco, pero había perdido absolutamente la cabeza. No reconocía a casi nadie y no era consciente de su situación. El mensaje de su whatssapp no había cambiado, y cuando yo lo veía, no podía evitar esbozar una sonrisa. No me reía del mal ajeno, no soy así, sino de lo pretenciosos e ilusos que podemos llegar a ser.

Han pasado 18 meses ya y el otro día le pregunté a mi socio por él. Me dijo que estaba mucho mejor. Había recuperado la memoria a largo plazo, aunque todavía le fallaba a corto. Estaba capacitado ya para manejarse por la vida y había estado en varias ocasiones tomándose una caña con él. Vivía en casa de sus padres, aunque quería volver a la suya. Para ello esperaba servirse de una paga mensual que le había asignado el estado, aunque le parecía poca y estaba tramando argucias para que se la aumentaran, al parecer con posibilidades. Miro el whatssapp, su mensaje sigue ahí: "the best is yet to come". Ya no me río.


Miércoles, 6 de Enero de 2.016

En la televisión, programa de libros de Sánchez Dragó. Versa sobre un escritor novato cuya primera e interesante obra trata sobre escritores suicidas. Su profesión es la de psiquiatra, pero él se consideraba un "escritor sin obra", por lo que ha decidido dejar su trabajo y dedicarse plenamente a escribir. Dice que vivir sin tomar esa decisión era realmente un suicidio sordo y en diferido. Desconozco sus posibles, pero ... joder, que me cunda el ejemplo. 

La primera vez que oí eso del artista sin obra fue en un artículo sobre Pepín Bello, amigo de Buñuel y de la pandilla de la Residencia de Estudiantes. Me llamó la atención el término, porque llego a empatizar con semejante paradoja. Al final, tener una una mayor o menor obra depende de la laboriosidad, la disciplina, los hábitos, o la circunstancia social y económica de cada cual. Pero la mirada artística, sensible, profunda, estética, se puede tener y transmitir sin haber escrito una línea, compuesto una pieza o agarrado un pincel. Por qué no decir que sería el artista más puro y desinteresado, aquél que no tiene ninguna necesidad de reconocimiento o incluso de expresión, convencido que aprender una técnica para transmitir no deja de ser una limitación a comunicar lo inefable, el objeto de todo arte.

Por otro lado, también comprendo la escritura como método terapéutico, al estilo Cioran, pero abomino de los mercaderes del templo. El otro día vi la película "Ángeles o demonios", basado en un arrasador "best seller", y mis pésimas expectativas se vieron ampliamente rebajadas. ¿Qué pasa íntimamente por la cabeza de los espectadores o lectores a los que tanto gusta semejante producto? Para mí es un misterio, siento cierto vacío en el estómago, ya que pertenecen a mi especie. Me hacen sentir lo inefable, ¿por qué molestarme en expresar estéticamente esa sensación? Yo soy un artista sin obra.

Sábado, 6 de Febrero de 2016.

El objetivo de inflación en USA debe ser del 2%. Los bonos de algunos países a corto plazo se venden con intereses negativos. La masa monetaria aumenta sin parar pero no suben los precios. Las materias primas baratas por el exceso de oferta y escasez de demanda hunden a algunos países emergentes porque otros emergentes ya no las compran en tanta cantidad.  El euro barato (cruzado con el dólar) favorece las exportaciones. Los bonos de alto rendimiento corporativos de repente ya no son de fiar.

El nuevo gobierno de mi país será el del cambio y el progreso. También reformista. Retocará la constitución y haremos una nueva transición.

Claramente, las metáforas de la economía son más ricas y elaboradas que las políticas. 


Domingo, 28 de Febrero de 2016.

Repaso los "Diarios" de Iñaki Uriarte. Va soltando perlas por aquí y por allá. Sobre el asunto del libre albedrío: " A veces me quedo completamente quieto, como mirando desde fuera y preguntándome: a ver qué hace este ahora.”

También cita a Coleridge, que dice que para vivir es necesaria una “suspensión de la incredulidad”. Pues sí, e inventarse un papel protagonizado por el actor llamado Ego, e incluso como ambientar la película. Lo que ocurre es que a algunos ese ejercicio de imaginación nos dura lo que nos dura, o quizá no aguantamos el papel las veinticuatro horas, es un problema de resistencia. Los demás sé que tampoco se lo creen del todo, pero se agarran a él como tabla de salvación: una fe por desesperación. Y cuando se actúa a la desesperada tu situación nunca es buena. Eso lo sabe cualquier vendedor de lavadoras. Por cierto, el tal Coleridge (lo he buscado en Google, no sabía quién era) fue un opiómano casi toda su vida. Sería su forma de permanecer crédulo.

Hoy he acudido al auditorio nacional. Programaban un concierto para violín y orquesta de Sibelius y una sinfonía de Shostakovic. El concierto de Sibelius ha sido bello, trágico, existencial, muy nórdico. Me imaginaba caminando deprisa el último día de mi vida por un bosque de Finlandia. Hasta hace poco odiaba que me intentaran contar algo con música. Consideraba una vulgaridad mezclar la narrativa con un arte que va directo a la intuición, como es la música. Ahora lo disfruto, me mantiene atento como un niño cuando le cuentan un cuento. Me he descubierto que durante toda la pieza he estado con la espalda recta, en contra de mi tendencia natural a permanecer encorvado. Quizá lo que me pasa es eso, que en general no me interesa el cuento que veo y lo paga mi espalda.

La sinfonía de Shostakovic recordaba a Stravinsky. Una composición más moderna, que sin entrar en tecnicismos que desconozco, sonaba más atonal. Espectaculares varios momentos bastante largos con toda la orquesta, muy numerosa, tocando a la vez. Parecía que el auditorio se venía abajo. Este hombre tuvo sus cuitas durante toda su vida con el régimen soviético. Al final de su vida se afilió al Partido Comunista, no se sabe si por cobardía o por convencimiento. Como era muy famoso, cada obra que estrenaba era juzgada por el politburó soviético. Esta de hoy en concreto, la sinfonía número 8, la consideraron “pesimista” y apenas se representó. ¡La compuso en 1.943!, ¿qué querían? Por lo que se ve esperaban siempre en la obra que reflejara la grandiosidad del país. Hasta dicen que el mismo Stalin lo machacó con alguna crítica directamente escrita en un periódico por él. Cualquier expresión pasada por el tonto tamiz político, ¿a qué me recuerda esto?


Domingo, 20 de Marzo de 2016.

Está nublado y hace frío. Creo que tengo unas décimas de fiebre que espero me atenúen un Paracetamol. Es domingo de Ramos por la mañana. Un gitano me aborda insistentemente para que le compre una rama de laurel. Me lo quito de encima con un severo “no, gracias”. Sé lo que ve él: un señor con el pelo blanco, un abrigo y una bufanda perfectamente anudada. Soy consciente de que esa es mi carcasa. Pienso que podría volver a mi sofá, sentar mi cuerpo y subirme a otro cualquiera que tuviera allí aparcado: un joven de aspecto “hípster” listo para salir a tomar copas a Malasaña, un jubilado que se prepara para pasar tres meses en su apartamento en la playa, un adolescente que fantasea sobre su futuro, un niño antes de un examen de historia. Seguiría siendo yo, no me causaría ninguna extrañeza cambiar mi formato, adaptarme a la nueva circunstancia porque nada cambiaría gran cosa.

 Esa perenne falta de fe en mi papel.

Domingo por la tarde.

Mañana en el Auditorio. Lo grueso del programa era la sinfonía nº 5 de Mahler: rica, chillona, impredecible, anárquica, en ocasiones un barullo resuelto de forma ordenada, todo muy trabajado y entretenido de escuchar, aunque se queda la sensación de no estar redondeada. Como cuerpo extraño está el cuarto movimiento, el “adagietto”, de una tremenda belleza ejecutada por una sinfónica a 5 metros de distancia. Se me ha ablandado la carne. A recriminar al director que ha pasado al siguiente movimiento, “giocoso”, sin dejar tiempo para reponerse. No pueden dejarte como un flan y obligarte a dar brincos por un parque.

El viernes por la tarde asistí a un perfecto intercambio económico. Una prostituta empujaba una silla de ruedas con un discapacitado encima. Estaba bastante deteriorado, probablemente padecía de algún tipo de parálisis cerebral. Se dirigieron a un cajero, él le dio una tarjeta y la clave.
“Son 60” – dijo ella. El asintió. Después se perdieron en el callejón. Esa es la clave de una indestructible relación proveedor-cliente: la confianza.





Lunes, 28 de marzo de 2016.
Semana Santa en Murcia, ¿es este mi país? Vida provinciana lejos del ajetreo político-económico de la capital. Un pequeño burgués le confirma a D. las virtudes del lugar y su visión localista: el clima, la tranquilidad, los festejos durante quince días, bla, bla, bla, … En un momento dado, suelta: “y en estos días aprovechamos para reunirnos los amigos y disfrutar, que eso es la vida”.
Joder, un señor hecho y derecho, con aspecto muy respetable, diciendo semejantes bobadas. Yo nunca me atrevería a hablar así sin bajar la cabeza y desaparecer de inmediato. Hay que decir que en un momento dado, intento intercalar algo en la conversación más que nada para que no piense que soy tonto o mudo, no porque me apetezca. Ambos me ignoraron.
Visitamos el sacudido Lorca (¡qué cantidad de iglesias y edificios religiosos tenemos en España, no creo que tenga parangón con otros lugares!) y una renovada Cartagena, que ha paliado su mala fama. Para algo han servido años y años de fondos europeos.
A destacar la playa y las cuatro casas del El Portús, de los pocos parajes vírgenes del Mediterráneo español. Uno no puede evitar idealizar un lánguido verano en ese lugar.

Domingo, 10 de abril de 2016.

A veces me ocurre lo siguiente: me voy formando unas ideas sobre sobre algún tema, pero sin influencia de nadie, no voy a decir “ex nihilo” porque brotan espontáneamente de la observación, pero sí que no vienen de anexionarme a algún patrón previamente conocido por mí.
Mi fobia a la administración pública, a sus regulaciones caprichosas sin sentido, a su despotismo, su abuso, su explotación, su parasitismo, sus palos en las ruedas que impiden la fluidez, su pretendida superioridad moral, resumiendo, su caradura, se ha ido acrecentando con el paso de los años. Pero este sentimiento estaba en mi naturaleza desde la adolescencia. No estaba de acuerdo con su pastoreo ni con su forma de hacer las cosas: la educación, el sistema universitario, la “mili”, las clases laborales (funcionarios, cuenta ajena, autónomos), la disciplina espartana para el pago de unos y la frivolidad del gasto de esos pagos por los otros. Soporto mal cualquier intromisión en mi individualidad, y el Estado es un gran entrometido que coarta la libertad de acción imponiendo su moral y sus reglas, siempre para su propio beneficio y el de su casta parasitaria (con muchas y honrosas excepciones). Es el gran explotador.
Pues bien, todo esto que a mí me surge de las entrañas, lo he visto reflejado en una gran parte en las llamadas “teorías liberales”. Hablo de liberalidad de verdad, de aquellos que consideran que el individuo es un ser adulto, maduro y responsable de sus actos. Y que puede decidir libremente cualquier opción de vida mientras no nos haga a los demás responsables subsidiarios de su decisión. Podría extenderme sin fin sobre esto, pero no es este el lugar ni está entre mis objetivos una construcción al respecto.
En realidad digo todo esto porque me gusta que, aunque sea una minoría, confirme ideas propias que hasta yo, a veces, considero como estrambóticas. También me agrada que quienes piensan como yo, sean personas respetables intelectualmente.
Ya he citado anteriormente en este diario mi falta de sintonía con la cultura francesa. Absuelvo a algunos de sus tótems, pero hasta estos no me llegan de forma profunda como puedan ser alemanes o eslavos.
 Esta semana he visto una relativamente afamada película de Louis Malle, “Fuego Fatuo”. El título de la película y su realización no puede ser más francesa. El argumento trata sobre un tipo que se va a suicidar, y que se dedica a visitar a las personas que han pasado por su vida para verlos por última vez. Es un hombre glamuroso, pretendidamente elegante, pretendidamente misterioso, pretendidamente profundo y, sobre todo, pretendidamente pretencioso. Toda la película es una ridícula nadería con mucho estilo.
El sábado me enteré de que había salido un libro titulado “Contra los franceses, sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países que le son vecinos”. Está escrito por el muy respetable editor Manuel Arroyo Stephens y ya lo editó de forma anónima en 1.980. Se vendió en muy pocas semanas y pasó a convertirse en un inencontrable libro de culto. Eso quiere decir que tampoco estoy solo en esta causa, otras almas han llegado a conclusión parecida de forma natural. Ya lo tengo en mi mesilla, y espero sentir la calidez del que de repente se hace un buen amigo. La empatía es la primera causa de la amistad. De momento empieza con una frase de Schopenhauer referida a los autores franceses: “Su vanidad es superior a su talento”
He de decir que solo he pisado tres veces en mi vida suelo francés. Poquísimas para su cercanía y el número de mis viajes. En la segunda y la tercera viví muy malas experiencias. No se puede luchar contra el Tao.

Viernes, 29 de abril de 2016.
 Veo en la televisión un conocido programa de cocina. Hay una mesa llena de botellas y frascos de colores. El invitado coge uno y vierte su contenido en una coctelera, hace lo mismo con otros que escoge con mucho cuidado. La mezcla la vuelca en una copa. Los concursantes aplauden con intensidad.

Ahora que me doy cuenta, creo que a mí no me han aplaudido en mi vida.

Lunes, 6 de Mayo de 2.016

Fin de semana con unos amigos. Son, sobre todo él, gente sensata, con cierta cultura ...y aquí me paro a pensar qué considero ya como una persona culta, dado el nivel general: alguien que no sabe nada de música, poco de literatura,  desconoce el cine, algo de pintura o escultura, cero de filosofía y unas pinceladas de economía. Tiene conocimientos de historia, geografía, naturaleza y digamos, del mundo empresarial. Además, siempre le llama la curiosidad. Con eso me basta y sobra para hablar de algo.
Ella, de la que tenía otra imagen, se ha mostrado como una diligente ama de cría. Me he reforzado en la idea que hoy los niños no tienen padres, tienen "coachs". No dudo que con semejante atención las próximas generaciones lleguen a su madurez con grandes capacidades cognitivas. Los padres, a cambio de ello, renuncian absolutamente a vivir, a dejarse ir ni siquiera un poco, al único recurso que puede otorgar gotas de felicidad en la vida: la espontaneidad. 
En mi infancia los niños carecíamos de supervisión. Nuestros padres vivían su vida y por ahí andábamos nosotros. Ahora la vida de los padres se vive a través de los hijos, verdaderos timoneles que guían a su capricho al núcleo familiar. Los padres les proveen barco, víveres y les indican una ruta. Los niños navegan para donde quieren llevando a sus padres de pasajeros.  Estos no parecen disfrutar en absoluto del día a día de semejante viaje, como no podía ser de otra manera, pero cumplen con abnegación la tarea. Renuncian a su individualidad, a elegir sus acciones, y parecen no librarse nunca de la sobreatención a sus retoños.
Me parecieron muy infelices. No tengo nada contra ellos, pero sentí un gran alivio en la despedida.
Domingo, 22 de mayo de 2016.

Ay, ay, ay, que mi historia se parece cada vez más a la de Víctor Klemperer, el judío alemán profesor de universidad que sufrió todas las etapas del nazismo.
Hubo dos razones que se impuso y que le impidieron emigrar de Alemania: la obsesión de construirse una casa en un terreno que ya había comprado y la falta de fe en sus posibilidades de ganarse la vida en otro país.
Esta semana el gobierno municipal de mi ciudad ha impedido de momento la construcción de mi nueva casa. La decisión es una cacicada escandalosa basada en una argumentación peregrina. Es evidente su mala fe y el descarado favoritismo a sus bases, trampeando con la ley y utilizando su poder de decisión. ¿De verdad es esto un estado de derecho? Es evidente que no lo es, y que el bananerismo puro no llama ahora mismo demasiado la atención.
Respecto al segundo veto de Klemperer, también lo padezco. Mi capacidad de generar dinero está aquí. Desgraciadamente no soy ningún profesional liberal que pueda ser aceptado y contratado en otro país por un salario decente. Aquí vivo gracias a unas pocas relaciones de confianza creadas a través de los años, y aunque me precio de tener capacidad de conocer el mercado, me entra una infinita pereza emprender un nuevo negocio en otra parte del mundo.
Una cosa está clara: gran parte de la sociedad padece una especie de delirio infantil. Básicamente este se sustenta en el que el Estado tiene la obligación de proporcionar un entorno lleno de armonía entre los individuos en el que estos puedan consumir más de lo que lo hacen actualmente. Un grupo político ha sabido explotar el rencor que produce que unos consuman más que otros, y ese sentimiento mueve más montañas que la fe.
La nueva organización social que proponen, y que la democracia hace posible, es que la parte económicamente productiva de la sociedad mantenga a la parte improductiva de esta. Favoreciendo y aumentando el número de los segundos, conseguirán mantenerse en el poder hasta la quiebra, ya que el sistema es insostenible. Para entonces ya habrán pasado unos cuantos años que a mí me gustaría evitar.



Domingo, 12 de Junio de 2016
Semanas de acción sin saber muy bien a donde voy. Qué más da. Seguimos imbuidos en el asunto de la nueva casa, en guerra abierta contra el ayuntamiento de la ciudad. Hemos tenido una proyección inesperada, y es común que nuestro caso aparezca en los principales medios de comunicación del país. Se nos utiliza como arma arrojadiza entre unos y otros grupos políticos a nivel municipal y autonómico, en fin, una batalla en la que participo sin convicción profunda, aunque con la mala uva que me provoca el poder desmesurado de una administración dirigida por unos sectarios. No serían eficientes ni dirigiendo una churrería. Más que nada esa es la razón, porque, ¿y yo qué sé si es una buena elección comprar esa casa o no? Como inversión parece claro que sí, pero las inversiones afectan a mi vida solo en cierto grado. Y la casa es para vivir. En fin, de todas formas sé que la batalla está perdida, solo nos queda el regusto de fastidiar un poco.

Viernes, 26 de Agosto de 2016.
Veo en “Youtube” un capítulo de un programa de TV de los años 90, llamado “Epílogos”. Entrevistan a un personaje público en vida y emiten el programa después de su muerte. Buena idea, y osada, porque parece una inversión a largo plazo poco rentable. El otro día oí al periodista Vicente Vallés decir que “es fácil hacer televisión de calidad cuando no tienes que competir en audiencia”. Es decir, la competencia empeora el producto, a priori algo contradictorio. Sin embargo, la idea transmitida de forma más correcta sería esta: “hacer televisión de calidad en una televisión generalista es difícil si tienes que competir en audiencia”. Y creo que por ahí va la cosa, el fin del modelo de televisión con la que hemos crecido tiene fecha de caducidad. Quedará para lo más vulgar de entre el vulgo.
En este buen programa, decía, entrevistaban a Vázquez Montalbán. Era un tipo con una personalidad bastante rígida, y mucho más lo eran sus ideas políticas. Siempre transmitiendo sensación de enfado, de rencor, como si la sociedad le debiera algo. Una persona como él, que partiendo de donde partía, llegó muy arriba en esta sociedad “capitalista” que él denostaba. Y de la que estoy seguro disfrutó a su manera. Conozco su pasado y el de su padre, pero me hubiera gustado saber exactamente qué tanto reclamaba, qué exigía exactamente: ¿qué España debía ser comunista? Estaba totalmente envenenado. Cuántas veces he visto eso ya. Lo mejor, cuando le fuerzan a elegir un epitafio para su tumba. Cuenta que un examen de reválida delante de un tribunal le pidieron que construyera un pareado. Con los nervios, al futuro poeta solo le salió:
La gente que calcula,
siempre compra en SEPU.

Sábado, 27 de Agosto de 2016
El otro día quedé con un cliente del trabajo. Tengo buena relación con él. Es buena persona, empático y posee la cualidad de muchos extremeños como él: la sinceridad y la falta de doblez.
Cenamos en un bar que regenta un amigo suyo en la zona de la La Latina. El dueño es un chaval en la treintena, y estaba acompañado de otro amigo suyo de la misma edad. Son carne de la noche, y su vida pasa entre ligar, beber y salir. No parecen consumidores de drogas, al contrario de los personajes similares de mi generación.
Después de cenar, fuimos a un bar de copas frecuentado por la misma fauna. A partir de ahí comenzó el sufrimiento que fue derivando en cabreo. Las conversaciones eran en otro dial, no sintonizable para mí. La falta de empatía clamaba al cielo por ambas partes, creo que mi rostro traslucía irritación. Fue un “deja vu” continuo de otras noches de mi juventud, pero entonces creía que era yo el que fallaba. Me vino a la cabeza un capítulo de los Simpson en el que se descubre la causa por la que Homer es simplón. Era debido a un lápiz que se metió en la nariz de niño. Yo buscaba desesperado un lápiz por la barra, los taburetes, pero nada, no había escapatoria. Cuando conseguí salir de allí, la despedida en la calle exudó mala leche. Se me han quitado las ganas de juerga de masas por meses, valga la cacofonía. Y aunque no puedo decir que no intentaran ser agradables conmigo, suscribo la máxima de Sánchez Ferlosio: “Cuando un español sale simpático no hay dios que le aguante”.

Encuentro esta supuesta conversación entre Lao Tzé y Confucio:

—Dime —dijo Lao- Tsé — en qué consisten la caridad y el deber para con nuestro prójimo.
—Consisten —contestó Confucio— en cierta capacidad de regocijarnos en todas las cosas; en el amor universal, sin elemento egoísta. Tales son las características de la caridad y el deber para con nuestro prójimo.
— ¡Qué tontería! —exclamó Lao- Tsé—. ¿No se contradice el amor universal consigo mismo? Tu eliminación del yo, ¿no es una positiva manifestación del yo?
Señor mío, no dejes que el imperio pierda su fuente nutricia. Existe el universo, y su regularidad es constante. Existen el sol y la luna, y su brillo no cesa. Existen las estrellas, y sus constelaciones no cambian. Existen pájaros y bestias, que se agrupan sin cambiar. Existen árboles y arbustos, que crecen hacia arriba sin excepción. Sé como ellos: sigue el Tao, serás perfecto. ¿Para qué entonces estas vanas disputas acerca de la caridad y el deber para con nuestro prójimo, como quien tocara un tambor para cazar a un fugitivo? ¡Ay, señor! Has introducido mucha confusión en la mente del hombre.

Así que Lao Tzé era liberal y Confucio un melifluo socialdemócrata. Vaya, vaya…

Jueves, 5 de Octubre de 2.016

Temporada de intenso y desagradable trabajo. Todo el día concentrado en lo que no deseo. El resultado es la pérdida absoluta de consciencia, el verdadero termómetro del sentimiento vital. No sé si los budistas cuando hablan de atención plena se refieren a esto. 
El caso es que he venido en el coche escuchando (y cantando) rock duro de mi juventud. También me he enterado que televisaban un partido de la selección esta noche y me ha parecido muy apetecible tumbarme en el sofá a verlo. Puedo decir que pertenezco a esa tribu deleznable de los profesionales embrutecidos. Soy un tipo normal. Hay que joderse.


Miércoles, 18 de Enero de 2.016

Leo un artículo de Vargas Llosa en El País. Trata sobre un poeta americano, un tal Carl Sandburg. Cuenta que en su madurez se refugió en una bella región de Carolina del Norte, Connemara, rodeado de lagos, montañas y bosques. Allí encontró la paz para escribir entre largos paseos por el campo. Mientras tanto su mujer triunfaba en el mundo de los negocios, sector caprino. Eso también le debió tranquilizar mucho.

En la Revista de libros leo por error un extraño artículo que trata sobre la película "El hombre tranquilo" de John Ford, protagonizada por John Wayne (vaya dos, ni se me ocurre intentar verla). Directamente se cuenta entero el argumento de la película. Me ha recordado cuando antes alguien se empeñaba en narrarte lo que había visto el día anterior en el cine o la televisión: no había modo de pararlo porque le producía placer rememorarlo. El caso es que dice que la película se desarrolla en unos paisajes idílicos y en un pueblo de postal: Connemara, región de Irlanda.

Mi amigo Pepín tiene su Connemara particular y dice que no necesita más. Que se le pasa la vida en serena tranquilidad. Bueno. Yo soy más como Pessoa, que cuando se cansaba de Lisboa se iba a Sintra a echar de menos Lisboa y viceversa. Lo que me mosquea de irme a Connemara es que sé que perderé consciencia. Así estaba últimamente, no pasaba nada y me aturdía. Me molestaba el pasar de los días y los meses sin que ocurriera nada. Ahora he hecho una reforma en casa y tengo una postadolescente brasileña viviendo con nosotros durante un mes. Sé que no es gran cosa, pero me permite marcar hitos. Y los hitos me permiten recordar. Y recordar es una forma más fácil de ser consciente que la continua y tensa atención al presente, esa que promulgan los budistas y que dudo que consiga ni el mismísimo Dalai Lama.

Y lo bien que vive Vargas Llosa. Viajando por el mundo para visitar los lugares donde han vivido los personajes que le han interesado. Ojalá yo pudiera hacerlo y echar de menos Connemara.



Sábado, 18 de marzo de 2017

Almodóvar dice que se encuentra sorprendido porque ha vuelto la estética “progre”, algo contra lo que su grupo se reveló en los ochenta. Lo sorprendente va más allá de lo estético, y es la ola de infantilismo y simpleza que nos invade. Se pueden decir verdaderas estupideces sin que nadie se escandalice. Ahora “la casta” es “la trama”, y los privilegiados estibadores españoles deben mantener sus prebendas, porque si no, se les “precariza”.

La humanidad está en el mejor momento económico de su historia. Los jóvenes de ahora viven con mucha más riqueza que lo hicimos los jóvenes de hace 20 años, y nosotros con mucha más que los de la generación anterior. El otro día me contaba mi sobrina, que hay una aplicación para el móvil con la que puedes conseguir que te traigan cualquier cosa. Si me encuentro mal, pues un paracetamol; si me apetece una hamburguesa de determinado restaurante, pues también. Un servicio de marqués a precios populares. Y eso es un poco lo que ocurre. Se satisfacen un muy alto porcentaje de necesidades materiales a un muy alto porcentaje de personas (en la sociedad occidental). Los jóvenes lo que quieren, lo quieren ya y ahora. Se quejan de bajos salarios. No lo dudo, pero en España siempre ha sido así. Sin embargo, tienen móviles que cuestan el trabajo de un mes, viajan por poco dinero, aprenden inglés en el extranjero, disfrutan de tiempos de paz y de unos servicios sociales como nunca ha habido. Me temo que esta pataleta neocomunista se debe a dos factores: nula resistencia a la frustración y falta de fondo cultural para ser conscientes de que lo que piden ya se ha experimentado infinitas veces con resultados conocidos.

Ya lo dijo Shopenhauer más o menos así: “Si viviéramos en un lugar donde los pichones volaran y no hubiera necesidad, las personas se entretendrían en absurdas trifulcas”.



Domingo, 23 de Abril de 2017

Se ha muerto hace unas semanas Salvador Pániker. Un referente, si no el principal, en mi vida. Le he oído hablar tantas veces de la muerte, que me causa extrañeza que le haya podido ocurrir a él. Qué habrá pasado por esa privilegiada cabeza en sus últimos días. No tengo duda de que se sabía la lección, pero, ¿habrá dado trigo igual que predicaba?  ¿Y qué queda de sus profundas reflexiones sobre multitud de temas, de su personalizada religión, de su exitosa mundanidad? ¿Todo eso para qué? “Pues para nada” me contestaría, convenciéndome que ese nihilismo, paradójicamente, puede ser vital, amigable, y por supuesto, místico.
La "Nada" no como náusea, sino como ironía. Como decía Cioran (otro que me extraña que haya muerto), la vida es trágica si se la mira de cerca, pero cómica si se la ve de lejos.
No sé muy bien qué decir, el caso es que la noticia me conmocionó en su momento. Pero como él mismo decía, un diario es para expresar el instante, el presente, y para mí su muerte ya no es presente. Mi pereza siempre me ha hecho ir a remolque.
Era partidario del diario como terapia. Yo se le agradezco. Pude beber lo que quise de su medicina, aunque la fabricara para él. En cierta forma, me he quedado un poco huérfano. Al igual que con la familia cercana, solo el saber de su existencia me servía de agarre


Por la tarde.

Termino de leer “Los árboles portátiles” de Jon Juaristi. Monumento a la hipocresía de la izquierda de los años 30, perfectamente exportable al momento actual. Ya existían por aquél entonces los progres burgueses, con el mismo cinismo que los de ahora.

Veo en el escaparate de un par de centros de masajes: “tratamiento holístico”. No está mal por 52 €.