Lunes, 3 de febrero de 2003.
Empiezo a
escribir este diario en un día en el que me escasean las ideas, en el que me
siento con capacidad de reflexionar sobre pocas cosas, pero en el que soy capaz
de hacer el esfuerzo de sentarme aquí a escribir por la sencilla razón de que
he gozado de una suave jornada de trabajo. A los partidarios de la peregrina
teoría que dice que el trabajar fomenta la actividad mental, estabiliza, y
además entretiene, les diría que en efecto, que fomenta la actividad mental,
pero la convierte en sectorial y selectiva. Que estabiliza, es cierto,
guiándote por un solo camino e impidiéndote conocer otros; y desgraciadamente
entretiene, entretiene hasta el punto que te pasas la vida entretenido y
entretenidamente te mueres.
Se
supone que empiezo a escribir este diario para clarificar mis ideas. Al
parecer, según se dice por ahí, el verbalizarlas por medio de la
escritura ayuda a asentarlas en tu cabecita y que dejen de revolotear como
pájaros en una jaula, que se posen, se aferren con sus garras y sirvan
para hacer de ti una persona más sólida, más centrada, más convincente (contigo
mismo se entiende.) Pues bien, tengo serias dudas que ese estado sea el óptimo.
Puede ser que sea bueno para tu llamada “estabilidad emocional”, pero corres el
riesgo de convertirte en un ser seguro de ti mismo, y eso, con perdón, da mucha
risa. Los seguros de sí mismos sólo se sienten seguros de si mismos cuando
“juegan en casa”, en territorio conocido, trillado y recorrido cientos de
veces, donde no cabe la sorpresa. Cuando “juegan fuera”, valga el símil
futbolero, solo mantienen la postura de seguros de sí mismos, y eso
normalmente es suficiente para los que los contemplan y para contemplarse ellos
mismos. Además, esas situaciones suelen ser de corta duración en el tiempo, ya
que en seguida corren a refugiarse en su universo reconocible y protector.
Hay
otros tipos de “seguros de si mismos”. Por ejemplo, los que no tienen nada que
perder: ¿conocen Ustedes a algún mendigo al que no se le vea seguridad en su
actitud?
Otro es el de
los de pensamiento limitado o fronterizo, y digo fronterizo por las murallas
que rodean en cuatro dimensiones su visión y por su cercanía a la frontera que
separa un cerebro capaz de otro que no lo es. Ni que decir tiene que esta
última especie es muy abundante (puede parecer soberbia, pero no lo es, que más
quisiera yo que fuera de otra forma) y con tres ideas bien plantadas, pueden
llegar lejos en la pirámide social (el “triunfo” es de los especialistas.)
Sinceramente
pienso que la seguridad,
es mayormente postura, que quien esté seguro de algo es
seguro un idiota, que las seguridades sólo sirven para ir a comprar el pan, que
“cogito ergo sum” y que solo sé que no sé nada.
Hasta
mañana.
Miércoles,
5 de febrero de 2003
La actualidad viene marcada por la futura guerra USA-Irak. El gobierno español
está a favor de la guerra, mejor dicho, a favor de EEUU, que desea
agredir a Irak. Digo a favor de EEUU y no de la guerra, porque al
gobierno español la guerra en sí y sus supuestos beneficios, como el
desmantelamiento de presunto armamento de destrucción masiva poseído por Irak y
el evitar su apoyo a grupos terroristas, importa y afecta muy poco a España. Es
simplemente una inversión de futuro con rendimiento a medio y largo plazo. La
oportunidad es magnífica: muchos países de occidente, entre los que se
encuentran los pesos pesados (por economía, historia e influencia) Francia y
Alemania, no están a favor de un ataque inmediato; lo que permite a España por
una vez no parecer un país anodino en el concierto mundial. Por otra parte, el
tener un “amigo” tan poderoso le da fuerza en infinidad de asuntos próximos
como la lucha contra el terrorismo nacional, las relaciones con Marruecos, su
peso político en organismos como la ONU, la OTAN o la CE, u otros asuntos
que se plantearán en el futuro.
Reconozco
que los motivos del ataque de EEUU me son ajenos y no encuentro ninguna
explicación convincente. La prensa habla de sus intereses petrolíferos en la
zona (el gobierno Bush está formado por magnates petroleros,) la versión
oficial de destruir sus armas químicas para prevenir así un ataque terrorista
en EEUU (deberían entonces atacar a medio mundo) y otros del gusto de EEUU por
guerrear. Quizás el asunto es mucho más sencillo y realmente el gobierno de
EEUU se ha creído su propia historia del llamado “eje del mal” contra el que
luchan desde que sufrieron los atentados del 11 de Septiembre.
Todo
esto de buscar explicaciones pragmáticas está muy bien, pero lo que va a
ocurrir no se juega sobre un tablero del “RISK”. Quienes allí van y sufrirán
situaciones horribles son personas de carne y hueso, muchos con
sensibilidad, ambiciones, inteligencia, ganas de vivir, por no hablar de los
niños.... Muchas van a morir, otras quedarán física o moralmente destrozadas
para siempre. Se ha creado el concepto de “guerra preventiva”, ¿se trata de
evitar una futura guerra desencadenándola ya en el presente? Moralmente esta
guerra es impresentable. Se dice que Irak no ha cumplido con las resoluciones de
la ONU referentes a su desarme ¿cuántas no ha cumplido Israel, un peligro real
y constante para la paz mundial?. Se acusa a Sadam Hussein de ser un tirano, un
dictador ¿vamos a invadir todos los países gobernados por un dictador? No
venero las dictaduras, pero le estamos otorgando a la democracia el carácter de
legado divino, de forma de gobierno perfecta que debemos imponer a los demás.
También al parecer vamos a mejorar las condiciones de vida del pueblo iraquí
(son pésimas gracias al embargo impuesto por occidente.)
En
fin, como siempre y en todos los niveles, lucha por el poder. Y el poder ¿para
qué? Siempre he creído que para fornicar, pero me resulta difícil creer
que los motivos de Bush vayan por ese camino. O sea, que tanto sufrimiento y
escándalo ya ni si quiera para satisfacer los impulsos sexuales del presidente
de EEUU, si no por algo peor: su vanidad.
Lunes,
3 de Marzo de 2003
Un mes hace ya
que no me siento a escribir nada, pero ya se sabe: PEREZA + TRABAJO + RUTINA +
VIDA ACELERADA + RESOLUCIÓN DE NIMIEDADES + RELACIONES SOCIALES (salvo honrosas
excepciones) = A NADA, a pasar por encima de la
vida sin enterarte, a ser una hormiga que se mueve en la misma dinámica que las
demás, a la misma velocidad, con el mismo sin sentido.
He adquirido
un libro que compara religiones orientales y occidentales, y que ayuda a
entender de una forma más o menos clara la filosofía de las primeras. Llama la
atención la complejidad de sus ideas en comparación con el
judeocristianismo occidental. Este viene a decir: ¿qué tiene Usted angustia por
su muerte?, no se preocupe hombre, hay un dios todopoderoso,
todosabiduría, que conoce las respuestas a todas las grandes preguntas,
que le premiará con la felicidad (el cielo) si usted cumple tales ritos, si es
“bueno”, si sigue el “cristiano way of life”, si tiene fe.
Hay que
reconocer que lo de la fe es muy ingenioso. Es un chantaje casi mafioso: cree
en esto, auque no tengas razones para ello, porque si no la ira de Dios caerá
sobre ti; es decir, señor comerciante, pague Usted su protección de nosotros
mismos o le destrozaremos la tienda.
Asusta oír
a personas-referencia de todos los ámbitos hablar de su fe sin sonrojarse, y
sorprende escuchar a gente que valoran defender el cristianismo, el catolicismo
y los menos incluso se atreven con la Iglesia, ¿es que esa gente no ha
estudiado historia?
Pero en fin, lo
más interesante del libro es que por fin me empiezo a enterar del universo
hinduista. Metido entre todo ese entramado de dioses, historias mitológicas, castas
y exóticos ritos, resulta que hay una curiosísima concepción del mundo.
Es algo así como que todos somos un pedacito (un atman) de un dios que esta
viviendo un sueño (el maya, el universo); que baila una especie de frenética
danza en la que todos participamos, una danza en la que nada es ensayado sino
improvisado, y que por tanto su movimiento casual provoca reacciones causales (esto último es mío). Habría mucho que
hablar sobre esto. En lo antropológico uno empieza a entender algo de la
estética de las danzas balinesas hindúes, de como se representa figuradamente a
Shiva . Hay que reconocer que es una sugerencia mas imaginativa y compleja que
el simplismo cristiano. He estado en la India y estoy seguro que a pesar de ser
el pueblo más religioso del mundo, la inmensa mayoría viven pendientes de
ritos, actos de fe (otra vez) y demás superficialidades. Parece que el mensaje
fundamental de la religión a todo el mundo le importa un carajo y lo que quiere
es no angustiarse con su muerte pagando lo que sea, y de la forma que sea. Mal
negocio: inversión muy costosa (tu propia vida), para recogida de
beneficios engañosos en el presente (tu tranquilidad también engañosa) y
grandes beneficios en el “futuro” (otro karma, el cielo.) El gran imponderable
está en las comillas de “futuro”.
Jueves, 13 de
Marzo de 2003
He
de hablar de una de las experiencias más desconcertantes que he vivido.
Cena
el sábado con A. y RG en un restaurante japonés. Bajo la formula siempre
efectiva del vino y la comida, la conversación, que empieza formal y plana, se
va animando y se dirige hacia caminos poco habituales. Sale el tema del sexo, y
uno de los aspectos que se trata es el de la entrada de terceras personas en
las relaciones con nuestras parejas. A. y DE nos confiesan (a mí DE no me
confiesa nada, yo ya lo sabía) que tienen la fantasía de hacer sexo con otra
mujer. Esto es muy común en las mujeres normalmente heterosexuales, y es
difícil de explicar porque no se produce en los hombres. Lastima que Freud no
esté vivo, es una pregunta para él.
De
forma natural, y como consecuencia lógica de la conversación, RG propone ir a
un lugar de intercambio de parejas. Este chico tiene la cualidad de decir
cualquier cosa de una forma tan sana e inocente, que aleja cualquier mal
pensamiento hacia él. Podría proponerte violar y cortarle la yugular a dos
ancianitas de una manera tan sutil, que tú correctamente le dirías que no
apoyándote en cualquier excusa, y te irías a dormir. El caso es que su
proposición desencadenó una tremenda agitación en los que estábamos en la mesa.
Era pasar de la fantasía, y sabemos que el sexo es casi todo fantasía, a actuar
en la realidad.
Así
que una vez terminada la cena, nos dirigimos al pub, bar o cualquiera que sea
su nombre oficial. Entramos, previo sablazo económico, y nos encontramos una
especie de pub “retro años 80”, es decir, sillones de terciopelo rojo
enfrentados, música pretendidamente caliente ... (baladas y rock comercial
americano). Una señora de unos 45 años nos ve al vuelo la cara de cohibidos
y se presenta como relaciones públicas. Nos ofrece enseñarnos el local. Como
una guía turística con sus 4 japonesitos nos va paseando por los diferentes
departamentos: “aquí el “jacuzzi” en el que podéis bañaros o “hacer los
deberes” (qué horrible expresión), si queréis toalla os prestamos una
dejándonos un pequeño depósito; aquí la mazmorra donde se puede jugar a ...
(explica un juego de niños con el final que todos imaginamos); aquí los
reservados donde si no queréis que os inoportunen debéis pasar la cortina, si
queréis lo contrario la dejáis abierta; aquí la pirámide, muy cómoda para
practicar sexo oral sin dañarse los riñones ... A cada explicación todos
respondíamos con un “Si” “Qué bien” o “Claro, claro”.
Terminadas las explicaciones para el uso y disfrute del local, nos tomamos una
copa en la zona de “introducción” del pub. Las chicas, que pese a su
retraimiento inicial, se muestran ahora muy audaces, nos proponen a los
alucinados machos separarnos e ir a contactar con alguna pareja, para conocer
el sistema de relaciones sociales que allí rige. Ya había pasado algo de
tiempo, y DE y yo nos dirigimos a las zonas calientes que anteriormente nos
había mostrado la “relaciones púbicas”. Lo que allí vimos nos hacia que nos
tuviéramos que cerrar la boca el uno al otro. No es lo mismo contarlo que
pasearse entre parejas, tríos, dobles parejas y repokeres de brazos, piernas,
pollas, cabezas y coños. En la mazmorra, y bajo el pretexto de bailar agarrado,
a parejas que ya estaban tocándose se les unía otra pareja u otro individuo.
Hay que decir que había una especie de rutina en el semblante de los
participantes, no expresaban una especial emoción; ni comparable a la que yo
albergaba.
Una
vez visto esto, regresamos junto a A. y RG que también habían asistido al
espectáculo:
- Sé que este no es mi sitio –dice A..
- Me parece un poco precipitada esa
conclusión –respondí- . No somos más que meros parvulitos que acaban de entrar
en el colegio.
- Nosotros hemos decidido que vamos a
probar, pero con alguien conocido. –dice RG-Así que si os animáis alguna vez,
nos llamáis ...
- Lo tendremos en cuenta -respondo
perplejo y no seguro de haber entendido lo que he entendido.
Ya dije
que este hombre puede decir cualquier cosa sin que se enrarezca el ambiente,
así que como un tema más expuesto sobre la mesa, todos empezamos a dar nuestra
opinión. Quizás yo fui el más reticente por razones que otro día explicaré,
pero el caso es que esa noche, definitivamente, no nos acostamos con nuestros
amigos. Una vez se marcharon, DE y yo pasamos bastante rato en el local tomando
alguna copa. Cuando ya estábamos cansados y habituados al ambiente, una persona
de aproximadamente nuestra edad empezó a entablar una conversación
trivial con nosotros. Maldije el haberle dado campo para que se pegara a
nosotros, ya que las experiencias de la noche me habían parecido más que
suficientes y estaba mentalizado para irme a casa. DE le siguió la
conversación, lo que hizo que nos presentara a su mujer y sus amigos. Contamos
que éramos novatos en el ambiente, que nos había sorprendido mucho, ellos nos
contestaban que fortalecía la relación de pareja, que era sólo sexo, etc. (hay
que decir que principalmente se dirigían a DE, ya que a mí me traslucía la cara
de perro de cuando no me apetece nada hablar con alguien.) El chico le
preguntó a DE lo que al parecer es moneda corriente en todas las conversaciones
sobre sexo:
- ¿Te gustan las mujeres?
DE afirmó
tímidamente con la cabeza. Hay que decir que a ella le gustan las fantasías con
mujeres, que le gusten las mujeres está por ver.
.
- Mari, - dijo, refiriéndose a su
mujer,- ¿Por qué no te la llevas?
- Claro, ahora vamos a ir todas al
jacuzzi.
- No se ... no se qué hacer – dijo DE
completamente atribulada (cuando está en ese estado es adorable, quizá porque
veo indefensa a una mujer que normalmente muestra lo contrario.)
- Anímate, es sólo sexo. Si no lo
pruebas, no vas a saber si te gusta. Nosotros prometemos mantenernos al margen.
- Habla por ti, gilipollas – pensé
para mí.
Tras muchas
dudas y tiras y afloja, nos dirigimos los cuatro al dichoso jacuzzi, con la
idea de decidir allí según viéramos el ambiente. Mari, que por cierto estaba
bastante apetecible, se desnudó entera nada más entrar, privándonos de una
buena dosis de morbo. En el jacuzzi ya había cuatro o cinco personas, entre
ellas un gordo bastante desagradable tirado en una colchoneta, como esperando a
ver que caía por allí. Como nos quedábamos bajo el dintel de la puerta, y
no nos atrevíamos a pasar, uno de los que había dentro chilló: “Cerrad la
puerta, joder”. Salimos otra vez fuera, cuando llegaron, procedentes de la
barra, los amigos de nuestros “introductores”. Hubo saludos y muecas de
colegueo entre ellos. Pasaron dentro. Uno de los amigos, educado y sereno, se
quedó hablando con nosotros. Nos recomendó, que si no nos atrevíamos a entrar
ahí, nos fuéramos a un reservado del local y lo hiciéramos los dos solos.
Apareció la mujer de un amigo suyo y le dio como saludo un tremendo beso con
lengua hasta el gaznate. Le digo a DE que yo ahí no entro, que necesito algo
más íntimo; DE se muestra de acuerdo conmigo De repente se abre la puerta y
vemos a la mujer del educado y sensato, junto con otra, comiéndose la polla de
otro de sus amigos, un tal Iñigo. Este nos mira con sorna (no está ni
empalmado) y nos anima a entrar. Por detrás se oye: “¡A ver, los novatos, que
pasen! ”. Comento con nuestro primer anfitrión, no recuerdo su nombre, que
necesitamos algo más privado, que no podemos entrar ahí la primera vez. Que si
nos dejara a su mujer, sí que nos iríamos a un privado con ella, solos los
tres. Se muestra solícito, y corre a buscarla. Yo alucino por decimoquinta vez
en la noche y me tambaleo. Pero ha sido demasiado tarde y Mari ya está metida
en harina. Lástima, la próxima vez será. Nos vamos. Una de las chicas del
ropero nos habla largo rato sobre el jersey que llevo..., es igual que el de su
novio. Por fin salimos y nos dirigimos a casa.
Una vez allí
hacemos el amor excitadísimos, una de esas veces para enmarcarlas. El calentón
nos dura todo el día siguiente. Nunca jamás he tenido la libido tan por las
nubes, hasta tenía una parte de sufrimiento, como si deseara que se me acabara
tal ataque. No pegué ojo en toda la noche.
Después de esto
no sé que pensar, la experiencia es de tal peso que de momento aplasta
cualquier reflexión. Es fascinante que en el mundo haya tantos submundos por
sentir.
Viva la
biodiversidad.
Viernes, 25
de Abril de 2003
Últimamente
me rondan algunos pensamientos sobre el comportamiento humano. Para mi amigo
RG, psicólogo de profesión, somos una mezcla de dos variables principales: por
un lado la capacidad intelectual, y por otro la personalidad. Ésta a su vez se
divide en tres ejes medibles: estabilidad emocional, introversión –
extroversión y nivel de psicopatía. Estos a su vez ramifican en otras
características que van afinando la personalidad, así hasta obtener un retrato
lo más ajustado posible de cada individuo.
Capacidad
intelectual, ¿qué es eso? Dice la teoría más ortodoxa que es la capacidad de
resolver situaciones nuevas. ¿Y cómo se puede medir la capacidad intelectual
aisladamente sin tener en cuenta la personalidad? Demos como cierto que los
test de inteligencia miden realmente esa capacidad. Bien, pues los resultados
de un niño enfrentado a un test variarán según su estado de ánimo, su
motivación, sus circunstancias sociales, culturales, económicas, lo que va a
hacer después del test, según quién vaya a leer el test y a quién le cuenten
los resultados. Resumiendo, según su personalidad (o genética), su experiencia
y su entorno. ¿Se es más inteligente cuánto más experiencia se posee?
Rotundamente sí. Aunque por su puesto hay que decir que esa experiencia no
marca igual en todas las personalidades (o genéticas.)
Dice
José Antonio Marina que la gran diferencia entre una inteligencia humana y otra
animal o computacional, es la capacidad de crear, de inventar. Aunque estoy en
contra de considerar al ser humano una “clase” diferente de vida, sí estoy de
acuerdo en lo que respecta a la comparación con los animales. La evolución
animal es una selección natural pura y dura. La cantidad de grasa y la tupida
piel que visten las focas son posibles porque durante milenios han sobrevivido
más años las focas que nacían con estas características, y cuánto más años
viven, más tiempo para procrear focas parecidas a ellas. Sin embargo, el físico
de un hombre de hace cincuenta mil años no era muy diferente de uno de hoy en
día. La diferencia está en que su supervivencia no ha venido marcada
principalmente por su fortaleza física, si no por la capacidad de crear. ¿De
crear qué? Pues en mi opinión el mayor y más útil invento de la humanidad ha
sido el lenguaje. Con él ha podido transmitir a las generaciones venideras toda
su experiencia acumulada para adaptarse a los cambios, a las “situaciones
nuevas”. Ha podido moldearse a voluntad para vivir el polo norte y en el
ecuador, y su capacidad de inventar le ha permitido pasar de recolectar y cazar,
a cultivar y criar ganado. Es decir, ha podido permitirse el lujo de dejar de
jugar a la ruleta de la genética hereditaria. Gracias a eso hoy podemos vivir,
como uno más entre nuestros semejantes, los que somos miopes, los que no somos
especialmente fuertes o habilidosos, y los que no nos enfrentaríamos a los
otros machos por procrear. Desde aquí te doy las gracias, primer ser
humano que balbuceaste palabras.
El
baremo que yo uso para medir la inteligencia ajena (la mía no la puedo medir:
una inteligencia no se puede valorar a sí misma) es la cercanía o lejanía de lo
que yo llamo “lucidez”. ¿Qué es para mí la lucidez? La capacidad de
asomarse por encima de lo que arriba llamaba entorno, incluido uno mismo. La
abstracción de la circunstancia, obviar el estado físico, el anímico, la
cultura que te rodea, quitar de delante de tus ojos todos la maleza que te
impide “ver”. En
una estadía superior, sería incluso el liberarse de prejuicios propios,
educación, ideas preconcebidas, y contradiciéndome con lo dicho anteriormente,
de la experiencia. Esto estaría cercano al concepto budista de “vaciarse
interiormente”.
Sábado,
31 de Mayo de 2003
Recapitulación
personal, puesta al día, resumen de lo que soy (junto con mis circunstancias,
que diría Ortega).
Tengo
32 años, edad en la que se goza de una buena combinación de físico e intelecto.
Tengo un pequeño negocio, que hasta hoy cumple sobradamente mis necesidades
económicas. Tengo una compañera atractiva con una inteligencia muy femenina, lo
cual provoca por momentos cierta desarmonía. Tengo diversos bienes materiales:
casa y coche de segmento medio, y todas las pequeñas cosas
/caprichos que yo pueda desear. Tengo buena salud. Los que me rodean, padres,
hermana y sobrinos, también la tienen (mi madre, operada de cáncer hace 4 años
cree que no, pero eso es otro cantar, hablo de salud física.)
Podría decirse que eso son circunstancias externas a mí, pero no es cierto,
forman parte de mí mismo. Hagamos la prueba de cambiar el verbo tener por el
verbo ser: “Soy 32 años ..., soy un pequeño negocio ..., soy una
compañera atractiva ...., soy diversos bienes materiales ...”. Pues bien, pese
a que aparentemente todo está bien en mí (y en mi circunstancia) me invade
cierta desazón y ansiedad. ¿La razón? Intuyo que estoy en la flor de la vida,
que tengo el océano abierto delante de mí y un velero decente con el que
navegar por el mar de la experiencia, de la agradable y la desagradable, del
placer y del dolor, de la felicidad y la frustración. Ese velero actualmente está
varado en la farragosa vida burguesa.
Hace
tiempo pensaba que el objetivo de la vida era ser feliz la mayor cantidad de
tiempo posible. Era un iluso. El sentimiento de felicidad prolongado estupidiza
y pierde el sentido cuando no tiene la referencia de la insatisfacción. Tengo
vivos en mi memoria momentos de felicidad, y cuando estoy siendo consciente que
soy feliz me digo “¿bueno, y qué? ¿esto es todo? ¿se acabó el camino? ¿no hay
nada más que ver?”
Hoy
soy mucho menos ambicioso. Me conformo con sentirme vivo, pero eso no es tan
fácil. Existe un test infalible para saber si uno ha estado vivo o no. Consiste
en elegir un día del calendario ya pasado y buscarse en la memoria qué fue de
su vida ese día. Si se recuerda con nitidez lo acontecido ese día, su ubicación
y los sentimientos que nos provocó, significa que se ha estado vivo. Algunos
dicen, y yo estoy en gran parte de acuerdo, que el truco consiste en vivir
continuamente el presente. El problema es el tipo de presente que tiene uno
delante, si merece ser vivido. Si no merece ser vivido, habrá que intentar
cambiarlo, cambiar la circunstancia para que cambie “yo”, para que “yo” se
encuentre más a gusto en sus pantalones. Ojo, no espero encontrar una panacea
en lo que me acarree la nueva circunstancia, simplemente poner en marcha un
mecanismo de cambios que vaya más a acorde con la manera de funcionar del mundo
y por lo tanto de mi “yo” que forma parte de él. Todo está en continuo cambio,
e intentar bajarse del autobús en la estación que nos gusta para quedarse
allí es causa segura de “no vida”. No nos queda más remedio que seguir en el
autobús, o parar y subirse al siguiente. Sé que los que se quedan en la
estación, al final también se ven obligados a dejarla, pero de mala gana y con
sufrimiento. Es mucho mejor asumir tu poco control sobre la vida y enfrentarla
con alegría y expectación . Y cuando el conductor del autobús se salga de la
carretera y se estrelle, será un alivio saber que yo no soy el responsable.
Por
el momento, no hay más.
Martes,
24 de Junio de 2003
Tengo
billetes de avión para Ibiza. Bien. Vamos a ver si puedo olvidarme del pasteleo
reinante y saborear el espíritu que alguna vez tuvo ese lugar. Dicen que es una
isla africana, africana del norte se entiende, de tierra roja, aroma de pino y
Mediterráneo azul. Son aduladas sus puestas de sol, veremos si superan en
lentitud y en naranja a las de la griega Santorini. El turismo de masas ha
recalado allí, ha escogido ese lugar, o más bien lo han escogido por él,
y ahora es apoteosis de la frivolidad. Gente que se fuerza a pasárselo bien de
la forma que uno debe pasárselo bien en esa isla. De momento las impresiones
recibidas desde allí son negativas: precios abusivos y pago por adelantado
.
En fin, confiemos en la mística propia, en poder mantener la inocencia aunque
sea por momentos; en que el bagaje adquirido con lecturas que se desarrollaban
en tiempos más graciosos me permita vivir Ibizas distintas. Si el presente está
muerto, viviremos presentemente el pasado. En cualquier caso, bienvenidos sean
el sol, los colores intensos, el ocio y la buena sintonía que me une a DE en
atmósferas no gastadas por la rutina.
Domingo,
29 de Junio de 2003
Sí, como se lee
arriba, domingo. Día con en el que me encuentro todavía con la mente embotada
como consecuencia de la salida nocturna del viernes. Viernes en el conseguí
recuperar el estado adecuado para la diversión frívola. Éste se forma en la
combinación de audacia, actitud experimentadora, y cierto sentimiento de
irrealidad. En esto también juega su papel la vanidad, sensación que surge
cuando uno se siente guapo, joven, triunfador y superior a los demás. Es un
estado estúpido en el que la opinión favorable de los demás (cuando eres tan
cretino de darle credibilidad ) te hace crear una opinión favorable sobre ti
mismo Como consecuencia irradias seguridad y encanto, que sigue alentando la
buena disposición ajena. La pena es que esta alimentación mutua llega a su fin
por varias razones:
Porque tu
vanidad se muestra a todas luces demasiado evidente, con lo cual se te ve el
plumero y te produce vergüenza (algunos increíblemente mantienen el tipo.)
Porque la
vanidad tiene como reacción la envidia, con lo cual el antes admirador pasa a
convertirse en detractor, causando grave daño a la imagen que tú tienes de ti
mismo, dado que tu imagen no es más que la que los
demás tienen de ti.
Porque el suceso
o sustancia estimulante que provoca las ganas de lucimiento ante normalmente
una pobre audiencia, posee la cualidad inherente de la caducidad.
Aún así, es un
buen proceder el sacarle partido a estos momentos. Uno se confirma en la
creencia de que no es brillante en las relaciones sociales, porque no tiene
interés alguno en ello. Esto ayuda a fomentar la propia autoestima, o lo que es
lo mismo, tu “autovanidad”.
Martes,
29 de Julio de 2003
Semana
de vivencia solitaria, DE se ha ido una semana de vacaciones. He cenado y
escucho a Thelonious Monk:. las notas al borde del desafine, su agresividad, el
deliberado retraso en la ejecución. Su música duele. Es la misma sensación que
cuando me clavo una uña en el borde de la encía, me daña y me gusta.
El
fin de semana pasado he visitado Marbella, lugar único en la geografía
española. ¿Qué qué es lo que se ve? Pues se ve riqueza, coches de lujo,
yates, imponentes mujeres que corren al olor del dinero, pijos con pinta de
millonarios que corren al olor de las mujeres, conversaciones frívolas, gente
estirada, policías con pinta de matones, actitud de superioridad, risas
ostentosas del tipo “mirad como me río, que dentadura tengo y que irónico soy”,
cientos de personas recibiendo y emitiendo miradas. En resumen, una “berrea”
bajo el manto del lujo.
Los
dos días dormimos en Mijas, un bonito pueblo andaluz encaramado a una sierra
encima del mar. En la noche del viernes, la grúa municipal retiró mi coche en
un lugar donde nadie podría esperar tal cosa. Al día siguiente perdemos media
mañana en ir a recogerlo. Está a unos 12 km.. Primero hay que pasar por la
comisaría y el taxista me aconseja que sea amable con los agentes porque sino
podrían tramitar mi denuncia por Tráfico. Esperamos un rato hasta que me hacen
un permiso de recogida y nos dirigimos al depósito municipal. Es un descampado
y las oficinas se ubican en una cochambrosa caseta de obra en la que hay un sofá,
probablemente recogido de la basura, y una televisión encendida. En una mesa
acorde con el resto del mobiliario me hacen un justificante por ordenador
conforme me llevo mi coche. Nos sorprende ver desparramados por el descampado
una gran cantidad de coches de lujo: un Ferrari con pinta de haber envejecido
ahí, BMWs, Mercedes descapotables y un impoluto Audi TT . Nos cuenta el
encargado del depósito que avisan a los dueños, pero que no vienen a recogerlos
porque son narcotraficantes o bien porque los coches son robados con matrículas
cambiadas. Dice que el depósito de Málaga es el más grande de Europa, que está
lleno de coches , yates e incluso hay un helicóptero. Me pregunto si estoy en
España o en algún viaje astral he cruzado el estrecho. Roña al lado del lujo.
Domingo,
28 de Septiembre de 2003
Gozo
de cierta calma mental, de un tranquilizador bienestar. A ello contribuye sin
duda la lectura de un libro de Krishnamurti. Estos filósofos-gurús indios te
atacan por el sentimiento, proponen un cambio radical de tu percepción de lo
exterior y de lo interior, más bien hacen una sola cosa de ambas: todo eres tú
(solipsismo) o tú eres lo mismo que todo. Al fin y al cabo no hay ninguna
diferencia, combaten la dualidad en la que estamos educados, rompen el ego.
Anteriormente
no entendía esa obsesión de algunos filósofos por trascender el ego, por
sentirse parte de un todo. Ahora empiezo a comprender lo molesto que es estar
siempre pendiente de tu pensamiento, de tu diálogo interno. Sólo cuando consigues
“no pensar” empiezas a despertar. He sido siempre un firme defensor de la
experiencia. Pensaba que somos lo que hemos vivido, lo que hemos aprendido, lo
que hemos sentido (procesado por nuestra genética.) Todo esto formaba nuestro
conocimiento y nosotros éramos nuestro conocimiento. Este conocimiento era
siempre ampliable y nos conducía por un camino en el que cada vez iba haber más
sabiduría, que a su vez nos iba ampliar la mirada sobre el mundo de forma que
cada vez menos cosas te sorprenderían porque ya las has aprendido Sabes lo que
son y como se desarrollarán. Esto tendría un resultado muy apetecible: la
disminución de la angustia. Este es el concepto de sabio, “el que todo lo
sabe”, y lo ideal era acercarse a ese personaje lo más posible.
Esta
teoría en sus fundamentos es la que se da por absolutamente verdadera en el
mundo occidental. Obsérvese el sistema educativo (acumulación de conocimientos)
y el mundo laboral (mejor cuánto mayor experiencia .)
Sin
embargo sí hay algo cierto que te dice la experiencia: que nunca hay dos hechos
iguales y que nada tiene porque desarrollarse de la misma manera.. La misma
experiencia te dice que la experiencia falla. No digo que el conocimiento no
sirva para nada. Sin él no hubiera jamás contactado con el pensamiento oriental
y no estaría escribiendo esto, pero muchas veces creo que es mejor no leer
periódicos, no almacenar conocimientos que ocupen y guíen nuestro pensamiento,
no saber tantas cosas sobre diversos temas que convertimos en importantes
y que nos desplazan de lo que verdaderamente vivimos: nuestra intimidad,
nuestro sentimiento. Inventamos mil distracciones para no mirarnos ni mirar con
profundidad. Buscamos aventuras, amores, sexo, aficiones más o menos forzadas e
ilusiones que nos convertirán en seres más felices. En fin, la cadena
ficción-deseo-“¿satisfacción?”, tema para otro día. A lo que iba: el libro de
Krishnamurti, partiendo de la base solipsista-holística (palabreja que el
diccionario no nombra y que significa algo así como “totalidad”), se atreve a
ofrecer soluciones aplicables, característica ignota en los libros de
filosofía, para vencer a la angustia-miedo.
Este
hombre tiene clara la receta: la percepción pura. Reniega de conocimientos, de
sistemas, cualquier intelectualización o teoría no tiene ningún valor, el
pensamiento es un estorbo: sólo se puede hablar de hechos. Y ¿qué es un hecho?.
Pues algo que ocurre en nosotros realmente, es decir, un sentimiento. Y dice
que la sola percepción clara y profunda del miedo, anula ese miedo. Para ello
tenemos que evitar que surja el pensamiento, el análisis. Nosotros no somos
observadores que contemplamos el miedo: no hay dos partes, nosotros somos el
miedo. Si somos capaces de entender eso se acaba el conflicto con el
sentimiento de miedo.
Estoy
de acuerdo con que simplemente puede ser un truco psicológico (una parte de la
filosofía es eso, como lo es el juego del lenguaje), pero me parece que está
más cerca de la raíz de la angustia innata al hombre. La razón convence a tu
lógica, a tu pensamiento. Forma una teoría muy coherente; pero no te convence
profundamente, sólo te engaña a corto plazo. La angustia es un sentimiento, y
como tal, sólo puede ser cambiado por algo que juegue en su mismo plano. Y eso
no puede ser otra cosa que otro sentimiento.
Lunes,
8 de Diciembre de 2003
Fin
de semana casi infantil. He tenido oportunidad de perder el tiempo, sensación
que apenas recordaba. He salido del carril que me lleva a recorrer mi
ocio a toda velocidad para detenerme primero a descansar y luego a pensar. No
voy a insistir en que la velocidad no deja lugar para la reflexión, la
reflexión por sí sola también se marchita. Una vez más la manía humana de
encontrar una fórmula perdurable e infalible se demuestra equivocada..
Aunque
no se muestre claramente, esta es una de las principales ficciones de los
individuos. Todos buscan una fórmula a aplicar para que todo funcione sólo y
ellos se puedan echar a dormir. Y muchos la encuentran, pero el problema es que
sólo les sirve para su reconfortarles en su vida exterior, pues en cuanto se
dan de bruces con su vida íntima (y no se enteran que todo es vida íntima), la
fórmula se muestra del todo ineficaz.
¡
Qué afán por medirse comparándose con los demás ! Si todo el esfuerzo que
empleamos en competir y subir en el escalafón social, lo gastáramos en aprender
a vivir con nosotros mismos, la coherencia y el sentido común harían esta
sociedad mucho más habitable.
Lunes,
2 de Marzo de 2004
Sucesos
notables ocurridos desde que no visito este diario: tres semanas en Marruecos,
susto con la enfermedad de mi madre, sexo en pareja con otra pareja. Mirándolo
bien, y en comparación con otras vidas que conozco, no me puedo quejar. Lo
positivo es que los hechos me zarandean, me mantienen despierto. Cierto es que
siempre tengo la lectura para sentir, sumergirme en otras atmósferas, hacerme
recapacitar, abrir mi mente, conversar. Pero no es menos cierto que hay una
frontera entre la realidad leída y la realidad “vivida”.
La
gente se extraña de que Don Quijote confundiera lo leído con lo vivido. A mí me
extraña que eso no nos ocurra a todos. ¿Me quiere alguien decir cuál es la
diferencia entre leer una buena narración de un naufragio y el haber sido
náufrago alguna vez? El poso que cada una de las dos experiencias deja en nosotros
debería ser parecida, y sin embargo reconozco que no lo es. La primera puede
destilar casi tanta intensidad como la segunda, pero será una sensación de
corta duración, caducará a los pocos días. La segunda quedará fijada de manera
completa en nosotros durante meses, quizá años, aunque al final también se
acabará diluyendo.
Entonces
estamos diciendo que la única diferencia entre el lector, oyente o receptor;
frente al vividor de experiencias, es la profundidad de la huella que éstas
dejan en su memoria, relacionada ésta con el tiempo que tarda en desaparecer
(total o parcialmente). Damos por hecho que la profundidad del calado depende
de la dureza del material con el que se encuentre. Por lo tanto nos atrevemos a
decir que el mismo suceso leído por una personalidad sensible, puede ser igual
de importante para ésta que el vivido por alguien de carácter poco
impresionable.
(Seguirá)
Martes, 24 de Agosto de
2004
Me considero una
persona racional, y por qué no decirlo, inteligente en ciertos campos, más allá
de la media, dotado de cierta visión global. También creo que tengo algo
asumida la idea de la muerte (unos días más que otros), y pienso que como en
tantas otras cosas, no es tan fiero el toro como lo pintan. Al fin y al cabo,
la vida no ofrece tantas variantes. Si has experimentado y curioseado por
variopintas gentes, paisajes y pensamientos, todo te termina sonando. Hace
tiempo ya que no consigo que nada me sorprenda profunda, originalmente, Todo
tiene un padre, un hermano o un primo más o menos lejano, algo con que
relacionarlo, una atmósfera que ya has respirado. La alternativa a esto es la
rutina, solo salvada por la infantil e inagotable virtud de la curiosidad.
Llama la atención esto de la curiosidad, por definición es una continua necesidad
insatisfecha que se satisface al no ser satisfecha. Espero no curarme
nunca de ella, me imagino entonces como una especie de ser vegetal que
únicamente sobrevive.
Bueno,
volviendo al principio del párrafo, a lo de la resignación ante la muerte. Creo
que la muerte forma parte de vida, o es que acaso, ¿cabe peor tortura que ser
inmortal?. Sería el estar condenado a cadena perpetua en una celda de
grandes dimensiones, seguro deseando salir. Por lo tanto la muerte es ante todo
una forma de libertad, un escape de las limitaciones de la vida. Por otra parte
si decimos que da miedo, ¿miedo a qué?. Es un cambio, desde luego, cambio hacia
otra cosa o hacia otra no cosa, pero no hay ninguna razón para pensar que el
cambio sea a un estado doloroso o sufriente. Puede ser perfectamente placentero
y tranquilo. O lo contrario. O nada. O a algo no sentido nunca. En fin, nada
diferente a cualquier cosa que nos puede pasar en vida. Sinceramente, no veo la
causa por la que hay que estar más angustiado ante la perspectiva de la muerte
que ante la de levantarse al día siguiente de la cama. De aquí parece deducirse
que el miedo no es a la muerte, sino a la pérdida de las posesiones, y no me
refiero a las materiales, de lo que llamamos vida. Los budistas, excelentes psicólogos,
ya lo tratan en el “desapego”. Por otra parte, también está la experiencia, en
este caso la ajena. Contemplo a la gente que por razones biológicas ya se
encuentra muy cerca de la muerte (por ejemplo, mi padre), y no atisbo el menor
rasgo de angustia en él.
Una
vez desarrollados todos estos implacables argumentos, y sin aportar alguno más
que me he dejado en el tintero, paso a narrar escuetamente un reciente suceso y
el torrente de sensaciones que me produjo. Me dirijo por imperativo desideriano
a tomarme la tensión arterial: valores preocupadamente altos. En los días
posteriores mi estado es cíclicamente de ansiedad, hipocondría pura: sensación
de preinfarto con síntomas previos como hormigueo en el brazo izquierdo, dolor
en el pecho, todo ello acompañado de la desazón que me producía el medirme de
nuevo la presión arterial. Reacciono con la razón y me digo: “Alberto, en toda
tu vida jamás te ha dolido el pecho, ni se te ha dormido el brazo izquierdo. Es
evidente que esto sólo te ocurre desde que te has enterado de tus valores
anormales de TA (la abreviatura de TA es consecuencia del contagio del aluvión
de información sobre la enfermedad que he consultado)”. Entre esto y el paso de
los días, se atenúa la sensación de principio del fin de mi vida o de cambio
radical de su forma. Tomo medidas para solucionar el problema y la tensión baja
poco a poco. A día de hoy, mis mediciones médicas de presión son absolutamente
normales. Con todo esto concluyo: la especie humana está muy mal nombrada con
la expresión “animal racional”, más oportuna sería la de “animal
pretencioso”. Segunda: en la próxima batalla entre mi inteligencia y mi
animalidad, no dudaré en apuntarme al seguro caballo ganador. Y reírme si me es
posible montado en su grupa.
Domingo,
21 de Noviembre de 2004
A
vueltas con la religión, con los valores. Lo que tenemos hoy en día en el punto
de mira social es el becerro de oro, el culto al cuerpo, la ostentación, la
dichosa vanidad. Bien, esto no es ninguna novedad, ha existido siempre. La
diferencia es que antes todo ello estaba envuelto en el manto de la religión,
que se encargaba de ponernos delante de los ojos otras referencias: miedo de
dios, sacrificio, resignación, modestia, respeto a las autoridades, tanto a la
familiar como a la externa, freno sexual, y sobre todo, una línea clara que
separaba la “buena conducta” de la “mala conducta”.
Esto,
con sus desvaríos, y pagando como precio el desperdicio de miles de
personalidades que hubieran desarrollado su creatividad en otro entorno, y el
de otros cientos de miles que simplemente pasaron su vida amargados por el
encorsetamiento moral, ha ido funcionando durante muchos siglos.
A
partir de mediados del siglo XX, se fue implantando un curioso fenómeno, la
“socialización” del espíritu crítico. Es cierto que en multitud de ocasiones a
largo de la historia se han producido revoluciones sociales contra el poder
establecido, pero no contra la “totalidad” de los valores morales, sino
como reacción ante circunstancias determinadas: un abuso de poder, una
situación de excesiva pobreza o esclavitud, exaltación de nacionalismo, etc.
Pues bien, como decía, el espíritu crítico, más un pueblo con mayor formación
cultural, más avances científicos que tiraban por tierra argumentos religiosos,
más la todavía cicatrizante herida de la mayor guerra de la historia de la
humanidad, más la aparición de métodos anticonceptivos, más el
“autodesprestigio” de las autoridades religiosas, más una incipiente
globalización, más, más y más ... hicieron que temblaran los valores que habían
cohesionado la sociedad hasta la fecha.
Al
final, los valores, no son más que barreras, fronteras entre las que moverse
cómodamente, sin tener que estar planteándose cada minuto a donde dirigir tu
vida; y socialmente, hacen la función de reglas de convivencia útiles para la
armonía social y la supervivencia del hombre como especie.
Martes,
9 de Agosto de 2005.
Escritura
medicinal. Intento reposar, aferrarme a una idea para no divagar. Ver una
realidad, mi realidad, más o menos convincente, pero que yo me crea, que toque
las teclas sentimentales oportunas para seguir sereno.
¿Qué
ocurrió? Esto es mi verdad. Voy a intentar ser ecuánime, seguro que a
conveniencia, pero no quiero que el tiempo desfigure la historia, o mejor dicho
la “story” sentimental.
Los
entrantes.
Nosotros:
ímpetu por experimentar una relación sexual con externos.
Él:
Sabe eso. Quiere relación sexual. Pero con ella. Adora la seducción. Tiene
experiencia, presencia. Es un gran producto para la necesidad a satisfacer. Comienza
su juego.
Ella:
Si quieres una victoria sobre alguien, elógialo. La vanidad nunca falla. Sobre
todo si el loador está considerado. Disfruta con el halago.
Yo:
La receptividad de ella raya a veces con lo irrespetuoso. Callo mental
(¡¡mentira!!) y oralmente. El ansia de experiencia puede más. Propongo pasar al
segundo plato: curiosidad, generosidad, ponerme a prueba, no recular.
La
carne.
Ella:
Me respeta. Me cuida aunque con distracciones. Disfruta la novedad. Aguanta
casi estoicamente mi lastre.
Él:
Le peso. Lo tengo con una mano atada. Intenta luchar pero no puede zafarse.
Yo:
Celos, despiste, desubicación. Aprecio exceso por parte de él. No le gusta
compartir los platos y los quiere con su salsa. Pasado cierto tiempo, paro
todo. Ensueño, vacío en el estómago, ¿qué hago?.
Los
postres.
Él: Se ha
quedado con ganas de carne. Le apetecería tomarla a solas. Insiste. No quiere
los postres.
Ella: Seguiría
con las carnes, pero valora su estómago. Aún así, probablemente sucumbiría a un
solomillo bien presentado. Ronda sin ningún cuidado la cocina, no sabemos con
que nivel de consciencia.
Yo: Situación
molesta. Depresión, irritación. Una vez recuperado el estómago del mal estado
del plato principal, las circunstancias empiezan a ayudar. Hay entretenimientos
después de la cena que propician la distensión. De aquí, y hasta la salida
final del restaurante, se produce un aumento progresivo del apetito del
comensal conocido como “Él”, que no se quiere ir sin terminarse el filete.
Jueves,
26 de Diciembre de 2013.
Metadiario:
He leído lo que llevaba escrito del diario. Han pasado 8 años. Comienza tosco
pero va cogiendo ritmo, estilo y color. No está mal. Y el capítulo final me ha
parecido brillante. Releerlo me ha producido a veces una sonrisa, y algo de
vergüenza, y ternura de mi mismo. Resulta que parezco buena persona. Cobarde,
perezoso, con cierta candidez natural, pero un espíritu compasivo.
Cambio
de tema. La relectura me ha recordado la fórmula de Khrishnamurti para aplacar
la ansiedad. Se trata de la observación. “El miedo no está fuera, el miedo soy
yo, si te observas a ti mismo miedoso, tu angustia remitirá”. La orientalista
posición de “testigo”. Está relacionado con la meditación. Y sorprendentemente
con la física cuántica: la mera observación cambia lo observado. En una pequeña
novela de Andrés Ibáñez, el “maestro” proponía el ejercicio de recordarse a sí
mismo cada vez que pasáramos bajo el dintel de una puerta, el verse desde
fuera.
Todo
esto es una terapia, la mejor que conozco sin duda, aunque eso no es mucho
decir. Siempre he sido un enemigo acérrimo de los ejercicios psicológicos.
Parto de la premisa que no se puede cambiar, que la gente busca cosas que no
existen, que ni si quiera saben lo que son ni se han parado a pensarlo, que
además creen que se pueden “adquirir” como quien desarrolla sus músculos en el
gimnasio. Como se puede ser tan cretino de pensar que vas a vivir en el parnaso
siguiendo un sistema. Yo soy más modesto. Me conformo con estar un poco más
atento de mi mismo y no del agresivo exterior, que no para de atacarme para
llamar mi atención. Yo, mí, me, conmigo. ¿Qué importa el resto? Esto no es nada
oriental a priori, pero sí lo es. Como siempre, la verdad en la paradoja, lo
que equivale a decir que no hay verdad. O que la verdad es blanca y negra a la
vez, también muy cuántico, olvidándonos de los manidos grises.
Esto,
insisto, es sólo terapia. Faltaría entender como interactúan todas las
diferentes observaciones de individuos a la vez: “yo observo que me observas,
tú me observas y a la vez somos observados…” Un rompecabezas observante
imposible de encajar.
Sí que hay
algo raro en esto. Esto es un ejemplo real: escucho música en casa o en el
coche. La disfruto. Es una música difícil de entender por la mayoría de
mis semejantes. En cuanto entra alguien y me observa, esa misma música empieza
a molestarme. No es que quiera emprender una conversación, no es que tema que
me tomen por un “snob”: es que realmente empieza a sonarme mal, empiezo a
escucharla con los oídos del nuevo observador.
Otro muy
evidente: estar rodeado de tontos, te atonta, estar rodeado de lúcidos, te
estimula. Entonces, ¿quién soy yo? ¿Me gusta esa música o no? ¿soy tonto o no?
Me temo que soy todo a la vez. Pero, si observo mi yo atontado, según Krishnamurti,
debería de espabilarme. Mi propia observación cambiaría la observación de los
otros. Todo muy simpático.
Miércoles,
8 de Enero de 2.014.
Días
en Lanzarote. Un desierto con cubos blancos sobre un cristal azul. Algo
parecido dijo alguien de Cádiz. Un lugar con encanto, una geografía que se da a
lo místico, principalmente Timanfaya, los acantilados de Famara y el
irrepetible paisaje de La Geria. Siempre con la idea de cambiar de geografías,
como si hubiera algo diferente en alguna parte. Diferente sí, pero
“esencialmente” diferente no. Arrecife-Móstoles-Valdepeñas o Teguise-La
Vera-Cazorla, si estos tríos estuvieran unidos, podrías pasar de una calle a
otra teniendo que hacer un esfuerzo por reconocer donde estás. Y ya no digamos
si intentas diferenciar a la gente, todos iguales, todos en su arquetipo
correspondiente, no muy numerosos, siempre con la sensación a cuestas de que
nadie tiene nada nuevo que contarte. Se dirigen a ti, te hablan, y
automáticamente van al cajón de “extravertidos superficiales que no escuchan”,
o al de “vanidosos simplones sin sentido del ridículo”, o al de “charlatanes de
feria”, o al de “hay qué ver qué buena estoy y puedo ser imbécil sin que me
desprecies”, o al de “aparento ser culto y por lo tanto interesante y
misterioso”, en fin. A mí me meterán en el de “personas agradables que dejan
que les hables, te siguen el hilo y parece que te hacen caso”. Nada más lejos.
Esta manía de ordenarlo todo me convierte en un “daimon” que lucha contra la
entropía reinante, y que en su permanente ordenar provoca desorden a su
alrededor. Pero ahora no me apetece hablar de eso, es un tema extenso y lleno
de matices.
Domingo, 19 de Enero de 2.014.
Disfruto
de la lectura del libro de Pablo D´Ors sobre la vida del místico Charles de
Foucauld. Por poner "peros", y aunque el libro está narrado en
primera persona, no acabo de ver una continuidad en la evolución del personaje.
Pasa de libertino a ultrarreligioso sin pausa en medio, sin explicación. Otro
tema por lo que no me llena es que su camino hacia la nada, hacia el vacío,
hacia la comunicación con lo extraño, es a través del ejercicio de la religión
cristiana. Lo siento, no me entra por ningún lado el Dios Padre pastoreador de
hombres, juez de bien y mal, ejecutor de castigos y premios, al que hay que
orar para tener contento y con el que existe una deuda sólo por nacer. El dios
por encima, tan antropológico, me parece infantil. Un señor a veces compasivo y
a veces cruel con poderes del mago Merlín. De verdad, teniendo claro que no hay
respuesta al asunto del misterio, se me ocurren respuestas más acordes a lo que
siento. Desde luego la construcción hinduista es mucho más imaginativa y
compleja, formando un entramado que ayuda a tomar conciencia de donde puedes
estar.
Hay
días en los que mi desconexión con el resto de mis semejantes es brutal. Ayer
fue uno de ellos. No vienen de ninguna deducción ni de ninguna circunstancia,
simplemente ocurren. Yo, que he disfrutado a veces, mediante alcohol o drogas
por supuesto, de la empatía universal, de considerar a todos parte de mí mismo.
La desintonía fue tremenda. Creo que si alguien me hubiera hablado, se me
hubiera deformado la cara por aburrimiento a los dos segundos. Almuerzo en un
restaurante del centro de Madrid y observo a los demás. Los de al lado hablan
de comida durante una hora (qué plaga, por dios), la mesa de enfrente formada
por 4 veinte-treintañeras resaltan el estilazo que tiene una tal Marta, ausente
en el evento. Una madre primeriza babea detrás de una niña pequeña con nombre
hippie-chic. Me refugio en la casa del libro, planta tercera. Me llama la
atención como ha crecido la sección autoayuda. Ojeo algunos libros de ese tipo.
Me escandalizo por la ramplonería, los lugares comunes y la superficialidad más
absoluta. Sin embargo, la sección de filosofía la han cambiado de sitio y la
han llevado a un lugar tranquilo, amplio y despejado, y con un ventanal
insonorizado que da a la Gran Vía. Delante de ese ventanal han puesto numerosas
sillas a las que te puedes llevar los libros. El tiempo pasa volando. He
hallado uno de mis lugares favoritos de la ciudad, espero que no se abarrote,
ayer sábado estaba casi vacío. Bajo a unos sofás que hay en la planta baja a
esperar a mi pareja. Me reencuentro a un anciano pobre (no pobre anciano), pero
relativamente aseado, que ya he visto más veces allí. Me alegra que le permitan
seguir entrando. Me sonríe. Exuda ternura por todo su ser y me reconcilia con
la humanidad. Aparecen dos chicas, una alta de piernas largas, otra gordita, y
se sientan a nuestro lado toscamente sin mirarnos siquiera. A los dos minutos
llega otra:
-
Jolín, me he perdido en la planta tercera (tiene acento de provincias.) He encontrado
mi lugar, tienen una sección enorme de libros de autoayuda.
-
Ah, pero tú ... es que necesitas ayuda- dice la guapa de las piernas largas,
sin vocalizar muy bien.
-
Tienen el libro "El monje que vendió su Ferrari"
-
¿Qué?, Fe-rra-ri - ¿Qué es eso?
-
Un libro buenísimo de autoayuda.
-Ah,
pero es que tú necesitas ....- vuelve a repetir piernas largas. Esta vez ya no
lo dice con la boca pequeña, y suena a una crueldad evidente. La otra no
contesta. La tercera amiga calla.
-
Estoy muerta- retoma piernas largas. Vamos al H&M y ya se acabó. Después
podemos tomar algo.
Ganas
de correr a casa. "Los inútiles", de Fellini, me calman un poco.
Domingo, 26 de Enero de 2.014.
Sigo
con mi místico, Charles de Foucauld. Busca, rebusca y no halla. Tiene claro que
la ruta está siguiendo la pobreza, la soledad y el silencio. Cualquier
necesidad, hasta la de Dios, debe ser despreciada. ¿Y la soledad? Le conduce a
temporadas de total locura. Esto último es algo duro de asumir. En una
primera fase es lógico renunciar al borregismo, en una segunda prescindir de
las compañías lúcidas, ya que ni siquiera éstas tienen nada que aportar ya,
porque ya todo te lo han dicho, y su mensaje no deja de ser autoría suya, a su
medida, y que apenas tapan sus propias fugas de agua. ¿Qué queda entonces? la
absoluta soledad. Pero esta soledad acaba siendo insoportable también, lo tengo
claro. El peor viaje del mundo es encontrarse aislado, sin referencias humanas,
con tus pensamientos chillándote, limitando cada vez más tus
parámetros mentales, sin estímulos. Resulta que llegará un momento en
que no tendrás nada que decirte, porque si antes pensabas en porqué tener que
decir algo a los demás, ¿por qué decirte algo a ti mismo? ¿qué quieres? ¿qué
buscas? Peliagudo camino sin salida. Veremos como acaba mi místico, espero que
no mienta y que no me cuente que ha encontrado algo donde estable donde estar.
Este fin de semana murió el padre de mi cuñado. Un ser que, prejubilado a los 55, no pisaba la calle. Se levantaba, se sentaba en una silla, resolvía pasatiempos durante todo el día (en los últimos tiempos con un ordenador) y se volvía a acostar. Así durante casi 20 años. Su deterioro físico era acusado, apenas podía moverse ya. Una infección se lo llevó. Me gustaría preguntarle a Schopenhauer si en su concepto de "voluntad" también hay grados. Lo del velatorio y entierro, lamentable. Lo primero es que mis habilidades sociales en esos eventos son nulas. Ironías de la vida, su familia tiene relación con la farándula, y había cierto famoseo en el evento, lo que me causaba más incomodidad todavía. Y no se trata del manido "es que la sociedad da la espalda a la muerte". Se trata de que eso es un acto íntimo, coño.
Me encuentro en una fase de mi vida asocial que no sé como va a acabar, pero no le veo muchas salidas, ¿acabaré haciendo crucigramas un días tras otro?
Domingo, 23 de Enero de 2.014.
Bueno, pues al final mi místico parece que encontró su "statu quo". Caminos cristianos para fines orientales, está claro que todo está enraizado. Primero la más radical compasión, segundo la trascendencia del ego, la unión con el todo. Deja claro que esto último solo le sucede a veces, pero su comunión con la "totalidad" es clara. ¿Mereció la pena el camino? Si lo miramos desde el punto de vista economicista, con el coste-beneficio, es evidente que no; pero no había opción para él. La vida burguesa le parecía vacía y obtusa, también para ser un limitado burgués hay que valer.
Reviso de nuevo "El ángel exterminador". Qué alegría el arte sin cálculos, sin marketing, sin tener en cuenta la recaudación. Buñuel tenía una idea, un sueño, una manía, una obsesión, una intuición ... lo plasma todo en una historia filmada y ya está, sin más. También veo el "El rayo verde" de Rohmer. Una mujer aquejada de soledad, que no encaja en los grupos convencionales, bastante irritante ella también como buen personaje de Rohmer, y a la que pone en situaciones mil veces vividas por este el que escribe. Anormalidad, falta de conexión con tus semejantes. Yo, un perfecto mediocre, creo que sí destacaría en el campeonato de perplejos ante el mundo. Quizá no fuera de la élite, un Kafka, un Niezstche, ni siquiera un Vila Matas, pero desde luego sería un competente inadaptado, alguien en quien confiar cuando se trate de sentirse un marciano ante los demás. Y eso que uno a base de mucho esfuerzo y mucha lucha ha aprendido a actuar, pero en cuanto me dejan sólo y bajo la guardia, ya está, otra vez hablando con mis semejantes como si fueran extraterrestres (o lo fuera yo.)
Viernes,
12 de Septiembre de 2.014
Uno intenta armarse hasta los dientes. Se envaina el escepticismo, viste la coraza del cinismo, se pone por casco el nihilismo y mira el campo de batalla con una sonrisa de superioridad e ironía, por lo menos en su intimidad. Pero esa coraza que resiste los embates rutinarios se desmorona con facilidad según qué ataques. Decía Federico Luppi en la gran "Martín Hache" que podías aguantarlo todo porque la vida no tenía importancia, pero que si tenías un hijo date por jodido. Yo no tengo un hijo, tengo un sobrino, un sobrino que por circunstancias de la vida pasó su infancia conmigo, y al que quiero como un hijo.
Este
sobrino-hijo de 24 años era visto desde fuera como el hijo ideal: excelente
estudiante, conversador sensato, educado, y hasta alto y guapo. Algo chirriaba,
pero casi todos, yo el primero, lo achacaba al borreguismo propio de la edad.
Tenía ciertas obsesiones sobre su aspecto, que su madre calificaba claramente
de enfermizas. Yo no le daba importancia. Me molestaba más su falta de afición
por leer, el no tener interés profundo por algún tema (parecía aficionado a la
pintura o al diseño gráfico, pero sólo se quedaba en la superficie), y, en fin,
que se dedicara solamente a estudiar y salir de copas. Pero qué voy a decir yo,
a su edad yo no cumplía con lo primero y era excesivo en lo segundo.
Básicamente, su rendimiento académico le daba bula para todo. Simplemente había
que esperar a que madurara y ya veríamos por donde salía.
Tenía
un amigo psicólogo que me hablaba a veces de su "proyecto de vida",
asunto que me hacía mucha gracia, ya que sabía por experiencia que el proyecto
se desmorona con un soplido. Pero lo que ha ocurrido es un regate de la vida
difícil de asumir así como así. A partir de aquí, se ha instalado en mí la sensación
de que todo es posible ya. En el fluir taoísta hay cataratas, ríos subterráneos
y tormentas fluviales inesperadas. Mi sobrino-hijo se ha cortado la yugular con
un cuchillo. Ha sido todo doloroso y aterrador, no quiero recordar aquí los
detalles del suceso. Se ha salvado de milagro, en el límite, y después de dos
semanas en el hospital, no le van a quedar secuelas físicas graves. Otra cosa
es lo que ha salido a la luz. Tiene un problema, eso está claro, pero los
psiquiatras no saben todavía cual, y tengo serias dudas que lo lleguen a saber.
Ver trabajar a un psiquiatra sobre el comportamiento de un individuo da para
otra crónica de este diario. Con respecto a él, ha pasado por varias fases. Los
dos primeros días parecía que estaba en el hospital por haberse roto una
pierna. Después preocupación, depresión, tristeza. Ahora también miedo, fobias
concretas, obsesiones. Bueno, yo destaco esto, pero en realidad su conversación
sigue perfectamente lúcida y coherente salvo en puntos concretos. Y sobre todo
vulnerabilidad, supongo que producto del miedo. Todo extraño, onírico, irreal,
sensación de que todo esto está pasando en otra frecuencia del dial. Volcados
D. y yo en ayudarle, pero no es fácil. Y me hace estar inquieto, y con un punto
de ansiedad que no se acaba de quitar, pese a que después del fatídico día todo
ha ido relativamente a mejor. Y esto pinta que va para largo, y que paso a
paso, y que empezamos un "proyecto" ...
Viernes, 15 de Mayo de 2015
El miércoles pasado me llama mi
amigo R. diciéndome que está en Madrid. Se le ha estropeado el coche cuando
venía a una reunión y va a pasar la noche aquí. Quedamos para cenar. Veo a un
señor con el pelo blanco que se acerca a mí, me cuesta reconocerlo al
principio, hace dos años que no lo veía. Es exactamente de mi edad.
Nos dirigimos a una terraza a tomar
algo. Enseguida se anima la conversación. Es un tipo inteligente y curioso, y
digamos que con cierto sentido filosófico, aunque sin exagerar. El entorno te
puede y subyace cierto provincianismo en él. Forma parte de las pocas personas
con las que consigo hablar sin tener que medir mis palabras para que me
entienda. Responde y le respondo, todo un logro.
Temas: me habla del cambio de
paradigma promocionado por la tecnología, del hombre con "prótesis"
(teléfono móvil). Yo me pongo radicalmente "retro" y critico con
furia tanto avance al alcance de cualquiera, el uso frívolo de tantas
posibilidades que hacen los nuevos ricos en información, el que lo usen como
haría un chimpancé con un lápiz y un cuaderno, el no enterarse de nada, el
pasar de puntillas sobre todo, en definitiva, el no ser consciente. Tomo esa
postura sin estar del todo convencido y teniendo claro que lo anterior tampoco
era mejor.
Estoy de acuerdo con que el cambio
de ecosistema existe, sus ventajas y sus funestas consecuencias (paro, exceso
de competitividad, autoflagelación, terror al fracaso, polarización económica,
proselitismo del especialista ignorante).
Pero si escribo esta anotación en
el diario no es por tratar el tema de conversación. Es que cuando estoy con
este hombre me queda cierto regusto amargo en la despedida. Me divierto, sé que
él se divierte, pero siempre con freno, como si tuviera atada una pierna a una
cuerda y ésta a un palo que no dejara pasar cierto límite, no vaya a
caerse. Un exceso de prudencia, un pensar "sí, muy bien, pero yo a casa,
al trabajo, a la familia, que eso es lo serio". Sensación de que no podría
esperar ni un mínimo de lealtad. Yo la tuve en su momento con él, no pido
reciprocidad, simplemente constato.
Nos despedimos en el metro con un
"a ver si nos vemos este verano" que suena algo falso.
Miro mi flamante nuevo Iphone 6 y
veo que es más de medianoche. Mañana me espera un agitado día laboral y estoy
medio borracho. No me puedo permitir la guardia baja.
Sábado, 6 junio de 2015
Herminio es un trabajador que tengo
contratado. Tiene 52 años y desconoce lo que es el uso de la maldad.
Sitio donde lo envías, sitio que te devuelve una retahíla de parabienes sobre
su persona. Es capaz de amansar a Atila. Perdió casi toda la vista de un ojo
hace unos años, los médicos no supieron darle ninguna explicación. Se le
inflamó el nervio óptico sin razón aparente y ya está, el proceso fue rápido.
Esta semana ha vuelto la pesadilla en el ojo sano que le quedaba. Está
ingresado en el hospital, y el pronóstico no es bueno. Realmente no es bueno ni
malo, es inexistente, los médicos no tienen ni pajorera idea. He hablado con él
y tiene miedo, se puso a llorar en el teléfono. Me siento mal y me siento sin
derecho a sentirme mal.
Jesús, mi ex-socio de Barcelona, ha
perdido la audición de un oído. Lo peor no es eso, lo peor es que le ha quedado
un pitido permanente difícil de soportar: "acúfeno", se llama el
fenómeno. Algo subjetivo, no físico, un sonido imaginado. Solución a lo
primero, ninguna, solución a lo segundo, ninguna. Las causas, el mismo cantar.
Me contesta por whatsapp: " la vida es así, yo ya lo sabía".
Mientras, en Silicon Valley,
admiran y remuneran adecuadamente a un joven peruano que ha inventado una
aplicación para llamar la atención de las amigas de su hermana.
Lunes, 8 de junio de 2015
Herminio me
dice: "esto es muy fuerte Alberto". Paseo desasosegado por un parque
después de la conversación. Una cuarentañera lleva una bolsa enorme llena de comida
para patos. Se pelean entre ellos a pesar de que hay comida de sobra para
todos. "Es como la vida" me dice, "los fuertes expulsan a los
débiles". "Yo vengo a traer comida a esa pobre pata, que está
coja". Ella lleva el pelo teñido de rojo e intuyo a quien vota. Lanza
comida con furia contra los patos mas fuertes para que se alejen. No comparto
su compasión selectiva ni su forma de administrar justicia patil, desigual y
vengativa. Es un delirio.
Martes, 9 de junio de 2015
Gente que nace, hace, muere. Los
admirados, los eficientes, los que son como dios manda, los que vienen sin
consciencia. Claramente es una tara que desaparecerá con el paso de las
generaciones. ¿Y entonces qué? Pues entonces nada: virus, bacterias, medusas.
Viernes, 12 de Junio de 2015
Acabo de ver "La regla del
juego" de Renoir. Ni fu ni fa, un vodevil con ínfulas. En general no me
cala la cultura francesa. Ni sus filósofos (Sartre, Voltaire, Descartes,
Pascal, Montaigne, ...), ni sus literatos (Flaubert, Victor Hugo, Proust,..),
ni sus cineastas (Rohmer, Tavernier, Godard, Truffaut, Resnais). Algunos me
entretienen, como Chabrol, pero siempre de forma superficial, sin conmover. Es
claramente una cultura cuyo objeto es la estética, parecen incapacitados para
lo trascendental, al contrario que alemanes y eslavos.
Por cierto, la película era del año
39, poco antes de la hecatombe que asolaría Europa. En ella se veía lo felices
que vivían en esa época las clases altas. Uno piensa que en el mismo año en que
empezó la guerra la gente estaba muy preocupada y preparada para lo que podía
pasar, pero no era así. Reinaba la más absoluta normalidad. Como ahora. El otro
día, a propósito de la situación política que se está creando en nuestro país,
un personaje público dijo que esto se empezaba a parecer a los años 30.
Equiparaba los felices 2000 con los años 20, el crack del 2008 con el del 29 y
los radicalismos de los años 30 con los actuales. Se apoyó además en un libro
de Zweig que hablaba sobre la sociedad alemana en los albores del nazismo. Demasiado
sofisticado para la sociedad actual, simplona hasta lo increíble. La reacción
de políticos, medios y contertulios varios fue decir que esta buena señora se
había vuelto loca. Tan tranquilos, como imagino Renoir cuando filmó esa
película en el 39.
Me temo que volveré a hablar muchas
veces de este tema en el diario. Y de momento quiero pensar que la sangre no
llegará al río, pero todo parece preparado para que sí lo haga.
Sábado, 13 de junio de 2015.
Hace tiempo que no sé que leer y
ahora solo releo. Sublimes los "Cuadernos" de Cioran. Son apuntes sin
correcciones estilísticas, al contrario que sus otros libros. Sus tripas
vomitadas en un papel. Profundo, desesperado, paradójico, despistado. Y ante su
propia ignorancia, sentido del humor.
Los pesimistas no tienen razón:
vista desde lejos, la vida no tiene nada de trágica, solo lo es de cerca,
observada en detalle. La vista de conjunto la vuelve inútil y cómica.
Sus libros se mueven entre esos
parámetros, moviendo el zoom arriba y abajo, a capricho.
Toma de posesión del gobierno de mi
ciudad por unos comunistas que se han cambiado el nombre para no parecerlo.
Este regate tan simple ha servido para engañar a nuestros pánfilos vecinos.
El acto me recuerda la imagen
de la cena de Viridiana, de
Buñuel.
Jueves, 18 de Junio de 2015
La frase del día, como no, de
Cioran: "Para hacer algo, tengo que renunciar a imponerme tipo alguno de
sabiduría". En esas andamos. El exceso de acción me va carcomiendo poco a
poco, como un cancer.
Según me hago mayor me voy
reconociendo cada vez más en mi padre. Esta noche la migraña me ha
despertado. He andado en la oscuridad por la casa en busca de la pastilla
salvadora y realmente no sabía si era mi padre o yo el que buscaba el remedio.
Extensión del ego filial al ego paterno. Mi forma de caminar era la suya y mi
pensamiento no podía ser otro que el suyo. Pero, qué más da que sea yo, que sea
él, o que sea la totalidad (o la idea de hombre, siendo más exactos). Eso de
transcender el ego al final no es más que turismo espiritual. Puede que te
crees la ilusión que entiendes algo más, pero, profundamente, sigues sin
entender nada. En eso nos quedamos, en sensaciones e intuiciones, ¡qué cosa más
boba, por dios!
Martes, 25 de Agosto de 2015
Leo con gusto los diarios de Victor
Klemperer. Una enciclopédica obra cuyo volumen no debe bajar de las 3.000
páginas en papel, y que narra las vicisitudes de un catedrático judío durante
la Alemania nazi. Comienzan en el año 33, cuando este señor llevaba la vida de
un burgués medio, y finalizan en el año 45. Entre ambas fechas, un deterioro
casi continuado de su entorno y situación personal, narrado con detalle,
crítica y lucidez. Te haces consciente de lo difícil que puede ser mantener la
perspectiva cuando cambia el acuerdo plural de cómo deben ser las cosas. Hasta
muchos judíos dudan a lo largo de los años sobre el verdadero fondo del III
Reich. El alemán medio perdió
la cordura, una amplísima parte de la sociedad guardó silencio o se aquietó, al
resto lo callaron por la fuerza. El delirio hecho gobierno. Todo es posible si
se cambia el ecosistema. Y eso no es relativismo, según Luis Cencillo, el autor
de mi otra lectura, es la Realidad.
Miércoles,
2 de Septiembre de 2015
Desmotivado,
sin horizonte, casi diría sin deseos, ¿no es esto la ataraxia? No veo ahora
zanahoria a la que perseguir.
Ocupa
el cajón de las preocupaciones la enfermedad de mi amigo. Llevo dándole vueltas
unos días a lo oportuno de llamarle o no, después de habernos comunicado solo
por escrito. No me perdonaría que interpretará mi silencio como indiferencia.
Simplemente no quiero incomodarle con una conversación que inevitablemente
tendrá un punto de artificio. Esta tarde he decidido dejarme de melindres y le
he llamado, pese a saber que no era la hora más oportuna. Como era de esperar,
no me ha cogido el teléfono. Mañana lo intentaré de nuevo.
Cada
vez más convencido de la filosofía "Marisol": la vida (mi visión y la
circunstancia) son una tómbola.
Lunes,
21 de septiembre de 2015.
Leo
en un par de tirones el último libro de Houellebec. Mucho ruido, mucha
entrevista, mucho intentar buscarle carácter profético y mucha pobreza
creativa. Su personaje de siempre y el desarrollo de un posible panorama
político, que se da gracias a que una opción ofrece a dios frente al laicismo
occidental. Todo esto relacionado con la narración de la vida de un escritor
francés clásico, que también desemboca en la búsqueda de la comunión con la
divinidad. Poco para un libro con tanta publicidad. Cría fama y échate a
dormir, posición que ya quisiera para mí.
La
situación política sigue tendiendo a inquietante. Posiciones antagónicas, odio,
agresividad, de momento solo verbal. Y todo gratis, nada diferente de ayer que
lo justifique, por eso me preocupa. La estupidez general es incomprensible.
En Grecia han reelegido con mayoría a un gobernante que ha hecho el ridículo, y
la tercera fuerza son los neonazis. En España nacionalismos instalados en la
irracionalidad, donde el pueblo se traga al cuentista sin ver lo que es. En
Francia disputa la segunda fuerza en voto el Frente Nacional. En Alemania
les ha entrado un ataque de buenismo inconsciente con los refugiados de una
determinada guerra, al que no tengo duda que seguirá la reacción en no
mucho tiempo. Siempre he pensado que debería estar avispado para huir de un
posible conflicto bélico. Cuando leo o veo algo sobre la Segunda Guerra Mundial
o la guerra civil española, me viene a la cabeza lo que se ahorraron los que
huyeron a Méjico o Estados Unidos. No es que tuvieran un camino de rosas, pero
no hay comparación. Espero que mi pusilanimidad me permita actuar si llegara el
caso.
Miércoles, 30 de Septiembre de
2015
Día
desagradable en el trabajo. Aunque la situación mejora, sensación de hámster en
la rueda, de pedalear sin ir, de día de la marmota. Y eso que en realidad no me
interesa tener mucho dinero, pero he de reconocer que me inquieta su falta.
Montaigne, con el que me voy reconciliando poco a poco, dice que le atormenta
más el miedo a la carencia que la carencia en sí. Claro, que él nunca la
padeció, yo tampoco. Excelente su ensayo "De la presunción", el más
íntimo de los que le he leído hasta ahora.
Retomado
el placer de la lectura: el ya nombrado Montaigne, Savater, Julián Marías, el
Conde de Keyserling. Todo a la vez. Entre todos esos libros siento algo que
atribuía el otro día Savater a las multitudes nacionalistas: "calor de
establo".
Mañana
a organizar, saltar escollos y aparentar entusiasmo. Me vienen a la cabeza esos
recreos de mi infancia donde todos corríamos impetuosamente detrás de una bola
de "papel de plata", con el único objetivo de regatear a algún
compañero hasta que te la quitaban.
Nada
espero ya de ningún humano. En el mejor de los casos, complicidad en nuestra
soledad. Sí quedan todavía por apurar algunos tragos de arte o de naturaleza.
Renuncio a descubrir, a comprender, a sorprenderme. Este capítulo del
Eclesiastés lo expresa de excelsa forma:
"Vanidad
de todas las cosas
Discurso de Qohelet, hijo de David,
rey de Jerusalén:
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet;
vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas
que lo fatigan bajo el sol?
Una generación se va, otra
generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone
el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur,
gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y
el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a
caminar.
Todas las cosas cansan y nadie es
capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de
oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo
el sol. Si de algo se dice: «Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos
mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará
con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
Yo, Qohelet, fui rey de Israel en
Jerusalén. Me dediqué a investigar y a explorar con método todo lo que se hace
bajo el cielo. Una triste tarea ha dado Dios a los hombres para que se atareen
con ella. Examiné todas las acciones que se hacen bajo el sol: todo es vanidad
y caza de viento, torcedura imposible de enderezar, pérdida imposible de
calcular.
Y pensé para mí: «Aquí estoy yo,
que he acumulado tanta sabiduría, más que mis predecesores en Jerusalén; mi
mente alcanzó sabiduría y mucho saber. Y a fuerza de trabajo comprendí que la
sabiduría y el saber son locura y necedad». Y comprendí que también eso es caza
de viento, pues a más sabiduría, más pesadumbre, y aumentando el saber se
aumenta el sufrir."
Sin
duda debo prestar más atención a la Biblia. No se puede decir algo tan
importante de forma más clara.
Jueves, 12 de Noviembre de 2015
Estoy dándole vueltas a que debería escribir una novela de ficción. Esta, como yo entiendo una buena novela, tiene una ventaja sobre el ensayo: encamina al lector a que llegue él solo a lo que quieres expresar, pero sin mostrarlo explícitamente (me viene a a la cabeza que lo que denominan seducción funciona así.) Pero en esta etapa de mi vida no tengo muy claro qué escribir, por lo que voy a usar este diario (¡horror! he caído en un propósito que no cumpliré) para sugerir posibles ingredientes que figurarán en mi futura ficcionada ficción.
Uno debería ser la burguesía. Sobre esto hay verdaderos
maestros en el género: el mejor, sin duda, Buñuel. Versión simplona, Chabrol.
En literatura, Hermann Hesse.
Hoy, por motivos laborales, he estado en un pueblo residencial de
clase media-alta, en la puerta de un colegio concertado. Era la salida y había,
no exagero, cientos de padres esperando a sus uniformados retoños. Aunque a mí
se me podría considerar objetivamente un miembro de tal manada (sin hijos, como
si fuera el cojo o el manco del grupo, pero aceptado), siempre he mirado con
extrañeza a sus militantes. Se les ve seguros y conformes, gozan del calor de
grupo, juegan todos a lo mismo con reglas claras, actúan con disciplina
militar, gozan de las mieles de su victoria y se culpan de su fracaso. En
resumen, creen, tienen fe en que el mundo es de determinada manera. Cierto que
a veces cojean y se asoman al abismo, algunos se hacen preguntas, pero no se
convencen del todo y en general vuelven a la fe verdadera en cuanto tienen
ocasión. No sé, creo que hay que criarse con tan inmutables principios, yo no
crecí así.
Otro ingrediente que no puede faltar es la soledad. Pero no la del
urbanita de la sociedad moderna, si no la idea de soledad absoluta, la que
lleva a la locura, a la consciencia de la comicidad o tragedia de la vida. La
que te desconecta por completo.
No voy a proponer nada más, esto parece la preparación de un
trabajo. Si me obligo a ciertos temas en el libro, nunca sugerirá nada
sutilmente, será una vulgaridad. En realidad debe sugerir cosas incluso para
mí, debe sorprenderme o interesarme a mí mismo, yo debo ser el más emocionado
lector/escritor y por supuesto no saber como continuará cada capítulo hasta que
lo escriba, ni que querré decir. Debo seducirme, y por tanto, engañarme a mí
mismo.
Sábado, 21 de Noviembre de 2015
Seguimos caminando por los nuevos años treinta. Atentados terroristas, sobre-reacción, nacionalismos, principios de xenofobia, enroque de los países en sus fronteras y culturas, exaltación en los medios, ... vamos volviendo de la aldea global a la aldea a secas. Al tiempo.
A los que me rodean les siguen acechando problemas de salud. Lo de
mi padre es normal, casi noventa y dos años le contemplan. Dicen que la vida es
corta, pero mi padre podría haber sido soldado en la segunda guerra mundial. En
una exposición que he visitado sobre los avances tecnológicos y las
exploraciones geográficas de la segunda década del XIX (la llaman de Julio
Verne, pero no es tal), enternece la visión que tenían sobre nuestro presente.
Parece evidente que la nuestra sobre el futuro es igual de cándida.
Otro asunto es el de mi pareja. Le han descubierto un bulto
sospechoso en un pecho, la semana que viene toca biopsia. El tema va pasando
fases, "cumpliendo el protocolo", que dicen los médicos. Este tema me
ha hecho reflexionar (más) sobre mi vida con ella. Lo puedo resumir así:
cualitativamente, difícilmente superable. He tenido diversión, intimidad,
compromiso, complicidad, apoyo, ha colmado mi vanidad y he vivido experiencias
que jamás habría tenido sin ella. Cuantitativamente ha sido excesiva, como lo
sería cualquier vida de pareja en mi caso. Si me faltara pareja me volvería más
inestable, nihilista, arriesgado, sería, desde luego, más
"literario". Pero si me faltara ella, no tendría su visión lúcida, a
veces mágica, sobre las relaciones humanas, y, sobre todo, se perdería una
parte que ella que ya forma parte de mí. Perdería parte de mi personalidad
actual, sería yo - n.
Esperar y ser taoísta, no forzar.
Lunes, 7 de Diciembre de 2015
Al final el bulto sospechoso de D. no era maligno. El azar es así, te lleva a extremos o a una relativa calma chicha sin que tú influyas gran cosa. Mi pareja siempre ha tenido una buena relación con la fortuna. Que dure.
Fin de semana en Málaga, ya que nos veíamos en la obligación de
acudir al 40 cumpleaños de una amiga. En este Estado a los que a todos se les
cae la baba llamando plurinacional, Andalucía es lo más distanciado
culturalmente al resto de regiones españolas. En la fiesta, imposible mantener
una conversación fuera de los lugares comunes. Trabajo, dinero, niños y
¡aarg!.. gastronomía. Y además a nivel de mesón de pueblo. Particularmente
desagradable un personaje que era un arquetipo de maltratador de género,
cumpliendo punto por punto cualquier descripción institucional al
respecto. A mí eso no me perjudicaba, no soy su mujer, pero pude comprobar su
falta de compasión cuando taladraba mi cerebro con una verborrea simplona y
agresiva. Fue impasible ante mi cara deformada por el aburrimiento y he tardado
días en olvidar su voz : "¡yo no soy rasista, yo soy ordenao ...!"
Nuestra amiga es una versión femenina de un personaje de Houellebecq. Vive con una niña de tres años fruto de una relación muy corta. Decenas de hombres han pasado y pasan por su cama, pero ella es una permanente insatisfecha y busca de forma continua una pareja estable y un padre para su hija. Es una mujer extremadamente susceptible y con una distorsionada visión de como funcionan las cosas. D. dice que odia a los hombres, los dos pensamos que quiere un imposible para su carácter. Es como si yo me empeñara en ser campeón de culturismo.
Releo la genial última parte de un libro que relaciona la
información con la física cuántica. El autor es Vlatko Vedral, un profesor que
imparte en la Universidad de Oxford la extraña asignatura de Ciencia de la
Información Cuántica. Hay partes del libro que parecen destinadas a niños, o
frivolidades como las que dedica a la especulación financiera, mundo que
conozco bien. Pero la última parte del libro es osada y realmente propone una
cosmovisión original. Muy resumido, sería esta: el universo es solo la
información que se produce por la relación entre unidades creadas a su vez
artificialmente por el observador. Si no existe la relación, no existe la
información, y por lo tanto no existe nada. Adaptado a nosotros, podríamos
decir que somos conscientes de nosotros mismos porque existen otros. ¿Si yo
hubiera nacido privado de los sentidos en el vacío, tendría yo conciencia de mi
ser individual? Parece que no.
La información se crea y se fija a través de las interrelaciones,
a partir de ahí, empiezan las etiquetas y las convenciones en las que nos
manejamos. Y aún más, esa creación de información, al surgir de relaciones
sobre unidades inventadas por el observador, es aleatoria, cualquier cosa puede
ocurrir. Y ese nuevo evento que se produce empieza a formar parte del pasado
vamos a decir que empírico, pero el abanico de posibilidades de futuro sigue
totalmente abierto. Así, dice, se va conformando la realidad, digamos que a
partir de una aceptación y clasificación de eventos aleatorios.
Que no me digan que esto no está relacionado con el concepto de
maya hindú (la realidad es un sueño) o con el del inefable Tao que todo lo
rige.
Martes, 8 de Diciembre de 2015
Ayer, espectáculo político al que llaman debate, y que todo el mundo, principalmente los medios de información (siguiendo la teoría de Vedral, privilegiados creadores de realidad) consideran clave en la elección de nuestro próximo gobierno.
Llegan los candidatos entre aplausos de sus seguidores y silbidos de los de los rivales. Alipori es una palabra que aprendí ayer y que describe perfectamente lo que siento en ese momento. Del debate en sí no se sacó nada en claro. Cada uno lleva aprendido su papel e intenta meter sus superficiales mensajes en el poco tiempo que tienen para hablar. Lo demás son puyas al adversario y teatralidad. Las televisiones saben lo que le gusta a la audiencia y fomentan esto último, situándolos de pie en frente de las cámaras sin ningún tipo de atril o apoyo por el medio. Propongo que la próxima vez les hagan debatir a una pierna y girando un plato encima de un palito, el más capaz demostrará ser el mejor gestor de nuestros destinos.
Me sorprende el nerviosismo del candidato Rivera, en
mi opinión, el único que tiene alguna idea para intentar mejorar algunas cosas
que funcionan mal en el país desde que yo tengo uso de razón. Es un brillante
polemista, pero últimamente le veo algo superado por la presión. No le culpo,
aguantar la estupidez, y sobre todo la beata moralidad que hay en España
impuesta por la progresía, acaba desquiciando a cualquiera. Quien le iba a
decir a Franco que, como reacción, dejaría ese inamovible legado ético en la
opinión pública española. Rivera quiere ganar las elecciones a toda
costa, y para eso entiende que debe ponerse al nivel intelectual y moral de lo
que cree que es el votante medio, además de evitar que los poderosos
apoyos mediáticos de su oposición hagan sangre con él. En mi opinión es un
error, su gran virtud ha sido mostrarse claro y sin complejos. Creo que con la
actitud anterior su mensaje sería más sólido y no iba a obtener peores
resultados, además de que se sentiría más cómodo. Me dan ganas de decírselo.
Olvidando la política , he pasado la tarde viendo una película de
Yasujiro Ozu. Ya había contemplado (sí, estas películas se contemplan)
"Cuentos de Tokio". Para muchos críticos es, exageradamente, la mejor
película de la historia del cine.
Ozu era un señor que se dedicaba a poner una cámara a medio metro
del suelo y a encuadrar pasillos siempre con la misma óptica. Lo de la altura
de la cámara se supone que imita el punto de vista de una persona sentada en un
tatami, y lo de la óptica fija de 50 mm al ojo humano. El argumento de la
película "Primavera tardía" es exactamente este: una joven no quiere
dejar de vivir junto a su padre. Con esta idea, durante más de hora y media,
Ozu logra tenerte permanentemente atento a la pantalla. Para ello no usa la
acción, sino la contemplación. Todavía no entiendo muy bien como lo hace. Es
una historia extremadamente simple y cotidiana en la que no ocurre casi nada,
pero acabas con la sensación de haber disfrutado de un melodrama existencial en
un universo Zen. Bien por Ozu y los que son capaces de crear su propio universo.
Sábado, 19 de Diciembre de 2015
Filias:
- la
lectura: ensayo, filosofía, historia, diarios, viajes, novelas, ciencia,
economía…, en lenguaje escrito, casi cualquier tema tratado con un mínimo de
sensibilidad y conocimiento.
-La
música: jazz, clásica, “contemporánea”, en menor medida blues, funky, house.
- El
cine, bueno, un 1% del cine, pero lo disfruto mucho. Llámeme escapista.
-Viajar,
aunque ese deseo se atenúa poco a poco con la edad y por la masificación del
turismo. Y por la repetición de clichés. Me gusta la geografía más que la
antropología.
-Sexo:
la misma atenuación que lo anterior y por la misma razón.
-
Naturaleza: paisajes de alta montaña, de desierto. Lo relaciono con la soledad.
Me gusta la geografía más que la antropología.
- Soledad:
qué a gusto se está liberado del ruido exterior. Uno sólo es real cuando está
solo. Contemplar, pensar, sentirse fuera. Su exceso, como pasa con los
psicotrópicos, es destructivo.
-
Alcohol y drogas: una experiencia necesaria. En mí está extinguida.
-
Andar en bicicleta, solo.
Fobias:
-
La masa. Aquí lo único que se ha globalizado es la
estupidez. Los medios de comunicación que la fomentan.
-
La campechanía, la superficialidad, los lugares
comunes, la repetición. Si no hay nada que decir, mejor callarse.
-
El consumo por capricho, el afán por el estatus, el
clasismo, la burguesía como ideal.
Como
compendio de todas mis fobias, el día de la lotería de Navidad. Esas aperturas
de los telediarios, las omnipresentes preguntas durante la mañana: “¿te ha
tocado algo?”, pero aún mejores que las respuestas: “pues a seguir trabajando,
qué remedio”, “al primo de mi primo no le ha tocado el gordo por un número,
fíjate tú”. Me fijo, me fijo…, y me asombro.
Pues
todo esto hay que se me ocurra a vuela pluma, y yo que pensaba que a mí me daba
lo mismo ocho que ochenta.
Lunes, 21 de Diciembre de 2015
Le decía un día a mi amigo P. que nuestro problema es que éramos
demasiado trascendentes. Esa era causa de nuestra falta de empatía con el
entorno. A mí pocas veces me sale una frivolidad natural, siempre la fuerzo
para poder comunicarme, entenderme. Pániker la define acertadamente:
"frivolidad por cortesía".
Viernes, 25 de Diciembre de 2015
Entre la lista de fobias del otro día, podría haber incluido
también las frases de autoayuda que la gente escribe en Facebook, o luce en el
perfil de whatssapp. Suelen ser del tipo "mira el lado brillante de la
vida", "un objetivo cumplido es el lugar para empezar el
siguiente", o "la cercanía da distancia, la lejanía
perspectiva".
Ch., amigo de mi socio, una persona alocada y con intelecto nimio,
ostenta el siguiente desde hace dos años: "the best is yet to come".
La frase subraya una foto en la que se le ve en un puente sobre un canal,
probablemente en Ámsterdam. Este hombre, disc jockey de noche y vendedor
de móviles de día, que en su momento, creo que para lucirse él, nos abría
con su influencia las puertas de las discotecas de Ibiza, se cayó a la calle
desde un cuarto piso. Ocurrió hace un año y medio. Se olvidó las llaves dentro
de la vivienda, y tuvo la idea de salir por el hueco de la escalera a la
fachada para entrar por la ventana. Estuvo en coma varios días, a punto de
morir, con traumatismo cerebral, varios huesos rotos y daños en órganos
internos.
Después de tres meses en el hospital, lo enviaron a una carísima
clínica de rehabilitación (pagada por la seguridad social.) Sus heridas físicas
se iban curando poco a poco, pero había perdido absolutamente la cabeza. No
reconocía a casi nadie y no era consciente de su situación. El mensaje de su
whatssapp no había cambiado, y cuando yo lo veía, no podía evitar esbozar una
sonrisa. No me reía del mal ajeno, no soy así, sino de lo pretenciosos e ilusos
que podemos llegar a ser.
Han pasado 18 meses ya y el otro día le pregunté a mi socio por
él. Me dijo que estaba mucho mejor. Había recuperado la memoria a largo plazo,
aunque todavía le fallaba a corto. Estaba capacitado ya para manejarse por la
vida y había estado en varias ocasiones tomándose una caña con él. Vivía en
casa de sus padres, aunque quería volver a la suya. Para ello esperaba servirse
de una paga mensual que le había asignado el estado, aunque le parecía poca y
estaba tramando argucias para que se la aumentaran, al parecer con
posibilidades. Miro el whatssapp, su mensaje sigue ahí: "the best is yet
to come". Ya no me río.
Miércoles, 6 de Enero de 2.016
En la televisión, programa de libros de Sánchez Dragó. Versa sobre
un escritor novato cuya primera e interesante obra trata sobre escritores
suicidas. Su profesión es la de psiquiatra, pero él se consideraba un
"escritor sin obra", por lo que ha decidido dejar su trabajo y
dedicarse plenamente a escribir. Dice que vivir sin tomar esa decisión era
realmente un suicidio sordo y en diferido. Desconozco sus posibles, pero ...
joder, que me cunda el ejemplo.
La primera vez que oí eso del artista sin obra fue en un artículo
sobre Pepín Bello, amigo de Buñuel y de la pandilla de la Residencia de
Estudiantes. Me llamó la atención el término, porque llego a empatizar con semejante
paradoja. Al final, tener una una mayor o menor obra depende de la
laboriosidad, la disciplina, los hábitos, o la circunstancia social y económica
de cada cual. Pero la mirada artística, sensible, profunda, estética, se puede
tener y transmitir sin haber escrito una línea, compuesto una pieza o agarrado
un pincel. Por qué no decir que sería el artista más puro y desinteresado,
aquél que no tiene ninguna necesidad de reconocimiento o incluso de expresión,
convencido que aprender una técnica para transmitir no deja de ser una
limitación a comunicar lo inefable, el objeto de todo arte.
Por otro lado, también comprendo la escritura como método
terapéutico, al estilo Cioran, pero abomino de los mercaderes del templo. El
otro día vi la película "Ángeles o demonios", basado en un arrasador
"best seller", y mis pésimas expectativas se vieron ampliamente
rebajadas. ¿Qué pasa íntimamente por la cabeza de los espectadores o lectores a
los que tanto gusta semejante producto? Para mí es un misterio, siento cierto vacío
en el estómago, ya que pertenecen a mi especie. Me hacen sentir lo inefable,
¿por qué molestarme en expresar estéticamente esa sensación? Yo soy un artista
sin obra.
Sábado, 6 de Febrero de 2016.
El objetivo de inflación en USA debe ser del 2%. Los bonos de
algunos países a corto plazo se venden con intereses negativos. La masa
monetaria aumenta sin parar pero no suben los precios. Las materias primas
baratas por el exceso de oferta y escasez de demanda hunden a algunos países
emergentes porque otros emergentes ya no las compran en tanta cantidad.
El euro barato (cruzado con el dólar) favorece las exportaciones. Los
bonos de alto rendimiento corporativos de repente ya no son de fiar.
El nuevo gobierno de mi país será el del cambio y el progreso. También
reformista. Retocará la constitución y haremos una nueva transición.
Claramente, las metáforas de la economía son más ricas y
elaboradas que las políticas.
Domingo, 28 de Febrero de 2016.
Repaso los "Diarios" de Iñaki Uriarte. Va soltando
perlas por aquí y por allá. Sobre el asunto del libre albedrío: " A veces
me quedo completamente quieto, como mirando desde fuera y preguntándome: a ver
qué hace este ahora.”
También cita a Coleridge, que dice que para vivir es necesaria una
“suspensión de la incredulidad”. Pues sí, e inventarse un papel protagonizado
por el actor llamado Ego, e incluso como ambientar la película. Lo que ocurre
es que a algunos ese ejercicio de imaginación nos dura lo que nos dura, o quizá
no aguantamos el papel las veinticuatro horas, es un problema de resistencia.
Los demás sé que tampoco se lo creen del todo, pero se agarran a él como tabla
de salvación: una fe por desesperación. Y cuando se actúa a la desesperada tu
situación nunca es buena. Eso lo sabe cualquier vendedor de lavadoras. Por
cierto, el tal Coleridge (lo he buscado en Google, no sabía quién era) fue un
opiómano casi toda su vida. Sería su forma de permanecer crédulo.
Hoy he acudido al auditorio nacional. Programaban un concierto para
violín y orquesta de Sibelius y una sinfonía de Shostakovic. El concierto de
Sibelius ha sido bello, trágico, existencial, muy nórdico. Me imaginaba
caminando deprisa el último día de mi vida por un bosque de Finlandia. Hasta
hace poco odiaba que me intentaran contar algo con música. Consideraba una vulgaridad
mezclar la narrativa con un arte que va directo a la intuición, como es la
música. Ahora lo disfruto, me mantiene atento como un niño cuando le cuentan un
cuento. Me he descubierto que durante toda la pieza he estado con la espalda
recta, en contra de mi tendencia natural a permanecer encorvado. Quizá lo que
me pasa es eso, que en general no me interesa el cuento que veo y lo paga mi
espalda.
La sinfonía de Shostakovic recordaba a Stravinsky. Una composición
más moderna, que sin entrar en tecnicismos que desconozco, sonaba más atonal.
Espectaculares varios momentos bastante largos con toda la orquesta, muy
numerosa, tocando a la vez. Parecía que el auditorio se venía abajo. Este
hombre tuvo sus cuitas durante toda su vida con el régimen soviético. Al final
de su vida se afilió al Partido Comunista, no se sabe si por cobardía o por
convencimiento. Como era muy famoso, cada obra que estrenaba era juzgada por el
politburó soviético. Esta de hoy en concreto, la sinfonía número 8, la
consideraron “pesimista” y apenas se representó. ¡La compuso en 1.943!, ¿qué
querían? Por lo que se ve esperaban siempre en la obra que reflejara la
grandiosidad del país. Hasta dicen que el mismo Stalin lo machacó con alguna
crítica directamente escrita en un periódico por él. Cualquier expresión pasada
por el tonto tamiz político, ¿a qué me recuerda esto?
Domingo, 20 de Marzo de 2016.
Está nublado y hace frío. Creo que tengo unas décimas de fiebre
que espero me atenúen un Paracetamol. Es domingo de Ramos por la mañana. Un
gitano me aborda insistentemente para que le compre una rama de laurel. Me lo
quito de encima con un severo “no, gracias”. Sé lo que ve él: un señor con el
pelo blanco, un abrigo y una bufanda perfectamente anudada. Soy consciente de
que esa es mi carcasa. Pienso que podría volver a mi sofá, sentar mi cuerpo y
subirme a otro cualquiera que tuviera allí aparcado: un joven de aspecto
“hípster” listo para salir a tomar copas a Malasaña, un jubilado que se prepara
para pasar tres meses en su apartamento en la playa, un adolescente que
fantasea sobre su futuro, un niño antes de un examen de historia. Seguiría
siendo yo, no me causaría ninguna extrañeza cambiar mi formato, adaptarme a la
nueva circunstancia porque nada cambiaría gran cosa.
Esa perenne falta de fe en
mi papel.
Domingo por la tarde.
Mañana en el Auditorio. Lo grueso del
programa era la sinfonía nº 5 de Mahler: rica, chillona, impredecible,
anárquica, en ocasiones un barullo resuelto de forma ordenada, todo muy
trabajado y entretenido de escuchar, aunque se queda la sensación de no estar
redondeada. Como cuerpo extraño está el cuarto movimiento, el “adagietto”, de
una tremenda belleza ejecutada por una sinfónica a 5 metros de distancia. Se me
ha ablandado la carne. A recriminar al director que ha pasado al siguiente
movimiento, “giocoso”, sin dejar tiempo para reponerse. No pueden dejarte como
un flan y obligarte a dar brincos por un parque.
El viernes por la tarde asistí a un
perfecto intercambio económico. Una prostituta empujaba una silla de ruedas con
un discapacitado encima. Estaba bastante deteriorado, probablemente padecía de
algún tipo de parálisis cerebral. Se dirigieron a un cajero, él le dio una
tarjeta y la clave.
“Son 60” – dijo ella. El asintió. Después
se perdieron en el callejón. Esa es la clave de una indestructible relación
proveedor-cliente: la confianza.
Lunes, 28 de marzo de 2016.
Semana
Santa en Murcia, ¿es este mi país? Vida provinciana lejos del ajetreo político-económico
de la capital. Un pequeño burgués le confirma a D. las virtudes del lugar y su
visión localista: el clima, la tranquilidad, los festejos durante quince días,
bla, bla, bla, … En un momento dado, suelta: “y en estos días aprovechamos para
reunirnos los amigos y disfrutar, que eso es la vida”.
Joder,
un señor hecho y derecho, con aspecto muy respetable, diciendo semejantes
bobadas. Yo nunca me atrevería a hablar así sin bajar la cabeza y desaparecer
de inmediato. Hay que decir que en un momento dado, intento intercalar algo en
la conversación más que nada para que no piense que soy tonto o mudo, no porque
me apetezca. Ambos me ignoraron.
Visitamos
el sacudido Lorca (¡qué cantidad de iglesias y edificios religiosos tenemos en
España, no creo que tenga parangón con otros lugares!) y una renovada
Cartagena, que ha paliado su mala fama. Para algo han servido años y años de
fondos europeos.
A destacar
la playa y las cuatro casas del El Portús, de los pocos parajes vírgenes del
Mediterráneo español. Uno no puede evitar idealizar un lánguido verano en ese
lugar.
Domingo, 10 de abril de
2016.
A
veces me ocurre lo siguiente: me voy formando unas ideas sobre sobre algún
tema, pero sin influencia de nadie, no voy a decir “ex nihilo” porque brotan
espontáneamente de la observación, pero sí que no vienen de anexionarme a algún
patrón previamente conocido por mí.
Mi
fobia a la administración pública, a sus regulaciones caprichosas sin sentido,
a su despotismo, su abuso, su explotación, su parasitismo, sus palos en las
ruedas que impiden la fluidez, su pretendida superioridad moral, resumiendo, su
caradura, se ha ido acrecentando con el paso de los años. Pero este sentimiento
estaba en mi naturaleza desde la adolescencia. No estaba de acuerdo con su
pastoreo ni con su forma de hacer las cosas: la educación, el sistema
universitario, la “mili”, las clases laborales (funcionarios, cuenta ajena,
autónomos), la disciplina espartana para el pago de unos y la frivolidad del
gasto de esos pagos por los otros. Soporto mal cualquier intromisión en mi
individualidad, y el Estado es un gran entrometido que coarta la libertad de
acción imponiendo su moral y sus reglas, siempre para su propio beneficio y el
de su casta parasitaria (con muchas y honrosas excepciones). Es el gran
explotador.
Pues
bien, todo esto que a mí me surge de las entrañas, lo he visto reflejado en una
gran parte en las llamadas “teorías liberales”. Hablo de liberalidad de verdad,
de aquellos que consideran que el individuo es un ser adulto, maduro y
responsable de sus actos. Y que puede decidir libremente cualquier opción de
vida mientras no nos haga a los demás responsables subsidiarios de su decisión.
Podría extenderme sin fin sobre esto, pero no es este el lugar ni está entre
mis objetivos una construcción al respecto.
En
realidad digo todo esto porque me gusta que, aunque sea una minoría, confirme
ideas propias que hasta yo, a veces, considero como estrambóticas. También me
agrada que quienes piensan como yo, sean personas respetables intelectualmente.
Ya
he citado anteriormente en este diario mi falta de sintonía con la cultura
francesa. Absuelvo a algunos de sus tótems, pero hasta estos no me llegan de
forma profunda como puedan ser alemanes o eslavos.
Esta semana he visto una relativamente afamada
película de Louis Malle, “Fuego Fatuo”. El título de la película y su
realización no puede ser más francesa. El argumento trata sobre un tipo que se
va a suicidar, y que se dedica a visitar a las personas que han pasado por su
vida para verlos por última vez. Es un hombre glamuroso, pretendidamente
elegante, pretendidamente misterioso, pretendidamente profundo y, sobre todo,
pretendidamente pretencioso. Toda la película es una ridícula nadería con mucho
estilo.
El
sábado me enteré de que había salido un libro titulado “Contra los franceses,
sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países
que le son vecinos”. Está escrito por el muy respetable editor Manuel Arroyo
Stephens y ya lo editó de forma anónima en 1.980. Se vendió en muy pocas semanas
y pasó a convertirse en un inencontrable libro de culto. Eso quiere decir que
tampoco estoy solo en esta causa, otras almas han llegado a conclusión parecida
de forma natural. Ya lo tengo en mi mesilla, y espero sentir la calidez del que
de repente se hace un buen amigo. La empatía es la primera causa de la amistad.
De momento empieza con una frase de Schopenhauer referida a los autores
franceses: “Su vanidad es superior a su talento”
He
de decir que solo he pisado tres veces en mi vida suelo francés. Poquísimas
para su cercanía y el número de mis viajes. En la segunda y la tercera viví muy
malas experiencias. No se puede luchar contra el Tao.
Veo en la televisión un conocido programa de cocina. Hay una mesa llena de botellas y frascos de colores. El invitado coge uno y vierte su contenido en una coctelera, hace lo mismo con otros que escoge con mucho cuidado. La mezcla la vuelca en una copa. Los concursantes aplauden con intensidad.
Ahora que me doy cuenta, creo que a mí no me han aplaudido en mi vida.
Lunes, 6 de Mayo de 2.016
Fin de semana con unos amigos. Son, sobre todo él, gente sensata, con cierta cultura ...y aquí me paro a pensar qué considero ya como una persona culta, dado el nivel general: alguien que no sabe nada de música, poco de literatura, desconoce el cine, algo de pintura o escultura, cero de filosofía y unas pinceladas de economía. Tiene conocimientos de historia, geografía, naturaleza y digamos, del mundo empresarial. Además, siempre le llama la curiosidad. Con eso me basta y sobra para hablar de algo.
Ella, de la que tenía otra imagen, se ha mostrado como una diligente ama de cría. Me he reforzado en la idea que hoy los niños no tienen padres, tienen "coachs". No dudo que con semejante atención las próximas generaciones lleguen a su madurez con grandes capacidades cognitivas. Los padres, a cambio de ello, renuncian absolutamente a vivir, a dejarse ir ni siquiera un poco, al único recurso que puede otorgar gotas de felicidad en la vida: la espontaneidad.
En mi infancia los niños carecíamos de supervisión. Nuestros padres vivían su vida y por ahí andábamos nosotros. Ahora la vida de los padres se vive a través de los hijos, verdaderos timoneles que guían a su capricho al núcleo familiar. Los padres les proveen barco, víveres y les indican una ruta. Los niños navegan para donde quieren llevando a sus padres de pasajeros. Estos no parecen disfrutar en absoluto del día a día de semejante viaje, como no podía ser de otra manera, pero cumplen con abnegación la tarea. Renuncian a su individualidad, a elegir sus acciones, y parecen no librarse nunca de la sobreatención a sus retoños.
Me parecieron muy infelices. No tengo nada contra ellos, pero sentí un gran alivio en la despedida.
Domingo, 22 de mayo de 2016.
Ay,
ay, ay, que mi historia se parece cada vez más a la de Víctor Klemperer, el
judío alemán profesor de universidad que sufrió todas las etapas del nazismo.
Hubo
dos razones que se impuso y que le impidieron emigrar de Alemania: la obsesión
de construirse una casa en un terreno que ya había comprado y la falta de fe en
sus posibilidades de ganarse la vida en otro país.
Esta
semana el gobierno municipal de mi ciudad ha impedido de momento la
construcción de mi nueva casa. La decisión es una cacicada escandalosa basada
en una argumentación peregrina. Es evidente su mala fe y el descarado
favoritismo a sus bases, trampeando con la ley y utilizando su poder de
decisión. ¿De verdad es esto un estado de derecho? Es evidente que no lo es, y
que el bananerismo puro no llama ahora mismo demasiado la atención.
Respecto
al segundo veto de Klemperer, también lo padezco. Mi capacidad de generar
dinero está aquí. Desgraciadamente no soy ningún profesional liberal que pueda
ser aceptado y contratado en otro país por un salario decente. Aquí vivo
gracias a unas pocas relaciones de confianza creadas a través de los años, y
aunque me precio de tener capacidad de conocer el mercado, me entra una
infinita pereza emprender un nuevo negocio en otra parte del mundo.
Una
cosa está clara: gran parte de la sociedad padece una especie de delirio infantil.
Básicamente este se sustenta en el que el Estado tiene la obligación de
proporcionar un entorno lleno de armonía entre los individuos en el que estos
puedan consumir más de lo que lo hacen actualmente. Un grupo político ha sabido
explotar el rencor que produce que unos consuman más que otros, y ese
sentimiento mueve más montañas que la fe.
La
nueva organización social que proponen, y que la democracia hace posible, es
que la parte económicamente productiva de la sociedad mantenga a la parte
improductiva de esta. Favoreciendo y aumentando el número de los segundos,
conseguirán mantenerse en el poder hasta la quiebra, ya que el sistema es
insostenible. Para entonces ya habrán pasado unos cuantos años que a mí me
gustaría evitar.
Domingo, 12 de Junio de 2016
Semanas
de acción sin saber muy bien a donde voy. Qué más da. Seguimos imbuidos en el
asunto de la nueva casa, en guerra abierta contra el ayuntamiento de la ciudad.
Hemos tenido una proyección inesperada, y es común que nuestro caso aparezca en
los principales medios de comunicación del país. Se nos utiliza como arma
arrojadiza entre unos y otros grupos políticos a nivel municipal y autonómico,
en fin, una batalla en la que participo sin convicción profunda, aunque con la
mala uva que me provoca el poder desmesurado de una administración dirigida por
unos sectarios. No serían eficientes ni dirigiendo una churrería. Más que nada
esa es la razón, porque, ¿y yo qué sé si es una buena elección comprar esa casa
o no? Como inversión parece claro que sí, pero las inversiones afectan a mi
vida solo en cierto grado. Y la casa es para vivir. En fin, de todas formas sé
que la batalla está perdida, solo nos queda el regusto de fastidiar un poco.
Viernes, 26 de Agosto de
2016.
Veo
en “Youtube” un capítulo de un programa de TV de los años 90, llamado
“Epílogos”. Entrevistan a un personaje público en vida y emiten el programa
después de su muerte. Buena idea, y osada, porque parece una inversión a largo
plazo poco rentable. El otro día oí al periodista Vicente Vallés decir que “es
fácil hacer televisión de calidad cuando no tienes que competir en audiencia”.
Es decir, la competencia empeora el producto, a priori algo contradictorio. Sin
embargo, la idea transmitida de forma más correcta sería esta: “hacer
televisión de calidad en una televisión generalista es difícil si tienes que competir
en audiencia”. Y creo que por ahí va la cosa, el fin del modelo de televisión
con la que hemos crecido tiene fecha de caducidad. Quedará para lo más vulgar de
entre el vulgo.
En
este buen programa, decía, entrevistaban a Vázquez Montalbán. Era un tipo con
una personalidad bastante rígida, y mucho más lo eran sus ideas políticas.
Siempre transmitiendo sensación de enfado, de rencor, como si la sociedad le debiera
algo. Una persona como él, que partiendo de donde partía, llegó muy arriba en
esta sociedad “capitalista” que él denostaba. Y de la que estoy seguro disfrutó
a su manera. Conozco su pasado y el de su padre, pero me hubiera gustado saber
exactamente qué tanto reclamaba, qué exigía exactamente: ¿qué España debía ser
comunista? Estaba totalmente envenenado. Cuántas veces he visto eso ya. Lo
mejor, cuando le fuerzan a elegir un epitafio para su tumba. Cuenta que un
examen de reválida delante de un tribunal le pidieron que construyera un
pareado. Con los nervios, al futuro poeta solo le salió:
La gente que calcula,
siempre compra en SEPU.
Sábado, 27 de Agosto de 2016
El
otro día quedé con un cliente del trabajo. Tengo buena relación con él. Es buena
persona, empático y posee la cualidad de muchos extremeños como él: la
sinceridad y la falta de doblez.
Cenamos
en un bar que regenta un amigo suyo en la zona de la La Latina. El dueño es un
chaval en la treintena, y estaba acompañado de otro amigo suyo de la misma
edad. Son carne de la noche, y su vida pasa entre ligar, beber y salir. No
parecen consumidores de drogas, al contrario de los personajes similares de mi
generación.
Después
de cenar, fuimos a un bar de copas frecuentado por la misma fauna. A partir de
ahí comenzó el sufrimiento que fue derivando en cabreo. Las conversaciones eran
en otro dial, no sintonizable para mí. La falta de empatía clamaba al cielo por
ambas partes, creo que mi rostro traslucía irritación. Fue un “deja vu”
continuo de otras noches de mi juventud, pero entonces creía que era yo el que
fallaba. Me vino a la cabeza un capítulo de los Simpson en el que se descubre
la causa por la que Homer es simplón. Era debido a un lápiz que se metió en la
nariz de niño. Yo buscaba desesperado un lápiz por la barra, los taburetes,
pero nada, no había escapatoria. Cuando conseguí salir de allí, la despedida en
la calle exudó mala leche. Se me han quitado las ganas de juerga de masas por
meses, valga la cacofonía. Y aunque no puedo decir que no intentaran ser
agradables conmigo, suscribo la máxima de Sánchez Ferlosio: “Cuando un español
sale simpático no hay dios que le aguante”.
Encuentro
esta supuesta conversación entre Lao Tzé y Confucio:
—Dime —dijo Lao- Tsé — en qué consisten la caridad y el deber para con nuestro prójimo.
—Consisten —contestó Confucio— en cierta capacidad de regocijarnos en todas
las cosas; en el amor universal, sin elemento egoísta. Tales son las
características de la caridad y el deber para con nuestro prójimo.
— ¡Qué tontería! —exclamó Lao- Tsé—. ¿No se contradice el amor universal
consigo mismo? Tu eliminación del yo, ¿no es una positiva manifestación del yo?
Señor mío, no dejes que el imperio pierda su fuente nutricia. Existe el
universo, y su regularidad es constante. Existen el sol y la luna, y su brillo
no cesa. Existen las estrellas, y sus constelaciones no cambian. Existen
pájaros y bestias, que se agrupan sin cambiar. Existen árboles y arbustos, que
crecen hacia arriba sin excepción. Sé como ellos: sigue el Tao, serás perfecto.
¿Para qué entonces estas vanas disputas acerca de la caridad y el deber para
con nuestro prójimo, como quien tocara un tambor para cazar a un fugitivo? ¡Ay,
señor! Has introducido mucha confusión en la mente del hombre.
Así
que Lao Tzé era liberal y Confucio un melifluo socialdemócrata. Vaya, vaya…
Jueves, 5 de Octubre de 2.016
Temporada de intenso y desagradable trabajo. Todo el día
concentrado en lo que no deseo. El resultado es la pérdida absoluta de
consciencia, el verdadero termómetro del sentimiento vital. No sé si los
budistas cuando hablan de atención plena se refieren a esto.
El caso es que he venido en el coche escuchando (y cantando) rock
duro de mi juventud. También me he enterado que televisaban un partido de la
selección esta noche y me ha parecido muy apetecible tumbarme en el sofá a
verlo. Puedo decir que pertenezco a esa tribu deleznable de los profesionales
embrutecidos. Soy un tipo normal. Hay que joderse.
Miércoles, 18 de Enero de 2.016
Leo un artículo de Vargas Llosa en El País. Trata sobre un poeta
americano, un tal Carl Sandburg. Cuenta que en su madurez se refugió en una
bella región de Carolina del Norte, Connemara, rodeado de lagos, montañas y
bosques. Allí encontró la paz para escribir entre largos paseos por el campo.
Mientras tanto su mujer triunfaba en el mundo de los negocios, sector caprino.
Eso también le debió tranquilizar mucho.
En la Revista de libros leo por error un extraño artículo que
trata sobre la película "El hombre tranquilo" de John Ford,
protagonizada por John Wayne (vaya dos, ni se me ocurre intentar verla).
Directamente se cuenta entero el argumento de la película. Me ha recordado
cuando antes alguien se empeñaba en narrarte lo que había visto el día anterior
en el cine o la televisión: no había modo de pararlo porque le producía placer
rememorarlo. El caso es que dice que la película se desarrolla en unos paisajes
idílicos y en un pueblo de postal: Connemara, región de Irlanda.
Mi amigo Pepín tiene su Connemara particular y dice que no
necesita más. Que se le pasa la vida en serena tranquilidad. Bueno. Yo soy más
como Pessoa, que cuando se cansaba de Lisboa se iba a Sintra a echar de menos
Lisboa y viceversa. Lo que me mosquea de irme a Connemara es que sé que perderé
consciencia. Así estaba últimamente, no pasaba nada y me aturdía. Me molestaba
el pasar de los días y los meses sin que ocurriera nada. Ahora he hecho una
reforma en casa y tengo una postadolescente brasileña viviendo con nosotros
durante un mes. Sé que no es gran cosa, pero me permite marcar hitos. Y los
hitos me permiten recordar. Y recordar es una forma más fácil de ser consciente
que la continua y tensa atención al presente, esa que promulgan los budistas y
que dudo que consiga ni el mismísimo Dalai Lama.
Y lo bien que vive Vargas Llosa. Viajando por el mundo para
visitar los lugares donde han vivido los personajes que le han interesado.
Ojalá yo pudiera hacerlo y echar de menos Connemara.
Sábado, 18 de marzo de 2017
Almodóvar dice que se encuentra sorprendido porque ha vuelto la
estética “progre”, algo contra lo que su grupo se reveló en los ochenta. Lo
sorprendente va más allá de lo estético, y es la ola de infantilismo y simpleza
que nos invade. Se pueden decir verdaderas estupideces sin que nadie se
escandalice. Ahora “la casta” es “la trama”, y los privilegiados estibadores
españoles deben mantener sus prebendas, porque si no, se les “precariza”.
La humanidad está en el mejor momento económico de su historia.
Los jóvenes de ahora viven con mucha más riqueza que lo hicimos los jóvenes de
hace 20 años, y nosotros con mucha más que los de la generación anterior. El
otro día me contaba mi sobrina, que hay una aplicación para el móvil con la que
puedes conseguir que te traigan cualquier cosa. Si me encuentro mal, pues un
paracetamol; si me apetece una hamburguesa de determinado restaurante, pues
también. Un servicio de marqués a precios populares. Y eso es un poco lo que
ocurre. Se satisfacen un muy alto porcentaje de necesidades materiales a un muy
alto porcentaje de personas (en la sociedad occidental). Los jóvenes lo que
quieren, lo quieren ya y ahora. Se quejan de bajos salarios. No lo dudo, pero
en España siempre ha sido así. Sin embargo, tienen móviles que cuestan el
trabajo de un mes, viajan por poco dinero, aprenden inglés en el extranjero,
disfrutan de tiempos de paz y de unos servicios sociales como nunca ha habido.
Me temo que esta pataleta neocomunista se debe a dos factores: nula resistencia
a la frustración y falta de fondo cultural para ser conscientes de que lo que
piden ya se ha experimentado infinitas veces con resultados conocidos.
Ya lo dijo Shopenhauer más o menos así: “Si viviéramos en un lugar
donde los pichones volaran y no hubiera necesidad, las personas se
entretendrían en absurdas trifulcas”.
Domingo, 23 de Abril de 2017
Se ha muerto hace unas semanas Salvador Pániker. Un referente, si no el principal, en mi vida. Le he oído hablar tantas veces de la muerte, que me causa extrañeza que le haya podido ocurrir a él. Qué habrá pasado por esa privilegiada cabeza en sus últimos días. No tengo duda de que se sabía la lección, pero, ¿habrá dado trigo igual que predicaba? ¿Y qué queda de sus profundas reflexiones sobre multitud de temas, de su personalizada religión, de su exitosa mundanidad? ¿Todo eso para qué? “Pues para nada” me contestaría, convenciéndome que ese nihilismo, paradójicamente, puede ser vital, amigable, y por supuesto, místico.
Se ha muerto hace unas semanas Salvador Pániker. Un referente, si no el principal, en mi vida. Le he oído hablar tantas veces de la muerte, que me causa extrañeza que le haya podido ocurrir a él. Qué habrá pasado por esa privilegiada cabeza en sus últimos días. No tengo duda de que se sabía la lección, pero, ¿habrá dado trigo igual que predicaba? ¿Y qué queda de sus profundas reflexiones sobre multitud de temas, de su personalizada religión, de su exitosa mundanidad? ¿Todo eso para qué? “Pues para nada” me contestaría, convenciéndome que ese nihilismo, paradójicamente, puede ser vital, amigable, y por supuesto, místico.
La "Nada" no como náusea, sino como ironía. Como decía Cioran (otro que me extraña
que haya muerto), la vida es trágica si se la mira de cerca, pero cómica si se
la ve de lejos.
No
sé muy bien qué decir, el caso es que la noticia me conmocionó en su momento.
Pero como él mismo decía, un diario es para expresar el instante, el presente,
y para mí su muerte ya no es presente. Mi pereza siempre me ha hecho ir a
remolque.
Era
partidario del diario como terapia. Yo se le agradezco. Pude beber lo que quise
de su medicina, aunque la fabricara para él. En cierta forma, me he quedado un
poco huérfano. Al igual que con la familia cercana, solo el saber de su existencia
me servía de agarre
Termino de leer “Los árboles portátiles” de Jon Juaristi. Monumento a la hipocresía de la izquierda de los años 30, perfectamente exportable al momento actual. Ya existían por aquél entonces los progres burgueses, con el mismo cinismo que los de ahora.
Veo en el escaparate de un par de centros de masajes: “tratamiento holístico”. No está mal por 52 €.
Por la tarde.
Termino de leer “Los árboles portátiles” de Jon Juaristi. Monumento a la hipocresía de la izquierda de los años 30, perfectamente exportable al momento actual. Ya existían por aquél entonces los progres burgueses, con el mismo cinismo que los de ahora.
Veo en el escaparate de un par de centros de masajes: “tratamiento holístico”. No está mal por 52 €.