Mi querido amigo, bien sé que nuestra correspondencia
e-pistolar no suele versar sobre asuntos tan mundanos, pero ya que me tiendes
el capote, embestiré de la forma más sosegada posible, pues forma parte de mi
trabajo y condición el tener que lidiar con las parciales, ineficaces, e
injustas normas que me impone esa organización: es la conocida como
administración pública (en adelante nombrada con el eufemístico nombre de
Estado.)
El primer sofisma que quiero deshacer es aquél que dice que
el “Estado somos todos” o el que lo califica de “público”. Ante esto no me sale
más que recurrir a la escatología: “y una mierda”.
No niego que esa quizá fuera su intención en algún momento
de la historia, desde luego no lo fue en sus orígenes ni lo es ahora. El Estado
o administración pública es un organismo autónomo que vela por sus propios
intereses, una organización privada más
que, a diferencia de las otras de rango similar, se ocupa de su supervivencia
arrogándose la capacidad coercitiva de extraer a sus clientes forzosos los recursos que necesita para seguir
medrando, bien en tamaño, bien en poder, o bien en privilegios para sus
componentes.
Para ello precisa mantener adocenados al mayor número de
población suficiente, a los que convencen de que ellos forman parte de su todo.
No duda en usar todos los medios, principalmente la moralidad, por lo que no
les duelen prendas en calificar con despreciables adjetivos a los que no se
tragan el discurso de que, si no cooperas con ellos, eres un gusano insolidario
sin compasión de los débiles. En caso contrario, te enviará otra de sus armas:
la turba. Consiste en una serie de medios de comunicación, políticos, y
organizaciones civiles, que repetirán una vez tras otra verdades
incuestionables, por lo que tu voz será silenciada por el griterío general.
Antes de empezar a responder a tus requerimientos, quiero
dejar claro otro sofisma, en el que estoy seguro que tú no caes, pero que la
gente cree a pies juntillas: los servicios que no son “públicos”, son “de
pago”. LOL, que dicen los anglosajones. Todos los servicios que recibes del
Estado los has pagado probablemente a 4 o 5 veces su valor de mercado. Conocida
es la eficacia en la gestión de la administración pública. Cuando una empresa
pública en pérdidas se privatiza, puedes empezar a contar los días en dicha
empresa comenzará a ser rentable. Pero no hay nada que hacer. Conceptos como
“copago” le suenan a la multitud como si el Estado te estuviera cobrando de más
por sus servicios. El Estado aplica la solución fácil: sube los impuestos y
establece el “antepago”, que no tiene mala prensa.
Y una última nota que estoy seguro que deduces. Voy a
proponer en general el pago por uso de los servicios que actualmente se arroga
el Estado, con lo que su necesidad de financiación con impuestos disminuiría de
forma drástica. No contemplo la presión fiscal actual para pagar lo “público” y
además necesitar financiar los servicios “privados” (aunque ya he dejado claro
que no estoy de acuerdo con esta diferenciación semántica.)
En fin, vamos a meternos en harina, y empezar por el, en mi
opinión, más peliagudo de los asuntos que planteas:
ESTADO DE DERECHO, JUSTICIA, ORGANIZACIÓN TERRITORIAL.
Considero que sería factible una norma universal (no entro
aquí a definir este universo). Una Constitución en el que se garanticen los
derechos fundamentales para regular las relaciones humanas, comerciales,
sociales, etc. Pero siempre que regule de espíritu, sin entrar en detalles
explícitos salvo lo que la experiencia en determinado campo lo considere imprescindible.
Evidentemente también será necesario tribunales
constitucionales que velen por el cumplimiento de estas ideas y lo que de ellas
deriven, además de una fuerza coercitiva que obligue al cumplimiento de sus
sentencias. Y hasta aquí le concedo al Estado.
El resto pueden ser perfectamente tribunales privados que
juzguen con respecto a esta norma superior y a las regulaciones que establezca
libremente cada organización local (siempre subyugadas a la norma mayor o
Constitución.) Estas organizaciones territoriales considero que deben ser de
pequeño tamaño. Las razones principales son dos:
-
La regulación específica se adapta de manera más
efectiva a pequeña escala. Lo que puede ser válido para un territorio concreto
con sus características particulares (economía, población, geografía, clima,
formación) no tiene por qué serlo para otro.
-
Y la razón principal: si las unidades
organizativas y regulatorias son pequeñas, las personas tendrán más fácil
moverse de una a otra en función de su efectividad, justicia y calidad de vida.
Por ejemplo, si una localidad considera válido una organización con una
política más “estatista”, podrá hacerlo, con sus propios recursos y respetando
la norma general. Pero los individuos que no deseen ese tipo de política podrán
trasladarse con el mínimo coste social y económico a un lugar cercano sin ser
penalizados ni obligados a regirse por tal filosofía. Así se establecería una
sana competencia y comparativa entre unas regulaciones u otras. Unos lugares
serían más exitosos que otros de forma natural, y este éxito sería cambiante.
Esta noticia ilustra lo que digo: http://www.libremercado.com/2016-04-23/los-contribuyentes-huyen-de-california-a-texas-para-pagar-menos-impuestos-1276572338/
Supongo que muchos se escandalizarían con la propuesta de
tribunales privados. Vamos a hacer algunas consideraciones:
-
Sobre su neutralidad:
¿De verdad alguien me puede decir que la justicia actual es
neutral? Los últimos tiempos ya claman al cielo, con sentencias populistas e
indecentes a favor de la corriente general. Los ejemplos son infinitos:
custodia de hijos y trato a ambos géneros en caso de divorcio, al empresario en
conflicto laboral con el trabajador, violencia de género, reclamaciones a la
banca de sus usuarios, asuntos sobre competencia entre empresas, petición de
condenas desmadradas por delitos impopulares, actuaciones parcialísimas de la
fiscalía, etc, etc, etc.
Si hubiera tribunales privados, las dos partes de un
contrato se adscribirían a un determinado tribunal, el que consideraran más oportuno
en base a su precio y servicio. No hay razón para mantener una adscripción
obligatoria a tribunales estatales. Si a alguien esto le sugiere una sensación
de indefensión es que no se ha topado con la realidad de la justicia actual en
su vida. Esa es exactamente la sensación padeces.
-
Sobre su financiación:
¿Es que ahora la justicia es gratuita y universal?
Cualquiera que haya tenido un pleito sabe que no es así. Por lo tanto sus
pleitos se los pagaría cada entidad o persona que hiciera uso de los tribunales,
como cualquier otro servicio.
Los tribunales más prestigiosos, más rápidos en sus
resoluciones y con menos recursos perdidos ante el tribunal constitucional (ya
que siempre cabría el recurso a un tribunal constitucional) tendrían más
clientes de forma natural, y empezaría a funcionar la economía de escala. Se
abarataría la justicia.
-
Otras consideraciones:
Hay que tener en cuenta que todo este sistema, basado en la
premisa que siempre habrá una parte perjudicada y por lo tanto denunciante (y sobre
todo financiadora del tribunal), tiene sus carencias. La más evidente es que
gente o instituciones sin recursos puedan acceder a la justicia, por lo tanto
cada tribunal no tendría más remedio que aportar a un consorcio que financiara
abogados de oficio.
Con respecto al papel de la fiscalía, no veo problema en que
el sistema está basado solo demandas particulares. El estado podría actuar como
un demandante más.
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